Ciencia y decisiones

El texto La izquierda magufa y los escépticos de derechas plantea varios temas interesantes. Quizá demasiados, la verdad, lo que provoca cierta confusión, aunque bien es cierto que puede considerarse que todos ellos van formando una cadena y que su separación no haría justicia al conjunto.

Tras dos párrafos sobre seudociencia, entra en materia comentando la extraña equivalencia, en la mente de cada vez más gente, entre la izquierda política y las creencias seudocientíficas. Por desgracia, puede resultar fastidiosa esa equivalencia, pero parece cierto que cada vez da más esa impresión: ser de izquierda es aceptar ciertas creencias que no tienen nada que ver con la política pero que quizá tienen como función dejar clara una posición «contra». Quizá sea, como apunta, a que la izquierda parece haberse convertido en un proyecto siempre en oposición.

Y si aceptamos que para el imaginario popular (que no necesariamente en la mente del autor del texto) los seudocientíficos son de «izquierdas», entonces sus opuestos en el otro lado son «conservadores» (efectivamente, yo hubiese elegido otros términos para no crear confusión política). Y éstos serían los escépticos científicos. Y guiándome por lo que he visto en Twitter, aquí llega la parte más confusa del texto: ¿cuál es el gran problema del escepticismo? Sin embargo, la cuestión queda clara en un párrafo:

De nuevo, es una perspectiva muy miope. Desde el punto de vista de su justificación, los conceptos científicos apenas tienen contexto político y social; la tecnología, en cambio, apenas tiene otra cosa. Desarrollar una técnica o un protocolo en ingeniería, medicina o farmacología es descartar ciertas posibilidades en favor de otras. No es una inferencia a partir de unos teoremas bien definidos sino una decisión práctica en la que, entre otras cosas, influyen valores, intereses y sesgos. Cuando aceptamos la verdad científica, asentimos a la autoridad de la razón, cuando aceptamos la verdad tecnológica, asentimos a la autoridad sin más.

La idea es sencilla, tanto que resulta un poco preocupante que no sea evidente: de un hecho científico X no se deduce de inmediato una actuación Y. Aún admitiendo que X esté libre de valores (idea que yo no rechazaría tan alegremente), la acción Y sobre el mundo no lo está y en sí misma refleja todo tipo de condicionantes. Eso no quiere decir que una cierta política o acción se deba decidir y ejecutar desoyendo a la ciencia, no, más bien todo lo contrario. El conocimiento cabal del mundo es fundamental para tomar decisiones, pero no es el único criterio. Para dar forma a la decisión hay que tener en cuenta toda una serie de valores que uno aspira a preservar o a promover. Tener un conocimiento cabal de X no implica necesariamente una única acción posible. Lo contrario sería tener un gobierno puramente tecnocrático, donde los valores de la sociedad fuesen sustituidos por los valores de ciertos grupos dedicados a la promoción de ciertas tecnologías.

En ese aspecto, la situación que plantea es similar a cualquier otro escenario moral. Simplemente, de los hechos crudos del mundo no se deduce una actuación. Sobre un ejemplo de esa situación escribí hace tiempo en Responsabilidad cósmica. Si descubriésemos que estamos solos en el universo, ¿deduciríamos de ese hecho nuestra obligación de colonizar la galaxia? No, claro que no. Nuestra soledad galáctica puede ser un hecho indiscutible, pero nuestra reacción ante ese hecho, y por tanto lo que estamos dispuestos a hacer, se deriva de nuestra inquietudes, actitudes, aspectos morales y demás. Una persona que creyese que la vida debe ocupar el universo estaría de acuerdo en colonizarlo. Otra persona que dijese que es mejor preservar las cosas tal y como son, estaría en contra. De la misma forma, el texto ofrece el ejemplo de los transgénicos: uno puede aceptar su perfecta inocuidad y seguir oponiéndose a ellos en base a otra serie de valores que le interesa que la sociedad apoye o defienda.

Tiene razón en que posiblemente sea esa deriva automática de X a Y, de los hechos a la acción, el punto débil más importante de los escépticos (también apunta carencias epistemológica, de lo que ya no estoy tan seguro). También supongo que es normal que suceda, porque dados dos grupos en oposición, las opiniones de ambos grupos van radicalizándose para distinguirse mejor. En una pelea, las matizaciones se toman como debilidades y por tanto tienden a evitarse, e incluso en los casos más extremos los grupos las rechazan internamente. Pero si acaso, eso lo hace más triste.