Si admiro a alguien, admiro a Chris Marker.
No sé cómo definirle. Habitualmente se le considera director de cine. Pero si lo es, no es director de cine como se entiende habitualmente esa actividad. Sobre todo porque deriva especialmente hacia un cine cercano al ensayo, no estrictamente documental, manifestando siempre una aproximación personal, un necesario punto de subjetividad. Digamos que no hace cine para contar, sino para poder pensar. Sans Soleil, por ejemplo.
Pero luego, claro, está La Jetée.
La Jetée es una extraordinaria película de ciencia ficción que no llega a la media hora y está contada con fotografías (excepto, unos breves e impactantes segundos). Trata sobre la memoria, el tiempo y aspectos de la identidad personal. En ese aspecto, la combinación formal y temática no puede ser más interesante.
En realidad, he visto poco de la obra de Marker (en concreto, sobre todo el contenido de un pack en DVD que sacaron hace unos años), pero lo que he visto me ha resultado fascinante y su autor uno de esos creadores que uno no entiende que no sea más famoso (también es verdad que su obra es muy difícil de conseguir). Pero lo que realmente admiro de Marker es su capacidad para adaptarse y cambiar, para moverse de un sistema a otro y aprovechar las posibilidades tecnológicas allí donde se presentan. Si hay que hacer instalaciones, pues se hacen, si hay que hacer una serie de televisión, pues también, o lo mismo con un CD-ROM (y hasta hace poco hacía cosas en Second Life). En su última película hasta ahora, Chats perchés (una impresionante reflexión sobre la política y la idea de revolución disfrazada de persecución de un gato por las azoteas de París), emplea técnicas informáticas para ayudar a componer algunas de las ideas. Vamos, que si yo llego a sus 90 años, me gustaría conservar esa capacidad para acercarme a lo nuevo.
Hay varios libros sobre Chris Marker. Si tuviese que quedarme con uno, probablemente elegiría el de Catherine Lupton (donde se dan más detalles sobre su compromiso político con la izquierda y sus obras que no son estrictamente cinematográficas. Por ejemplo, Immemory). Pero la verdad es que si todos los libros sobre él vienen a decir lo mismo (después de todo, hablan de las mismas obras), todavía no he leído uno que sea decepcionante. Por tanto, como aproximación al autor, éste vale tan bien como los otros. Eso sí, como aparece en una colección dedicada a directores de cine, se centra en ese aspecto de su obra, desarrollando los elementos comunes. Como el libro no es largo, los análisis son necesariamente cortos, pero, al menos juzgando por las películas que he visto, ofrecen muchas ideas y detalles. La parte política no está excesivamente desarrollada, como tampoco se entra –más que ocasionalmente- en la tendencia de Marker a ocultarse y emplear todo tipo de seudónimos. A Marker le gusta ocultarse tras su gato o emplear esa vieja fotografía suya donde se le ve con el rostro casi completamente escondido por la cámara.
[50 libros] 2011