De la reacción de los medios a la reciente tragedia en Japón, lo que más me impresionó no fue el sensacionalismo, la elección de los expertos según el tremendismo de sus declaraciones, las distorsiones y manipulaciones, y todos los demás elementos de los que habitualmente se acusa a los periodistas. Lo que más me asombró fue la absoluta incultura científica de la que podían llegar a presumir los medios. Durante esos días leí artículos periodísticos cargados de errores científicos de bulto, fallos tan descomunales que eran el equivalente científico de decir que el pato Donald escribió El Quijote. Y sin embargo, así se publicaban supuestas explicaciones sobre la radiación o el funcionamiento de una central nuclear, que no tenían ni pies ni cabeza. Acabé con la convicción reforzada de que las únicas noticias que en los medios se atienen a los hechos son aquellas referidas al deporte.
El amigo Maximiliano Corredor, que sabe de comunicación científica, lo resume perfectamente.
Un caso claro que une ambas situaciones es lo vivido el último mes tras el desastroso accidente de la central nuclear de Fukushima Daichii. Es lógico que un periodista no sepa de radiación y centrales nucleares. Si lo hiciese, sería ingeniero nuclear y trabajaría en una de ellas. Por tanto, a la hora de hablar de la situación real y los riesgos para la población, lo que debe hacerse es recurrir a la opinión de expertos. Expertos que, cada uno, tienen su propia agenda y, sobre todo, su propio área de experiencia. El periodista no sólo debe recurrir a más de un experto, sino que debe averiguar los intereses de cada uno de ellos antes de reproducir lo que le han dicho. Las prisas por informar, sin embargo, pudieron más y en la mayor parte de los casos se difundieron rumores y exageraciones (de cada uno de los bandos) y la habitual aglomeración en el metro tokiota a la hora de volver a casa al finalizar la jornada laboral se convirtió en imagen de la huida desesperada de los japoneses.
La víctima de esto es el público, pero también el propio medio periodístico. Cada vez más los ciudadanos tienen a su disposición multitud de fuentes de información y, lo que quizá sea más importante, la capacidad de contrastar ellos mismos lo que se les dice. Las fuentes primarias tienen a su disposición un medio para que su mensaje sea lanzado, así que lo hacen. Basta con utilizar un buscador web para encontrar información más que suficiente sobre cualquier tema. Al poco de producirse la catástrofe, ya corrían por blogs y twitter el diseño de la planta accidentada, recuentos actualizados con la última hora desde Japón e infografías poniendo en perspectiva el significado de las fugas.
En Evolucionarios – Buena ciencia.
Evidentemente, si hablamos de los complejos detalles del funcionamiento de la energía nuclear o la mecánica cuántica, se debe recurrir a los expertos. Y si el experto suelta lo que para alguien con conocimientos similares es una tonterías, tienes pocas opciones (aunque una evidente sería buscar algunos expertos más al mismo nivel). Pero lo más triste de la situación es que no estoy hablando de ese tipo de conocimientos avanzados. Yo me refiero a una especie de analfabetismo fundamental, un desinterés total por aspectos fundamentales del planeta sobre el que ponemos los pies, unos conocimientos mínimos, de educación secundaria, sobre el mundo. Luego, los periodistas no dejan de llorar –vas a cualquier reunión de blogs y lo puedes comprobar– sobre la muerte de su profesión. Pero en realidad, es un suicidio nacido del más absoluto desinterés.
Hay quien me lo intentaba justificar diciendo que los periodistas se limitan a transmitir lo que dicen sus fuentes. No me creo que esa sea la imagen que los periodistas tienen de sí mismos, simples transmisores, como los cables de un teléfonos. Si así fuese, su profesión sería innecesaria, o al menos, sólo duraría hasta que podamos enseñarle a un ordenador de disfrazar las notas de prensa. Si el periodismo no aspira ni siquiera a comunicar algo que se parezca mínimamente a la verdad, ¿cuál es su función?
Lo curioso es que hay gente dispuesta a contar esas cosas de una forma razonablemente precisa. Me encontré muchos blogs que se las arreglaban para explicar qué es la radiación o cómo funciona la energía nuclear sin problemas y con claridad. Como comenta Maximiliano más arriba, los blogs se apresuraron a llenar el hueco que el periodismo se negaba a cubrir (también tenemos la Wikipedia, que explica muchos de esos conceptos sin problema). Y la verdad, cuando un blog de ciencia ficción hace mejor trabajo informativo que un importante periódico nacional, creo que tu problema empieza a ser grave.
Tres enlaces más: Autocrítica, Why bad journalism has driven me to desperate ends y ¿Cuándo dejaron la prensa y los medios de informar?