Renaissance, de Christian Volckman

Una curiosa película de animación realizada con técnica de captura de movimiento. Es decir, una vez grabados las acciones de actores reales, los creadores emplearon esas referencias para animar modelos informáticos en 3 dimensiones. Luego, rizando el rizo, dejaron el resultado en un blanco y negros casi estricto, sin grises. En algún momento parece que sí hay algo de gris, y dos escenas contienen elementos de color que destacan sobre ese fondo tan espartano, pero por lo demás, sólo blanco y negro. El efecto visual, como ya pueden imaginar, es impactante, porque la tridimensionalidad de los objetos, las caras, los movimientos, deben inferirse a partir de las fluctuaciones de masas de negro y blanco, por lo que las imágenes te obligan a un ejercicio de orientación y revaluación de la imagen. Es como ver moverse un cómic, pero con un resultado que no podría haberse logrado sin emplear una técnica tan laboriosa (que aparece descrita en un documental que viene en la edición en DVD).

Hay algo inmensamente interesante en ese proceso que pasa de actores reales y renuncia al color, al gris e incluso al volumen. Hay algo profundamente asombroso en un mundo que se presenta con un contraste tan absoluto.

Además, la película transcurre en un París de 2054, que es muy similar al París actual, pero que contiene muchos elementos nuevos, producto de la imaginación y la extrapolación. Es una ciudad llena de niveles, por los que la cámara se va moviendo aprovechándose de los cambios de blanco y negro para ir revelando y ocultando detalles, donde nunca sabes si ese cambio es un producto de la modificación de la luz o del movimiento de la cámara. Además, en algunas ocasiones no sabemos si la masa que vemos es blanca porque está iluminada o es blanca porque es transparente, y con sorpresa descubrimos que algunos niveles son de vidrio y que podemos ver las acciones que se sucede por encima y por debajo. Lo mismo pasa con las masas de negro. La imposibilidad de saber si el negro es el propio del espacio vacío o es producto de la falta de iluminación se aprovecha en alguna ocasión para superponer caras de forma que las mitades iluminadas de cada una formen un nuevo rostro que fusiona momentáneamente a dos personajes, indicando una unidad simbólica entre ellos.

Y ya está. Si van a ver la película, será por lo que acabo de contar, porque les interesa ver si el resultado estético se corresponde a lo que he descrito. Porque la historia -científica secuestrada, misteriosa corporación con intenciones poco benévolas, policía decidido a resolver el caso- no es más que la sucesión de clichés de cualquier película de serie negra, sin apenas elementos novedosos o interesantes (vamos, por usar incluso recurre al tópico del policía que sólo resuelve el caso una vez le han suspendido de sus funciones). De hecho, apenas es ciencia ficción y podría haberse contado igual de bien en cualquier otro contexto. Esa historia no precisaba de tanto esfuerzo técnico, se alarga en exceso, es tópica y desmerece a lo visual. Me resulta difícil comprender que alguien invierta tantos esfuerzos en crear una película con una estética tan diferente y que luego la emplee para contar algo tan pedestre. ¿Por qué no buscar una historia que estuviese a la altura? ¿Por qué no aspirar a contar de esa forma lo que no podría contarse con otro tipo de estilo?

Si Renaissance no hubiese intentado contar una historia la habría disfrutado mucho más. Porque al final, es mucho más interesante como experimento que como narración.

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Si el libro en papel le ganase al libro electrónico quizá sería por esto…

Al igual que John C. Abell, autor de 5 Reasons Why E-Books Aren’t There Yet (vía Five areas where e-books do not beat print), me encanta mi iPad para leer. Al contrario que él, sigo comprando muchos libros en papel aunque me encantaría no tener que hacerlo. Me gustaría poder comprar electrónicamente cualquier título que me interesase. Por desgracia, el precio (en muchas ocasiones superior a la edición en papel) o la disponibilidad (no todos los títulos están en digital) me lo suelen impedir.

Pero sí, el libro electrónico ha llegado para quedarse, porque sus ventajas superan a sus problemas. Pero, ¿en qué aspectos mejora el libro en papel al libro electrónico? Él ofrece 5 puntos, que son interesantes y también algo jocosos. Si has leído sus razonamientos, mi punto es vista es:

An unfinished e-book isn’t a constant reminder to finish reading it.

Lo considero un punto a favor del libro electrónico. Aunque debo ser sincero y admitir que estoy razonablemente acostumbrado a tener un buen montón de libros sin terminar, por lo que habitualmente no me importa ver la pila de libros que me gritan desesperadamente. Paso de ellos. Pero una de las formas de hacer que la vida sea menos estresante es eliminar aquellas preocupaciones innecesarias, por lo que es positivo que los libros no te estén recordando continuamente que debes leerlos. Así se vive más tranquilo.

Debemos recordar que no hay ninguna obligación de terminar de leer un libro. Si no recuerdo mal, era Borges el que decía que si un libro no te gusta, déjalo y pasa a otro (será por libro, debió pensar). Aunque admito que no nos educaron para esa libertad. Para muchos, la lectura parece ser menos una diversión y más una obligación, y un libro sin leer pasa de ser una trivialidad a convertirse en una falla moral o incluso en un pecado por el que pagaremos en un futuro indeterminado.

Por tanto, en este concreto es mejor aplicar el ojos que no ven, corazón que no siente.

You can’t keep your books all in one place.

Cierto. Peor aún, no tenemos claro que podamos leerlos en el futuro. Hay muchos libros electrónicos atados a un servicio concreto o que vienen en un formato propietario que el tiempo podría hacer imposible de leer.

Evidentemente, hay muchas formas de superar esos obstáculos. Pero hacerlo exige un cierto esfuerzo (que será o no asumible para algunos lectores) y no es tan simple como recoger todos tus libros en papel y disponerlos en el estante como mejor te convenga. Aún así, si estas dispuesto a invertir el tiempo requerido, puedes tener buena parte de tus libros electrónicos en un mismo lugar.

Haciéndolo, negamos por una parte algunas de las facilidades del libro electrónico (la facilidad de conseguirlo), aunque ganamos otras (tenerlos a disposición de todos nuestros dispositivos de lectura, por mucho que ésa no sea la intención del editor). Pero lo triste de esa situación de cierre editorial es que no se deriva naturalmente de la existencia del libro electrónico, de hecho, va contra su propia naturaleza de archivo informático. Al ser un simple fichero, en principio sería posible leerlo en cualquier plataforma para la que alguien se haya molestado en crear un lector (aunque no es magia y alguien tendría que conocer el formato), garantizando el uso de esos libros en un futuro arbitrariamente largo. Sin embargo, en lugar de abrazar esa libertad, nos empeñamos en restringirla, incluso superando en algunos casos las limitaciones del papel.

Y no hemos tocado el aspecto de control social. Si el editor o el distribuidor controlan los usos que se pueden realizar el libro, nada nos garantiza que ese libro vaya a estar disponible en el futuro. De hecho, a menos que tomemos precauciones, nada nos garantiza que no lo vayan a borrar de nuestro lector, como ya ha sucedido. De hecho, me parece una importante ventaja del papel sobre el digital que el artículo original no contempla.

Notes in the margins help you think.

Si eso te gusta, sí. Yo tiendo más bien a marcar frases o párrafos. Eso se hace igual de bien con un libro Kindle. Por supuesto, volvemos al punto anterior sobre las limitaciones. Las notas escritas en papel las puedo consultar mientras el libro exista. Las de Kindle mientras Amazon exista.

(¿Por qué dicen «la nube» cuando quieren decir «las nubes»?)

E-books are positioned as disposable, but aren’t priced that way.

Más que cierto. Un aspecto interesante del libro electrónico es poder leerlo y luego olvidar incluso de que lo tienes (con el libro en papel también se puede hacer, basta con regalarlo o tirarlo después de leerlo, pero no todos son capaces).

Si aprovechásemos realmente el mundo digital en el que vivimos, no haría nada de falta guardar libros electrónicos. Por su propia naturaleza son inmateriales y simplemente deberían estar por ahí, flotando en su éter, esperando a que los reclamemos. Guardar un libro en papel tiene sentido porque no sabes si, en el futuro, podrías llegar a recuperarlo. Pero ahora mismo no tendríamos absolutamente ningún problemas para preservar en internet todo lo que se ha escrito y ponerlo a disposición de cualquiera que pudiese conectarse.

Por desgracia, vivimos en un mundo donde eso se podría hacer pero los que venden cultura prefieren hacer que el libro electrónico se comporte como un libro en papel (más que nada, porque ése es el negocio que conocen y quizá no sería justo exigirles que cambien). Lo que hace que un intangible tenga que ser manejado como si fuese un objeto físico. Y lo que es peor, ponerle precio de objeto físico. Como dije al principio, es fácil irse a Amazon y encontrar el libro electrónico más caro que el libro en papel. Un absurdo que el tiempo posiblemente irá corrigiendo a medida que aparezcan editoriales puramente digitales.

O eso podemos esperar.

E-books can’t be used for interior design.

Soy frívolo. Tanto, que ésta es la razón, de las cinco, que me parece más importante. Hay mucha gente haciendo todo tipo de cosas con libros en papel, deformándolos, moldeándolos y rompiéndolos para crear objetos extraordinarios y nuevos. Pasará mucho tiempo antes de que el libro en papel desaparezca, por lo que ese arte perdurará durante un tiempo. Pero algún día dejarán de poder crear esas obras.

Pero evidentemente, buena parte del impacto de esas creaciones se debe precisamente a su relación con la cultura libresca. Si el libro no tuviese el valor social que tiene, la cuidadosa exploración de las páginas, el juego de yuxtaposiciones, la serendipia de un corte que conecta dos puntos que no sabíamos relacionadas, perderían buena parte de su sentido.

(Aquí me he desviado. El artículo habla de diseño interior, mientras que yo lo he derivado hacia otra parte. Él habla de cosas como usar los libros para decorar, mostrar quiénes somos y demás. Lo que es, también importante para muchos lectores: si no puedes demostrar que has leído ciertos libros, leerlos pierde parte de su valor. Pero el mejor aspecto de los libros en este punto escapa a su contenido. Exponer una selección de títulos interesantes y llamativos como método de distinción no exige haberlos leído, de hecho, ni siquiera exige que estén impresos).

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El juego de los abalorios

Sobre el ritual de la cultura artística en Is the Tate too good for Danny Boyle?:

It’s because art galleries are smothered in snobbery. We check in our real cultural passions at the door, put on a clever face, and prepare for a couple of hours’ posing. Ah, a fine video work by Keiller, so restrained and boring – I mean profound. Art has to fulfil a set of criteria: to be reserved, abstract, conceptual – not because there is a modernist revolution going on (there isn’t) but because the ritual of visiting a gallery is a ritual of social definition and differentiation: a way of showing off. It is the opposite of a dark cinema where you become part of an egalitarian crowd.

Obviously I don’t think this is the whole truth about art and art galleries – but read Distinction by the French sociologist Pierre Bourdieu, who really did think it was the whole story. Looking at art should be and can be as passionate and genuine as enjoying a good film. But the culture of art-going gets in the way of that innocent eye. Art shorn of snobbery would look very different, and be a lot more fun. There might even be popcorn.

En realidad, sucede con todo lo que se puede convertir en marca para diferenciarse de los demás, y ni siquiera el cine popular está tan libre de elitismos como la comparación podría dar a entender. Y asombra la cantidad de fenómenos que puede entrar en ese apartado. Por ejemplo, la furia ortográfica que flamea a menudo en Twitter. Cualquier pequeño error se responde con una declaraciones que harían pensar en algún crímen de sangre, a pesar de que el error no ha impedido la comunicación. Pero la reacción se comprende cuando nos damos cuenta de que la ortografía es uno de esos recursos que empleamos para distinguirnos de los que no son dignos de nuestra condición, para reconocer a otros de nuestro nivel o para fulminar a aquellos miembros de nuestro grupo cuando su mal uso parece arrastrarnos también a nosotros —el peor de las crímenes—, no sea que nos confundan con alguien inferior.

Y volviendo a las artes, sí resulta un poco triste que en tantas ocasiones la cultura no se defienda por los placeres que pueda proporcionar, sino que se use más bien como arma arrojadiza para atacar a los que no son tan «cultos» como tú.

(vía @ahiebra)

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