Películas 2012

Será por listas:

    Enero

  1. The Muppet Movie de James Frawley
  2. La belle et la bête de Jean Cocteau
  3. Le Sang d’un Poète de Jean Cocteau
  4. Fantasía 2000 de James Algar, Gaëtan Brizzi, Paul Brizzi, Hendel Butoy, Francis Glebas, Eric Goldberg, Don Hahn y Pixote Hunt
  5. Febrero

  6. Midnight in Paris de Woody Allen
  7. The Man from Earth de Richard Schenkman
  8. La invención de Hugo de Martin Scorsese
  9. The Tree of Life de Terrence Malick
  10. Marzo

  11. El castillo ambulante de Hayao Miyazaki
  12. Contagio de Steven Soderbergh
  13. Colorful de Keiichi Hara
  14. El planeta salvaje de René Laloux
  15. Blancanieves (Mirror, Mirror) de Tarsem Singh
  16. Abril

  17. El gato con botas de Chris Miller
  18. Mayo

  19. El rey león 3: Hakuna Matata de Bradley Raymond
  20. Haywire de Steven Soderbergh
  21. Junio

  22. María Antonieta de Sofia Coppola
  23. Campanilla y el tesoro perdido de Klay Hall
  24. Campanilla y el gran rescate de Bradley Raymond
  25. Julio

  26. Yellow Submarine de George Dunning
  27. John Carter de Andrew Stanton
  28. Chronicle de Josh Trank
  29. Madagascar 3 de Eric Darnell, Tom McGrath y Conrad Vernon
  30. Agosto

  31. Time Bandits de Terry Gilliam
  32. Brave de Mark Andrews, Brenda Chapman y Steve Purcell
  33. Dentro del laberinto de Jim Henson
  34. Kerity de Dominique Monfery
  35. Azur y Asmar, de Michel Ocelot
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La tecnología es fácil de predecir… sobre todo si ya la han inventado

Creo que es algo que sabe todo lector de ciencia ficción: no es difícil predecir la tecnología que ya existe, o mejor dicho, no es difícil predecir variaciones sobre lo que ya sabes. Es algo que se nos da realmente bien. Pero precisamente esa misma «familiaridad creativa», nuestra habilidad para construir sobre lo que ya conocemos, nos limita. Por tanto, cuando alguien hace una predicción, lo interesante no es centrarse en los aciertos, sino prestar atención a los fallos, a aquellas cosas que hoy nos parecen claras pero que no se predijeron, porque de ellos se aprende bastante sobre las suposiciones subyacentes, aquellas que para una época concreta son tan evidente que muy rara vez se articulan explícitamente.

Un ejemplo lo tenemos en un vídeo de 1994 donde se hacen varias predicciones sobre los tablets. Muchos aspectos parecen increíblemente proféticos, pero no lo son tanto si tenemos en cuenta varios elementos de la época, y podemos encontrar detalles interesantes si nos concentramos en lo que no logra predecir.

Lo primero que debemos tener en cuenta que 1994 no es el pasado remoto de la especie. En 1994 ya había varias propuestas de tablets (cosa que el vídeo menciona) e incluso había disponibles sistemas que se le parecían bastante, por lo que la predicción principal no es tan sorprendente como pueda parecer. De hecho, la Wikipedia tiene un artículo sobre la historia de los tablets que se remota incluso a los años 50. Por ejemplo, el Dynabook de Alan Kay se propuso en 1968 y en 1987 Apple ya había presentado su concepto de un navegador de conocimiento. Y eso, por supuesto, sin hablar de un buen montón de películas, series y novelas de ciencia ficción, que de cientos de formas diferentes elucubraban continuamente sobre formas distintas de comunicarse o compartir el conocimiento.

Pero como dije antes, lo interesante es lo que no predicen. Me llama la atención la ausencia en el vídeo de dos tecnologías que ya existían en ese momento, cuyo impacto ha sido monumental, y que apenas se mencionan: la web y de la telefonía móvil. En concreto, el vídeo acaba prediciendo que irás a un quiosco a comprarte el periódico que luego insertarás en el lector, justo como hoy —o en 1994— vas al quiosco a comprar el periódico en papel. No se da el paso adicional de pensar que la telefonía móvil avanzará tanto que permitirá conectarse desde casi cualquier parte. Es más, las tecnologías que convergen en el móvil permiten hoy en día prescindir del tablet que se muestra en el vídeo. Cualquier teléfono moderno hace eso sin mayores problemas.

El vídeo plantea los periódicos como algo monolíticos, que leerás sobre una pantalla pero más o menos de la misma forma que lees un periódico de papel. Es decir, plantea el periódico como un todo, sin predecir que unos pocos años, gracias a Internet, tendemos a consumir los periódicos como fragmentos, combinándolos según nuestros gustos y nuestros intereses. En parte es un caso de miopía quizá deliberada, porque el vídeo va de situar el periódico en el futuro digital, por lo que la disgregación del periódico no es una opción que pueda agradar a los que pagan esas investigaciones.

Pero lo realmente difícil de predecir no es la tecnología, sino los cambios sociales producidos por la tecnología. De ahí incontables historias que transcurren en un imperio galáctico pero donde todos se comportan como en la América de los años 50. Resulta relativamente fácil predecir el automóvil, pero mucho más difícil (aunque no imposible) predecir los atascos. El origen de la dificultad está en que los seres humanos tenemos una capacidad asombrosa para usar la tecnología de forma diferente a la concebida por sus creadores, y todo sistema lo suficientemente complejo contiene sorpresas de funcionamiento que se pueden explotar con ingenio (y cuando metes en la ecuación a millones de seres humanos, lo que sobra es ingenio).

Es aquí donde el vídeo se vuelve más interesante.

Como dije, se da por supuesto que el periódico tal y como lo conocemos no va a desaparecer. Se dice explícitamente, en lo que me parece más una declaración ansiosa que producto de la seguridad en el futuro. Es normal, porque ya dije que de eso va el proyecto en el que trabajaban: preservar el periódico tal y como era. Por esa razón muestran el periódico de siempre, limitándose a un simple cambio de dispositivo, sin plantearse otros posibles cambios de hábitos. De hecho, el uso que se le da es como si estuviese impreso en papel exceptuando los detalles multimedia. La gente lo comparte, pero en la misma mesa. Hay que comprar un ejemplar nuevo cada mañana (en lugar de suponer un mundo informativo continuo). Incluso el componente social que se muestra se parece más al clipping de toda la vida, con tijeras, que al que practicamos hoy. A pesar de los avances tecnológicos que se predicen, es un vídeo bastante conservador que plantea un mundo que es continuación directa de su presente. Por no predecir —aunque está muy relacionado con el enfoque— no predice ningún uso del dispositivo que vaya más allá del periódico. Por ejemplo, los elementos multimedia se muestran en relación con una noticia. Una predicción social hubiese sido profetizar el vídeo personal, YouTube y los memes de gatitos.

Pero quizá el cambio más grande que no predice es el uso actual que hacemos de la fuentes de noticias. No sólo el periódico ha perdido buena parte de su autoridad (en parte por razones tecnológicas y en parte también por el proceso de suicidio en el que se ha embarcado la prensa) sino que las cabeceras no tienen la importancia que se les atribuye en el vídeo. Para muchos de nosotros, la situación actual es precisamente la inversa de la mostrada. No empezamos con un periódico concreto, sino que partimos del proceso de compartir (vía Twitter en mi caso) y a partir de ahí vamos distribuyendo aquellas noticias o textos que nos interesen, sin importar su procedencia de una fuente u otra. Hoy en día, el recorte es en sí el punto de partida, en un proceso en el que mezclamos todo tipo de fuentes y medios. No tomamos un todo para fragmentarlo, sino que reunimos fragmentos para montar un todo.

Digamos que el vídeo plantea el mundo de siempre donde el canal de comunicación (de unos pocos a muchos) tiene una dirección concreta (del medio al público y rara vez a la inversa). Es el modelo de los grandes medios de comunicación que Internet hace años ya se encargó de modificar, haciendo que progresivamente sea más absurda la idea de empaquetar las noticias y vender el paquete. Eso tenía sentido cuando la tecnología –tener que imprimir sobre papel– hacía que resultase más conveniente y económico. Cuando cambias la tecnología… bien, las opciones son otras muy diferentes.

Eso sí, nada de lo que he dicho implica que nuestra época se libra de esa tendencia humana a extrapolar sobre lo conocido. Asumo que gran parte de lo que decimos hoy sobre el futuro, incluso el futuro a relativamente corto plazo, resultará también errado en lo social. Probablemente podamos acertar con la potencia de cálculo y las capacidades de los ordenadores del futuro, pero tengo claro que nos equivocaremos al predecir los usos que les daremos.

Que es precisamente lo interesante del futuro.

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Cómics 2012

Otra lista más:

    Enero

  1. Tamara Drewe de Posy Simmonds
  2. Aetheric Mechanics de Warren Ellis
  3. Literary Life de Posy Simmonds
  4. The Zen of Steve Jobs de Caleb Melby y Jess3
  5. Febrero

  6. Heracles de Sfar y Blain
  7. Plétora de piñatas de Mauro Entrialgo
  8. Abril

  9. Calamities of Nature de Tony Piro
  10. Bacon’s Not a Food, It’s a Lifestyle!: a Calamities of Nature Collection de Tony Piro
  11. Junio

  12. Yo maté a Adolf Hitler de Jason
  13. El niño gusano de Hideshi Hino
  14. Último sur 1: La burbuja de Bertold de Agrimbau y Ippóliti
  15. Último sur 2: El gran lienzo de Agrimbau y Ippóliti
  16. Low Moon de Jason
  17. Un paso en falso de Jason
  18. Julio

  19. No me dejes nunca de Jason
  20. Athos en América de Jason
  21. Los hombres lobo de Montpellier de Jason
  22. ¿Por qué haces esto? de Jason
  23. Supergod de Warren Ellis y Garrie Gastonny
  24. Agosto

  25. Fell: Feral City de Warren Ellis y Ben Templesmith
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Patrones sexistas

Me sucedió con una colección de cuentos de Ballard. Al principio pensé que era un efecto producido por mi caótico orden de lectura, que al ir encadenándolos aleatoriamente había logrado producir sin querer ese elemento sexista. Pero poco a poco la repetición de un mismo patrón hizo que la hipótesis de la aleatoriadad perdiese sentido y acabase admitiendo que había dado con un patrón, una incapacidad del escritor para salirse de un cierto cliché, de cierta forma de concebir los retratos literarios de mujeres.

En otro caso reciente, he acabado admitiendo que lo que podría haber sido producto de la casualidad —una forma concreta de expresar una idea— sea un patrón. Al principio, admito de nuevo, las acusaciones de sexismo hacia las nuevas temporadas de Doctor Who me parecieron un poco exageradas. Dudé posteriormente, al comprobar que un personaje tan bueno como River Song (que tuvo una gran presentación en «Silence in the Library» y al que se le concedió una muerte heroica en «Forest of the Dead») iba quedando progresivamente sometido a la figura del Doctor, hasta perder por completo su razón de ser excepto teniéndole a él como referente (dejo de lado al personaje de Amy Pond, que tiene otros problemas diferentes). No sólo es River Song un arma contra él, sino que también fue prácticamente fabricada para el Doctor y que su obsesión con él es producto de lo que parece un proceso de tortura. Me incordió el trato final que se le daba al personaje al concluir la sexta temporada, pero decidí atribuirlo a unas condiciones concretas, a una narrativa que se había plegado tanto sobre sí misma que no había dejado más opción, por lamentable que fuese.

Decidí pensar que era una casualidad.

Por tanto, no se pueden imaginar mi sorpresa al ver el primer episodio de la nueva tanda de Sherlock, «A Scandal in Belgravia», y encontrarme con un personaje llamado Irene Adler que no es más que una nueva versión de River Song. Empieza como mujer inteligente, independiente, combativa, capaz ampliamente de dar la réplica a Sherlock. Pero a partir de ese punto de partida, el episodio progresivamente la va aplastando, sometiéndola lentamente al personaje protagonista, tornándola un objeto sexual —de paso, convirtiendo la serie en un juego de niños pasándoselo bien—, hasta concluir con una escena de dominación masculina tan esperpéntica y ridícula que sólo puede tener sentido si la consideramos una fantasía de poder producto de la mente enferma del protagonista. Aumentando el paralelismo, incluso descubrimos que Irene no actuó por iniciativa propia, sino que ella es también un arma lanzada específicamente contra Sherlock. Ante ese panorama, lo que empezó pareciéndome un episodio ingenioso se me fue desmoronando con el paso de los minutos.

(Más detalles sobre el sexismo en el episodio se pueden encontrar en An Scandal in Belgravia y Steven Moffat, Sherlock, and Neo-Victorian Sexism).

Lo más asombroso es que Irene Adler es un personaje de una obra de Doyle (que no he leído, pero por lo que comentarios que he visto parece diferente a su versión televisiva). Vamos, que la única razón para que siga el mismo patrón que River Song es que su guionista lo ha decidido así. La cosa empieza a dejar de ser casualidad y me obliga a volver atrás y considerar de nuevo lo que sucedía en Doctor Who. Aunque por otra parte, tampoco es de extrañar en la medida en que esta versión de Sherlock se parece mucho a la versión actual de Doctor Who, sobre todo si uno cree que la escena final es real, porque en ese caso el detective posee las mismas capacidades de doblegar el espacio y el tiempo que el extraterrestre (y de hecho, Doctor Who tiene en «A Good Man Goes to War» un momento muy similar al final de Sherlock).

Parece quedar claro, pues, que en el arsenal de trucos de Moffat (que por lo demás, es un guionista de una gran imaginación) hay uno que se repite demasiado y siempre de la misma forma: una limitación enorme de los personajes femeninos. Ya se le ha acusado antes de sexismo y en ese aspecto creo que el especial Navidad de Doctor Who de este año es su intento de redimirse. Para empezar, el Doctor es más bufón y bobo que nunca (y eso que la versión actual del viajero en el tiempo es especialmente bufa), siendo un pobre diablo con buena intenciones que se las arregla para meterlos a todos en un lío monumental que es incapaz de resolver. Tiene que ser una mujer fuerte e inteligente la que acabe salvándolos a todos. Mujer que acaba con su dignidad y su orgullo intactos.

Por desgracia, la caracterización es igualmente superficial, sin que Moffat se moleste más allá de los mínimos, porque se la define unidimensionalmente sobre todo como madre, con la versión más cliché de madre. Por tanto, cuando el personaje dice que viene a buscar a sus hijos, ya sabes que no habrá fuerza en el universo capaz de detenerla (y un comentario similar sobre las madres se hace en Jekyll, por lo que el asunto viene de lejos), porque eso es lo que hacen las madres de ficción por el simple hecho de ser madres, sin que sus individualidades intervengan en lo más mínimo. Si el personaje que se ve en la pantalla supera esa unidimensionalidad, el mérito es de la actriz, que consigue elevar al personaje más allá de lo que podría esperarse de ese lugar común. Pero al menos el guión le concede escapar al destino fatal de River Song e Irene Adler, y le deja conservar su autonomía y sus méritos. Doctor Who sigue siendo el protagonista, pero de una forma bastante distante.

Viendo juntos el especial Navidad de Doctor Who y el «A Scandal in Belgravia», uno podría acabar pensando que Moffat sólo es capaz de escribir dos tipos de personaje femenino: la madre y la puta. No puede ser, porque yo a la protagonista de Press Gang la recuerdo como un gran personaje y me cuesta conectarla con estas mujeres recientes.

Quizá sea simplemente una cuestión de edad.

De la de Moffat.

O de la mía.

* * *

Tras escribir lo anterior, decidí leer «A Scandal in Bohemia», el cuento corto de Doyle que inspira el episodio de Sherlock. La lectura no pudo ser más reveladora, porque al terminarla el episodio me parecía todavía más ridículo y la deriva machista todavía más evidente. No es sólo un cuento donde, se recalca, Holmes pierde, sino que además Irene Adler, a la que jamás se despoja de su dignidad, le derrota empleando contra él precisamente las armas que caracterizan al detective. Es más, el cuento acaba bien —recordándonos que acabar bien no es lo mismo que terminar con el triunfo del héroe— porque Irene da su palabra y el futuro rey de Bohemia la considera tan sólida que no duda ni por un momento en aceptarla. Son ella y el futuro rey los que empleando a Holmes como conducto resuelven la situación.

Ciento y pico años después de que ese cuento se escribiese, su «adaptación» al siglo XXI convierte a una mujer fuerte e inteligente en un objeto sexual. Transforma la historia de una derrota merecida en una fantasía de poder. Las peripecias de dos caballeros británicos intentando resolver un caso se tornan en una aventura de adolescentes bobalicones.

Y Doyle es el victoriano.

(Postre: Steven Moffat Does the Classics)

Actualización: Imprescindible Imaginary Interview With Imaginary Steven Moffat.

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Esto que estás leyendo un libro…

Y te encuentras con erratas. No tiene nada de raro, ya que ninguna labor humana es perfecta y los errores son inevitables. Pero lo simpático es mi reacción al dar con el fallo (una a que falta en medio de una palabra, digamos, o «fugo» por «fuego»): no me sorprende el error. Lo que me sorprende, durante una fracción, de segundo es no ver una línea roja ondulada bajo la palabra, indicando que no aparece en el diccionario y que por tanto es preciso revisarla.

Qué conveniente sería. Para que luego digan que los libros en papel no tienen sus limitaciones.

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[50 libros] 2012

Un año más, una nueva lista. Se trata de ir apuntando los libros que leo durante el año con el objetivo de llegar a los 50. No por nada en particular. Es más, la cifra de 50 es totalmente arbitraria. Aunque se podría considerar un poco mediocre. Ni tan fácil como 20, ni tan difícil como 100. Algo alcanzable sin requerir mayor esfuerzo. Por tanto, ni siquiera digna de considerarse deporte.

(Abro paréntesis por placer (hoy (aunque sucede periódicamente) tengo uno de esos días) y porque acabo de recordar (en la medida (ciertamente limitada) en la que resulta posible recordar algo que vi (muy superficialmente) hace (más de) 25 años) de un chiste (sobre Lisp (el chiste (aclaro (porque ya sé que (en los comentarios) me lo van a preguntar)) es hacer referencia a un chiste sobre Lisp))).

Las listas de años anteriores: 2004, 2005, 2006, 2007, 2008, 2009, 2010 y 2011.

A lo que iba, empezamos:

    Enero

  • Fábulas de robots de Stanislaw Lem
  • The Ego Trick: What Does It Mean to Be You? de Julian Baggini
  • Febrero

  • Decoding the Heavens: Solving the Mystery of the World’s First Computer de Jo Marchant
  • How to Do Thing with Videogames de Ian Bogost
  • A Visit from the Goon Squad de Jennifer Egan
  • Confession of a Buddhist Atheist de Stephen Batchelor
  • Marzo

  • The Bloody Chamber de Angela Carter
  • Below Stairs: The Bestselling Memoirs of a 1920s Kitchen Maid de Margaret Powell
  • Inside Apple: The Secrets Behind the Past and Future Success of Steve Job’s Iconic Brand de Adam Lashinsky
  • Free Will de Sam Harris
  • Charlie y el gran ascensor de cristal de Roald Dahl
  • Abril

  • Wise Children de Angela Carter
  • Made by Hand: My Adventures in the World of Do-It-Yourself de Mark Frauenfelder
  • Mayo

  • Breve historia de la fotografía de Walter Benjamin
  • Introducing Slavoj Zizek: A Graphic Guide de Christopher Kul-Want
  • Junio

  • Mientras no cambien los dioses, nada ha cambiado de Rafael Sánchez Ferlosio
  • Barthes para principiantes de Philip Thody y Ann Course
  • Julio

  • Why Does the World Exist? An Existential Detective Story de Jim Holt
  • The Woman Who Died a Lot de Jasper Fforde
  • Mitologías de Roland Barthes
  • The Nice Old Man and the Pretty Girl de Italo Svevo
  • Agosto

  • Barthes: A Very Short Introduction de Jonathan Culler
  • The Pleasures of Reading in an Age of Distraction de Alan Jacobs
  • Septiembre

  • Baila, baila, baila de Haruki Murakami
  • Octubre – Noviembre – Diciembre

  • The Authenticity Hoax: How We Get Lost Finding Ourselves de Andrew Potter
  • Economics Without Illusions: Debunking the Myths of Modern Capitalism de Joseph Heath
  • Debt: The First 5,000 Years de David Graeber
  • Zero: The Biography of a Dangerous Idea de Charles Seife
  • Paintwork de Tim Maughan
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Top 3 de libros 2011

Desconfío tanto de las listas de lo mejor de XXXX (donde XXXX es un año que ha terminado o, más habitualmente, va a terminar (yo soy un hombre más clásico y considero que los años terminan cuando terminar y no un mes antes)). Es una desconfianza absurda, porque nace de mi incapacidad para comprender cómo alguien puede ver todas las películas de un año o leer todos los libros publicados en un periodo de 365 días como para hacer una lista que pueda titularse certeramente «lo mejor». Absurda, digo, porque todo el mundo es consciente de ese hecho, y más que nadie la persona que hace la lista, y que por tanto todos comprenden que «Lo mejor de XXXX» no es sino una forma abreviada de decir algo en plan «entre todo lo que he logrado ver, fiándome de lo que me ha llegado a través de mi filtros que llevo años cuidando y perfeccionando, esto es lo que considero mejor o más valioso». La primera forma de expresarlo es ciertamente preferible aunque sólo sea para preservar la salud mental del redactor de titulares.

Por lo demás, admiro mucho a la gente que es capaz de hacer, aunque sea mínimamente, una de esas listas. Debe ser agotador verse todo ese montón de películas de actualidad o leerse todos esos libros recién publicados para dar con la obra ocasional que nos emociona lo suficiente.

Yo soy demasiado vago para hacer algo así (y progresivamente estoy siendo demasiado mayor para la tarea). Y además, está la cuestión filosófica de que no siento excesiva fidelidad a la actualidad. Resulta muy fácil echar la vista atrás y comprobar cómo hace apenas seis meses aquella cuestión parecía muy importante, cuestión que hoy se nos antoja incluso un poco tonta. Por tanto, tiendo a ver, a leer y demás operaciones obras que me llaman la atención en un momento dado, procurando no mirar la fecha de caducidad.

Y, por supuesto, si hago una lista, la hago únicamente a partir de lo que he leído en ese año, cosa que muy probablemente poco coincida con la actualidad. Y en cuanto a la arbitrariedad del periodo temporal (cuestión que estos días se ha repetido mucho en Twitter, porque aparentemente todos los años debemos inventar una razón nueva para no felicitar el año nuevo, como si rendirnos a una acción tan simple nos rebajase), aplíquese un razonamiento similar al del primer párrafo.

Después de esta larga parrafada (escrita simplemente porque me apetecía, no crean (acabo de levantarme y todavía me estoy tomando el café (y sí soy capaz (como aquel señor que escribía en el periódico) de encajar más paréntesis dentro de paréntesis))), les dejo lo 3 mejores libros que he leído en 2011 (o que más me han gustado, porque me cuesta bastante distinguir entre esos dos estados) y de propina otro 10 que considero de los mejores, aunque en realidad sería más exacto decir que son libros que me fastidiaría no haber leído. La lista podría haber sido más larga, pero así son las limitaciones arbitrarias. Como este año no cumplí debidamente con mi obligación de reseñar los libros leídos, añado una pequeña frase a cada uno (acto con el que implícitamente también declaro mi bancarrota reseñil):

  1. La investigación de Stanisław Lem
    La gran novela sobre la causalidad.
  2. El hacedor (de Borges), Remake de Agustín Fernández Mallo
    Brillante remake de un clásico sustituyendo unas obsesiones por otras.
  3. Incompleteness: The Proof and Paradox of Kurt Gödel de Rebecca Goldstein
    De la génesis de uno de los teoremas más famosos y más incomprendidos de la historia.

Y los otros diez:

  • 1Q84 de Haruki Murakami
    Una historia de amor en un mundo fantástico. O quizá al revés.
  • High-Rise de J.G. Ballard
    Brutal retrato de la naturaleza humana.
  • No Such Thing as Silence: John Cage’s 4’33” de Kyle Gann
    Biografía de una composición impactante.
  • Marsahll McLuhan: You know nothing of my work! de Douglas Coupland
    Pocas veces alguien ha explicado tan bien a McLuhan.
  • Jealousy de Alain Robbe-Grillet
    Análisis del punto de vista.
  • El imperio de los signos de Roland Barthes
    Exploración de un país imaginario.
  • Steve Jobs de Walter Isaacson (en Fikun)
    Se le comprende un poco mejor.
  • What Language Is (and what It isn’t and what it could be) de John McWhorter
    Cómo funcionan realmente las lenguas.
  • 23 Things They Don’t Tell You About Capitalism de Ha-Joon Chang
    Estoy tan totalmente de acuerdo que casi no debería recomendarlo.
  • El intelectual melancólico. Un panfleto de Jordi Gracia
    La clase intelectual española es una vergüenza y alguien tenía que decirlo.

Se me olvidaba (en realidad no, pero ya saben que los post hay que escribirlos en ese tono de conversación, como si las ideas se me estuviesen ocurriendo en la misma secuencia en las que están redactadas) comentar que tengo listas similares de años anteriores: 2005, 2007, 2008, 2009 y 2010.

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