Una fábula sobre el copyright: Sanji and the Baker, de Robin Tzannes y Korky Paul

Este libro para niños, con textos de Robin Tzannes e ilustraciones de Korky Paul, se publicó originalmente en 1993. Por tanto, desconozco cuál era la intención original de la historia, aparte de ser una fábula más o menos genérica sobre la avaricia. La habitualmente confiable Wikipedia sólo me ofrece noticia sobre el ilustrador Korky Paul.

Pero hoy en día resulta muy fácil, e incluso inevitable, leer la historia como una sencilla reflexión sobre el copyright, una forma fácil de presentar a los niños el problema fundamental de los derechos de autor: parcelar y privatizar la cultura común de la humanidad, permitiendo el monopolio fragmentario de algo que pertenece a todos. Aunque el paso inicial, permitir un cierto control durante un tiempo limitado a cambio de la producción cultural, pudiese considerarse razonable, la avaricia ha llevado a reclamar cada vez más paquetes de derechos hasta puntos francamente absurdos. Al final, la gran paradoja del copyright es que condena al olvida y a las tinieblas toda aquella obra que no tenga valor comercial, porque el valor cultural en general no es suficiente para permitir su rescate dentro del marco legal.

Las historia es tal que así.

Sanji es un viajero que ha recorrido el mundo. Un día llega a la fabulosa ciudad de Fratsia y allí decide quedarse un tiempo. Tras acomodarse, descubre que su alojamiento se encuentra sobre una panadería. Todas las mañanas, Sanji huele con deleite los deliciosos productos preparados por el panadero. Tanto le gustan, que de vez en cuando baja a la tienda y compra un bollo o un panecillo.

Por desgracia, eso de que Sanji disfrute gratuitamente de los olores no gusta nada al panadero que cree tener derecho sobre algo que simplemente flota en el aire y llega por sí mismo a todas partes. Exige por tanto el pago correspondiente, un canon sobre el olor digamos, y cuando Sanji se niega a pagar, lo lleva ante el juez.

El núcleo de la historia radica en dos puntos. En los amigos de Sanji, y su situación en la última viñeta, y, evidentemente, en la decisión final del juez y el ejemplar castigo —ajustado perfectamente a la falta— que impone.

Evidentemente, es una fábula, y aún tomándola como metáfora, no se ajusta cien por cien a la realidad. Pero por otra parte, como toda fábula es un excelente punto de partida. La historia es divertida, las penalidades de Sanji adecuadamente penosas, la avaricia del panadero es perfectamente despreciable (aunque en realidad sea totalmente humana). Los dibujos son estupendos y tremendamente expresivos. Un gran conjunto.

Ideal.

Cómics 2011

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