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No es tanto que pesen, que pesan ya un poco, es verdad, sino la inercia. Por ejemplo, no hay problema en invertir 4 días en reimplementar una app que se había hecho de una forma distinta, abandonando una librería que Apple ha dejado (por suerte) obsoleta. Lo difícil de ese proceso es tomar la decisión de ponerse a ello.

Es decir, con 20 años menos pensaba algo y me ponía a hacerlo. Se me hubiese ocurrido «vamos a aprender Ruby» y me hubiese lanzado de cabeza. Ahora lo pienso y voy demorando el día, aunque sé que es inevitable.

Por lo demás, no es que me note menos capaz. Por suerte, internet ha ido ganando penetración a medida que mi memoria ha ido fallando. Ahora es posible que tarde en recordar algo, pero es fácil buscarlo. De hecho, una de mis experiencias recientes más desconcertantes fue encontrarme en situación de no poder usar el móvil para conectarme. Paseaba por una ciudad extranjera, veía algo interesante y no podía hacer nada por descubrir qué era aquello.

Y a lo que iba, por suerte la experiencia vale para algo. Tener 20 años menos y saber lo que sé ahora sería ideal. Pero como la flecha del tiempo va en un único sentido (no recuerdo quién decía que la historia es una carretera anisótropa que no se puede recorrer en sentido inverso), bienvenida sea la poca experiencia que uno pueda ir acumulando.

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iOS 7 o la nueva oportunidad

El lunes 10 Apple presentó la primera beta de iOS 7, la nueva versión de su sistema operativo para dispositivos móviles. El cambio de interfaz, que muchos llaman (sin ser exacto) plano, ha provocado todo tipo de reacciones. Y tal es la discusión sobre sus iconos (a pesar de que se trata de una beta inicial y todo eso cambiará con seguridad) que podría pensarse que iOS 7 no tiene mayor importancia.

Sin embargo, tanto en interfaz como en alguna de sus tecnologías subyacentes, iOS 7 ofrece un cambio enorme con respecto a iOS 6. iOS 7 exige replantearse mucho de los interfaces que se han hecho hasta ahora y exige también cambiar la forma de hacer nuestras apps. Es más, estoy convencido de que cualquiera que se dedique al negocio de hacer apps para iOS debería tener instalada la beta en su teléfono habitual (a pesar de sus muchos problemas) y usarla a diario, para comprender mejor la nueva filosofía.

Digamos que mi impresión sobre iOS 7 se resume en: “iOS 7 only”. Si estás preparando una app ahora mismo o si estás pensando hacer una nueva versión de una app ya existente, deberías plantearte hacerla sólo para iOS 7, sin intentar soportar versiones anteriores.

Parece además una idea que goza de cierto consenso entre los desarrolladores. Por ejemplo, en Start Updating Your Apps for iOS 7. Now.:

The key takeaway we’ve reached (after less than 24 hours playing with the iOS 7 Beta release) is this – every App must consider even basic updates to its UI to survive in a post-iOS 6 world.

Marco Arment en Fertile Ground va incluso más lejos y habla de una discontinuidad, como si Apple con iOS 7 le hubiese dado al reset de su plataforma. Si volvemos a la posición inicial de salida, ya que casi todas las apps deben crearse de nuevo, se abren enormes oportunidades:

Apple has set fire to iOS. Everything’s in flux. Those with the least to lose have the most to gain, because this fall, hundreds of millions of people will start demanding apps for a platform with thousands of old, stale players and not many new, nimble alternatives. If you want to enter a category that’s crowded on iOS 6, and you’re one of the few that exclusively targets iOS 7, your app can look better, work better, and be faster and cheaper to develop than most competing apps.

This big of an opportunity doesn’t come often — we’re lucky to see one every 3–5 years. Anyone can march right into an established category with a huge advantage if they have the audacity to be exclusively modern.

Es ahora el momento ideal para tener una buena idea y trabajar duro por ejecutarla bien, porque cuando llegue finalmente octubre y se presente el nuevo iPhone, la plataforma que conocemos cambiará radicalmente. Y en cierta forma, la carrera empezará de nuevo.

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Fe en los datos o cientifismo y tecnocracia

The technocrats are akin to conspiracists in that they both claim a monopoly on the sorts of political facts that should sway policy. Both groups come equipped with their own body of experts and studies to vouch for their prescriptions. And both Jones and Klein derive their legitimacy from having, through their supposed diligence and uniquely sharp analytical minds, privileged access to some set of truths of political significance. Both assume that answers to factual questions will make the necessary political action irrefutable. All that divides the conspiracist from the technocrat is the nature of the facts they fetishize.

Just the Facts

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