45
Mi madre me felicitó mi cumpleaños diciéndome «que cumplas muchos más y que yo los vea». Mi madre es muy sabia, porque eso es un win-win de libro. Puestos a desear, ¿a qué desear las cosas a medias?
Lo más curioso de 45 es que parece importante por eso de acabar en cinco, que en el ranking de celebraciones va justo después de acabar en 0. Sin embargo, no me siento muy fundamentalmente diferente a lo que me sentía el año pasado. Supongo que durante una cierta serie de años uno más bien se encuentra en una fase determinada. Ahora mismo en una que empezó ya hace un tiempo y no se resolverá hasta dentro de otros. Vamos, que asumo que 46 será muy similar.
50 sí que es un número que impone más. Hoy me preguntaban si alguna vez me había imaginado tener la edad que tengo ahora. No, claro, como mucho tener 33 años, por eso de que caía en el año 2000. Pero pasada esa referencia temporal (de un futuro que ahora está firmemente encajado en el pasado), lo de tener 45 años, y no digamos ya 50, es algo que no me había imaginado jamás. Lo que por otra parte es una suerte, porque la imaginación tiene la mala costumbre de no cumplirse nunca. O la buena, que a veces es difícil evaluar, por lo limitada y rutinaria que puede ser la imaginación.
Un ejemplo, el regalo de mi hija ha sido unas cartas de Pokemon. Jamás en mi vida hubiese podido imaginar que unas cartas de Pokemon me pudiesen hacer tanta ilusión. Pero ahí están. Y yo deseando aprender a jugar con ella.
O parafraseando a un sabio que nació tal día como hoy (unos años antes): la vida a veces te da lo que no sabías que querías.