El juego de los abalorios

Sobre el ritual de la cultura artística en Is the Tate too good for Danny Boyle?:

It’s because art galleries are smothered in snobbery. We check in our real cultural passions at the door, put on a clever face, and prepare for a couple of hours’ posing. Ah, a fine video work by Keiller, so restrained and boring – I mean profound. Art has to fulfil a set of criteria: to be reserved, abstract, conceptual – not because there is a modernist revolution going on (there isn’t) but because the ritual of visiting a gallery is a ritual of social definition and differentiation: a way of showing off. It is the opposite of a dark cinema where you become part of an egalitarian crowd.

Obviously I don’t think this is the whole truth about art and art galleries – but read Distinction by the French sociologist Pierre Bourdieu, who really did think it was the whole story. Looking at art should be and can be as passionate and genuine as enjoying a good film. But the culture of art-going gets in the way of that innocent eye. Art shorn of snobbery would look very different, and be a lot more fun. There might even be popcorn.

En realidad, sucede con todo lo que se puede convertir en marca para diferenciarse de los demás, y ni siquiera el cine popular está tan libre de elitismos como la comparación podría dar a entender. Y asombra la cantidad de fenómenos que puede entrar en ese apartado. Por ejemplo, la furia ortográfica que flamea a menudo en Twitter. Cualquier pequeño error se responde con una declaraciones que harían pensar en algún crímen de sangre, a pesar de que el error no ha impedido la comunicación. Pero la reacción se comprende cuando nos damos cuenta de que la ortografía es uno de esos recursos que empleamos para distinguirnos de los que no son dignos de nuestra condición, para reconocer a otros de nuestro nivel o para fulminar a aquellos miembros de nuestro grupo cuando su mal uso parece arrastrarnos también a nosotros —el peor de las crímenes—, no sea que nos confundan con alguien inferior.

Y volviendo a las artes, sí resulta un poco triste que en tantas ocasiones la cultura no se defienda por los placeres que pueda proporcionar, sino que se use más bien como arma arrojadiza para atacar a los que no son tan «cultos» como tú.

(vía @ahiebra)

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