El final

Ayer vi de nuevo “The End”, el episodio final de Perdidos. Fue casual: yo me levanté ese día, hice lo normal y me acabé viendo el final de Lost casi sin querer. Pero el hecho coincide con varias discusiones sobre el final de la serie producidas a partir de Prometheus, para dummies que comienza diciendo “Sin rodeos: Perdidos es la mayor y más retorcida estafa de la historia de la televisión” (me gusta el “sin rodeos”, como si alguien se cortase al decirlo. Como si lo habitual fuese: “Sabes, tengo algo que decir, pero no te enfades: quizá el final de la serie no fuese tan bueno”).

Una persona se enfrenta a una obra creyendo que va a encontrar algo en ella. En ese punto la persona y la obra establecen un acuerdo: la persona ofrecerá su atención y la obra proveerá ciertos efectos. Al final de una obra de misterio se descubre satisfactoriamente al asesino. Al final de una space opera el malvado imperio habrá caído. O algo tan simple como que si se plantea un misterio al principio, ese misterio se resuelve al final.

Si la obra no te da lo que creía que debía darte, nada más lógico que sentirse engañado. Nos ha pasado a todos y nos pasará muchas veces.

En este nuevo visionado del episodio me entretuve intentando prestar atención a los detalles que se me hubiesen pasado. Me asombró lo explícito que es Christian Shephard (recordaba que Kate se ríe de ese nombre, como debe ser). El pobre lo cuenta todo tan claro y mira que discutimos. No me había fijado en que a la entrada de la cueva llegan dos riachuelos que se unen como destinos, lo que encaja muy bien con el tema de los gemelos y hermanos. Posteriormente, a ambos lados de la puerta final de la iglesia hay también dos ángeles guardianes. Es además un episodio plagado de referencias a la propia mitología de la serie, a sus elementos más habituales. Supongo que me di cuenta en su día, pero dos años después siguen siendo muy evidentes.

Había olvidado la cantidad de símbolos religiosos que hay en el cuarto donde tienen el ataúd (vacío, porque siempre estuvo vacío, claro). Recordaba la vidriera con todos sus símbolos, pero es que ese cuarto está repleto. Debían tener miedo de que alguien no pillase la idea.

Un gesto tan repetido, alguien bebiendo de una botella de agua, se convierte ahora en la confirmación de que Hugo acepta el papel de protector de la isla. Es Ben el que ofrece la botella (la ceremonia se vio 3 veces en la serie y cada vez el recipiente es más moderno) ejerciendo ya de segundo de a bordo. Hugo es la persona ideal para el puesto porque se niega a aceptarlo.

Poco antes del final hay lo que quiero creer que es una referencia a El prisionero con todo eso de “fuiste un gran número 2. Tú un gran número 1”. En Lost sí que consiguen escapar de la villa (y eso ocurre, como era de esperar, en el último episodio, justo antes del “move on”), aunque el mensaje “let go” está más dirigido a los espectadores que a los personajes.

Pobre Jack. No recordaba por qué es el último. Desmond, antes de bajar a la cueva, le dice algo de ir a un mundo mejor. Jack le responde que no hay atajos. Claro que no. Lo gracioso es que sí hay atajos para los demás. A los otros un breve encuentro les basta para despertar y recordar. El pobre Jack tiene que dar un largo rodeo y recibir múltiples golpes antes de aceptar las cosas. Él fue así desde el principio, el “let go” nunca se le dio bien.

Para mí el momento emotivo del episodio es cuando Locke le dice a Jack que no tiene ningún hijo. Jack se ha creado una realidad demasiado perfecta y es el que más tiene que perder.

Y John Locke sonríe. Eso sí lo recordaba.

Continuar leyendoEl final