Otra reseña de 1Q84

Parece que le ha gustado tanto como a mí:

Cometí un error con 1Q84: leerme la primera página. Puede parece el típico argumento absurdo, yo mismo me he reído de cosas así cuando se lo he escuchado decir a otras personas: «Es que te lees la primera página y no puedes parar». Verídico. Era algo que había experimentado en menor medida con los otros libros del autor que he leído: Tokio Blues, una melancólica historia de pérdida y personajes aislados; y After Dark, una narración onírica de una noche cualquiera en la ciudad de Tokio. En ambos textos, aunque podría decirse que cubren los dos extremos del estilo narrativo de Murakami, los personajes son el eje de la narración: sus miedos, sus anhelos, sus problemas y sus enfermedades; parecen estar ahí como hilo conductor de una trama en la que los acontecimientos quedan en un segundo plano. 1Q84 no es menos y va mucho más allá en términos de desarrollo de los personajes protagonistas. Como si fueran las capas de una cebolla, Murakami nos desvela muy lentamente el pasado de Tengo y el de Aomane, un pasado que guarda una importancia crucial y más de una sorpresa para el futuro de ambos.

vía 1Q84.

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1Q84, de Haruki Murakami

1Q84, de Haruki MurakamiCuando tenían diez años –tras un sencillo y breve momento de relación humana-, las vidas de Aomame y Tengo en cierta forma quedaron en suspenso. Es decir, siguieron viviendo, creciendo y demás rutinas del devenir humano, pero sólo 20 años después, en el mundo de 1Q84, recuperan la vitalidad y algo cambia en ellos. La naturaleza de esos cambios, su origen último, las consecuencias que provocan son en esencia el trasfondo de esta novela, una peculiar historia de amor en la que los amantes jamás llegan a encontrarse y en la que la voz del autor se esconde tras la ausencia de la primera persona. Una de esas historias que no parece tener más matices, como una hoja doblada de papel a la que uno podría no prestar atención pero que al desplegarse va revelando dibujos inesperados y atisbos de otros mundos.

Alrededor de ese núcleo, el autor teje temas con toda confianza, habiendo perfeccionado hasta tal punto su arte que sabe que puede lanzar al aire todas las pelotas que quiera sin tener problemas para ir recogiéndolas todas una a una. La infancia, evidentemente, es uno de esos temas, porque allí es donde se fraguan muchos aspectos de nuestra situación actual (y los 10 años resulta ser una edad que se repite en varias ocasiones y que parece marcar una frontera vital en varios personajes). También las sectas religiosas, la política japonesa antes y después de la segunda guerra mundial, el maltrato en todas sus formas. Pero en todo momento Aomame y Tengo forman el punto central de la narración, cuya relación da sentido a lo que sucede y en cierta forma a lo que sucedió y se nos va revelando. Son el centro de la que probablemente sea la novela más deliberadamente ambigua de Murakami, aquella en la que más se entremezclan los conceptos, las ideas y los sentimientos sin intentar en ningún momento producir una síntesis. 1Q84 (Tusquets Editores. ISBN: 978-84-8383-296-7. 740 pp. 26,00€) es todo lo contrario de una novela sobre certidumbres. Por rechazar, la novela incluso deja de lado la dicotomía entre bien y mal, sustituyéndola por la interrelación de los enigmáticos conceptos de «perciever» y «receiver». Si aspira a algo, es a eliminar cualquier traza de saber dónde estás.

Es tradicional el descenso en las novelas de Murakami, cuando un personaje baja a las profundidades para dar con un mundo diferente. En 1Q84 el proceso no podría ser más inmediato. Aomame subida en un taxi, dirigiéndose a una misión, escucha en la radio una pieza musical concreto que reconoce a pesar de desconocerla. Poco después, atrapada en un atasco, se vuelve Alicia y desciende una escalera de servicio de la autopista. Es en ese momento cuando Aomame abandona su año, 1984, y entra en 1Q84, que no es exactamente un mundo paralelo, ni tampoco alternativo. 1Q84 simplemente es. Un año central, terriblemente importante… un eje.

En 1Q84 las cosas son un poco diferentes. Estados Unidos y la Unión Soviética colaboran en la construcción de una base permanente en la luna. Las fuerzas de seguridad japonesas se enfrentaron unos años antes a un violento grupo religioso, lo que forzó a que ahora la policía lleve armas diferentes. Más llamativo, hay dos lunas en el cielo. Dos lunas que parecen mantenerse siempre a la misma distancia entre sí, que forman simultáneamente una señal y un reflejo.

¿Qué hacía Aomame en ese taxi? ¿Qué música escuchó? Fue la Sinfonietta de Leoš Janáček, que, no por casualidad, gusta mucho a Tengo. Y en el taxi estaba porque iba a cometer un asesinato. A pesar de trabajar como instructora de gimnasio, Aomame vive una doble vida –que en muchos aspectos es más real que su vida oficial- matando a hombres.

Tengo por su parte tiene también doble vida. Profesor de matemática en una academia preparatoria, dedica su tiempo libre a escribir novelas que nadie publica. Eso, hasta que un día un editor le propone reescribir una novela, La crisálida del aire, que una joven de 17 años ha presentado a un concurso. La novela causa un gran impacto emocional –habla de un mundo con dos lunas donde unos entes llamados Little People ejercen un control invisible sobre la humanidad, describe una comunidad cerrada y relata hechos simultáneamente fantásticos y perfectamente creíbles- pero está toscamente escrita. Es preciso reescribirla, en secreto, para que pueda ganar el premio (aunque para su autora, la joven Fukaeri, lo importante es la divulgación de la obra). La jugada es arriesgada y éticamente muy poco defendible. Pero Tengo se entrega a ella con pasión, descubriendo en la reescritura su propia fuente interna de inspiración. Pero el proceso de transformar las palabras, la reescritura literaria, debe ejercerse con responsabilidad, porque las consecuencias pueden ser enormemente inesperadas y desastrosas. Las palabras poseen el poder de conjurar mundos que antes no existían y de dar forma a lo que antes sólo era una sombra.

Paralelamente, Aomame tiene también su propia «editora», la mujer que le indica a quién debe matar. Y es una nueva misión –asesinar a un líder religioso que ejecuta actos especialmente repugnantes- pone en marcha su propio proceso de despertar. Aomame y Tengo, en suma, se descubren ejecutando cada uno un acto poco éticos que sin embargo es el acicate para ayudarles a salir de la quietud emocional en la que han vivido durante veinte años. De lo negativo surge lo positivo. Es más, cuando finalmente nos encontramos con el líder religioso –cuya identidad ya sospechamos-, éste también resulta ser un ser envuelto en la misma ambigüedad que permea toda la novela.

1Q84 es una novela extremadamente ambiciosa. Temáticamente, debe ser su novela más compleja quizá exceptuando El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas, estando repleta de un juego de reflejos, repeticiones y reelaboraciones (Chéjov y Sajalín, por ejemplo). Narrativamente, no debe ser nada fácil dibujar las personalidades de su pareja protagonista a medida que Aomame y Tengo intentan elucubrar (en momentos diferentes) sobre la naturaleza del mundo en el que se encuentran, cuando intentan remontarse al pasado. Pero Murakami lo hace aparentemente sin ningún esfuerzo, logrando ser apasionante casi como si no lo pretendiese, limitándose a plasmar una palabra tras otra. En parte lo logra recurriendo a las conversaciones, en lugar de la reflexión interior más habitual en otras de sus novelas, que permiten jugar con los puntos de vista, con las visiones distintas y con esa ambigüedad que he mencionado. Es más, cuando parece que un tema ha quedado agotado, un personaje inesperadamente, pero también coherentemente con su naturaleza, revela un nuevo aspecto que no habíamos considerado. Sucede con la niñez en varias ocasiones.

Y también con la relación de Japón con el resto del mundo, porque ese regreso al pasado incluye una reflexión sobre los actos pasados del país. No se trata de algo tan evidente como en Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, pero creo que es igual de contundente. Se plantea así un juego sutil entre la infancia humana y el pasado reciente del país. En particular, aunque Murakami llega incluso hasta la Segunda Guerra Mundial, es evidente que el autor ha dado buen uso al libro de entrevista que escribió sobre los ataques con gas al metro de Tokio, sirviéndole para explorar las raíces del fanatismo religioso y de las sectas más destructivas (un libro, por cierto, que estoy seguro de que traería muchos nuevos lectores a Murakami).

1Q84 plantea una curiosa dinámica, un regreso al pasado para poder avanzar. El comienzo de la novela es la rotura de ese punto de inmovilidad emocional y vital, y el inicio de un camino nuevo, que se repliega sobre sí mismo, que debe volver atrás antes de adentrarse en el futuro. Esa tarea se ejecuta como si no se estuviese haciendo, mientras el autor y la narración parecen mirar a otra parte. Un detalle que jamás dejará de asombrarme de la literatura japonesa –y que se aplica perfectamente a este caso- es su capacidad para contar con el espacio en blanco entre las líneas de texto. Lo que no se dice es tan o más importante que lo que se cuenta.

En cierta forma también resulta ser una reflexión sobre el papel del escritor en el mundo, sobre la responsabilidad en el uso de las palabras. Una novela dentro de la novela desata muchos de los acontecimientos, de hecho, explica muchos detalles del mundo 1Q84. La pasión de Tengo por su tarea es la pasión de cualquier artista que se embarca en una aventura incierta. Cualquier libro potencial es también un desastre en potencia, como sucede con cualquier mundo posible. De hecho, en ocasiones, parece que Tengo esté escribiendo la historia de Aomame, o ésta la historia de Tengo.

Me resulta un poco frustrante escribir sobre un libro del que no puedo revelar demasiados detalles. Debo confiar en haber dado indicaciones suficientes. Pero voy a contarles el momento en que este libro me desarmó por completo, el momento en que todas mis defensas de lector cayeron definitivamente. Fue en el capítulo 8, donde Tengo lee (para posteriormente relatar dos veces) la peculiar historia –muy de Murakami- de un pueblo habitado por gatos. El capítulo se titula «Va siendo hora de que los gatos aparezcan», un divertido comentario sobre uno de los elementos más queridos del autor, una pequeña muestra del control que ejerce sobre el libro que escribe (otro título con similares resonancias de Murakami es: «Por fin ha comenzado la hora de los fantasmas»).

(De hecho, los títulos de los capítulos son una delicia y leer el índice es uno de los placeres de este libro: «Con sigilo, para no despertar a la mariposa», «Por muy lejos que intentemos ir» o «La Morsa y el Sombrerero Loco». Otra broma consigo mismo me parece el detalle de que en algún momento se empiecen a detallar las marcas de todo lo que aparece. Sin embargo, a un personaje le resulta imposible identificar la marca de un artículo aparentemente muy importante).

Debo advertir antes de concluir que la historia termina y no termina. El volumen presente incluye los dos primeros libros. Posteriormente, Murakami publicó un tercero. Digo que termina porque desde mi punto de vista, el final de este libro bien podría ser el final de la historia, un final delicado y perfecto en todas sus promesas. Por otra parte, no dudo que cuando se publique el tercer libro en España (posiblemente este otoño), descubriré que Murakami habrá sido capaz de añadir todavía más capas temáticas a esta extraña historia de amor. Pero dejando de lado, por ahora, el futuro, 1Q84 es una de sus mejores novelas.

[50 libros] 2011

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Capturing better Photos & Video with your iPhone, de J. Dennis Thomas

Compré este libro con mucho entusiasmo. Por desgracia, tal entusiasmo se desvaneció al leerlo. Es más, este libro demuestra las limitaciones del formato libro. En un libro, lo que pone ahí está fijo para siempre. Si lo que el libro dice cambia con rapidez, su utilidad se reduce a la misma velocidad. Dicho de otra forma, este libro habría sido mejor como blog, donde los distintos capítulos se hubiesen podido actualizar a medida que se sucediesen los cambios.

Porque hablar de tecnología es hablar de cambio y en el caso de un teléfono que se renueva una vez al año (para el que aparecen cientos de apps nuevas cada semana), poner las cosas sobre el papel. En este caso, puedo decirles que los 3 primeros capítulos son los más atemporales, introduciendo el primero el iPhone como cámara (indicando, por ejemplo, que prácticamente cualquier compacta es mejor cámara), hablando en el segundo de algunos fundamentos mínimos de fotografía y tratando en el tercero el impacto de la luz. En realidad, casi nada que no sepas ya si lees algún libro básico de fotografía, pero que siempre está bien que te recuerden y el libro lo explica bastante bien. Así llegamos a las 58 primeras páginas.

El resto se dedica a hablar de apps, de programas de edición, de vídeo en el iPhone, de las opciones para compartir y finalmente de accesorios. El ejemplo perfecto de la limitación es el capítulo dedicado a las apps. No sólo hoy en día las hay mucho mejores (por ejemplo, Camera+), sino que muchas de las apps mencionadas no se han actualizado para el iPhone 4 y aunque los efectos que ofrecen son más que interesantes, guardan las fotos a una resolución en ocasiones increíblemente limitada. Mi conclusión es que resulta mucho más productivo seguir unos cuantos blogs dedicados a la fotografía y la iphonegrafía (por ejemplo, iPhoneographty).

Como punto a favor, está muy bien ilustrado con muchas fotografías que demuestran lo que se puede hacer con el iPhone.

[50 libros] 2011

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La lectura está tan sobrevalorada…

Pocas veces se reconoce que uno de los grandes éxitos del marketing de los últimos cinco siglos es haber logrado convertir un simple objeto, el libro, es una especie de bálsamo de Fierabrás, dotado de una cualidades prácticamente sobrenaturales. Un extraterrestre que no hubiese visto jamás un libro, creería, al oír algunas de las cosas que se dicen sobre él, sobre la lectura e incluso sobre la industria editorial, que estamos ante una suerte de ente mágica y con seguridad dotado de los atributos de la divinidad. Intento imaginarme su decepción cuando le enseñasen un taco de hojas de papel (o un Kindle).

Es la bobería del libro, que ha elevado un objeto a los altares.

Lean si no:

Take this, for example. Maxim Gorky once claimed that "everything which is good in me should be credited to books". You find this quoted a lot, as if it carried some generalisable weight. Yet I don’t believe it can be true, quite, even of Maxim Gorky, who led an intermittently miserable life. It’s a blind and callous thing to say. What about the influences of his family (particularly his grandmother), or his many friends? Nothing good whatsoever emanated from them? If I were his father I’d give him such a slap. You good-for-nothing thankless Gorky you, you book-ridden ingrate, you louse…

But, of course, one recognises this sort of overstatement. You have to feel passionately about a subject to talk this foolishly about it. An astonishing number of "lovers" of books and of reading frequently say similarly questionable things, at least if you quote them out of context – which is what people tend to do. I’m doing it too.

Let’s take the following, by way of almost random example, from Charles Kingsley: "Except a living man, there is nothing more wonderful than a book." Gosh. Any living man? Any book? Nothing else can compete? Flowers? Sunsets? Palladian villas? Pastrami sandwiches with extra pickles? Rubbish. One remembers Norman Mailer’s definition of a "conservative" as one who, given a choice between saving the life of a man and that of a tree, will ask to view the tree and to meet the man before making his decision. You have to look at what is in front of your nose, after all. It’s not too much to ask.

En Reading is overrated | Books | guardian.co.uk.

(visto en 3 Quarks Daily)

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¿Qué fue de los diletantes?

Eso de ser diletante debe ser más bien una cuestión de personalidad. Y la verdad, en el mundo moderno son todo facilidades.

There are hordes of people out there who are smart and interested in everything. It’s up to artists and art workers to show them, in a compelling way, that art matters.

vía What Ever Happened to the Dilettante? | Art21 Blog.

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«Por qué los medios nos engañan… incluso cuando no lo pretenden»

Al hilo del comentario de ayer sobre los periódicos, tenemos aquí la excelente charla que dio Josu Mezo (cuyo blog, Malaprensa, habría que convertir en libro y distribuirlo bien distribuido) con ese título de «Por qué los medios nos engañan… incluso cuando no lo pretenden»:

También está disponible la presentación:

Mi único comentario se refiere al origen de todo esto. La charla señala varios: el dinero (la falta o, añadiría yo, las ganas de ganarlo con el mínimo personal posible) o las prisas. Sin embargo, por mucho que los comentarios se refieran a periódicos y otros medios de comunicación, valen igual para cualquier sistema de difusión donde se den esos factores. Obsérvese que los blogs caen en esos mismos vicios en cuanto tienen que justificar números de páginas vistas o se ven obligados a publicar sí o sí. Un ejemplo claro lo tenemos estos días -si sigues noticias tecnológicas- con el torrente imparable de rumores sobre el iPad 2. Quizá la única diferencia fundamental entre un medio de comunicación tradicional y un blog es que si bien el medio tradicional confía plenamente en sus fuentes de confianza (valga la redundancia), para un blog no importa tanto la fuente como lo jugoso del mensaje. Si un calamar gigante se plantase frente a un blogger y le dijese que el iPad 2 tendría un molinillo de café, en lugar de publicar que ha visto un calamar gigante, el blogger titularía «El iPad 2 vendrá con molinillo de café».

Por cierto, de la bibliografía que ofrece, el libro Flat Earth News vale mucho la pena. Da miedo, pero vale la pena.

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El periódico de ayer

Tres razones para considerar que The Daily es un intento de hacer lo que se hacía ayer en un medio de hoy, cuando los hábitos lectores y de comunicación han cambiado considerablemente (especialmente en el caso del público al que va dirigido, que usa un iPad).

First, the concept of getting all one’s news from a single source has largely fallen by the wayside. A vast amount of news traffic today is link driven, with a particular article gaining attention for some reason, drawing tens or hundreds of thousands of visitors. But those people come for the article, not the publication, and they don’t stay to become loyal readers. We see this sort of temporary traffic spike all the time with TidBITS, when one of our articles is featured on Daring Fireball or Slashdot. There’s no question that this trend is a huge threat to publication business models, but The Daily isn’t the solution—or even a solution.

Second, link-driven traffic stems not just from aggregation sites like those I mentioned, but from social sharing. Whether via email, Twitter, or Facebook, many of us read news because it has been recommended to us by someone in our social network. The Daily does allow outgoing social recommendations from within the app, but doesn’t integrate recommended content in any way, as does the Flipboard app. That’s troublesome because part of the appeal of recommended links from friends is that they emanate from all over the Web, with a wide variety of points of view and voices. No publication can be all things to all people, and yet, The Daily seems to be trying to do just that.

Third and finally, with its single voice, The Daily completely ignores the democratization of content brought about by the rise of the Internet. Completely missing, for instance, is the work of small professional publications and bloggers, who may not be able to reach massive audiences on an individual basis, but who, in aggregate, have completely changed the journalistic playing field.

via TidBITS Opinion: Why The Daily Is So Yesterday.

Si lo piensas, la práctica de juntar noticias, formar un paquete y vender el conjunto es bien extraña. O mejor dicho, como muchas otras cosas que damos por supuestas, no es más que el resultado de una cierta situación histórica, de las limitaciones impuestas por el uso de cierta tecnología. Si imprimes sobre papel, es evidente que imprimir una sola noticia y enviarla al otro extremo del mundo no tiene demasiado sentido. Es mejor juntar muchas, hacer un periódico y distribuir el taco de hojas de papel.

Pero hoy en día la situación es muy diferente. Hoy en día, lo más fácil es enviar una noticia, un libro, una canción (un lo que sea que se pueda digitalizar) al otro extremo del mundo casi instantáneamente y casi sin gasto. La tecnología ha cambiado y con ella han cambiado las opciones disponibles y por tanto lo que tiene sentido hacer o no hacer.

Podría argumentarse que el periódico ejerce una función de selección, valoración y contraste. Por desgracia, no creo que sea verdad. Hoy en día, el periodismo parece haber abdicado de cualquier pretensión de calidad. Leer en el periódico la sección de la que sabes algo es llorar y por tanto la conclusión lógica es pensar que eso pasa incluso con las secciones de las que no sabes nada (y, adicionalmente, que la sección de deportes es la única obligada a ser mínimamente precisa). Al contrario, hoy lo más fácil es acceder directamente a los expertos, sin necesidad del intermedio de un periodista.

Por supuesto, a lo dicho anteriormente hay excepciones. Por ejemplo, sólo estoy suscrito a una revista en papel –Neural-, precisamente porque la labor de compilación es extraordinaria y el resultado es mayor que la suma de las partes. Pero la existencia de esa excepción deja bien manifiesto el problema y simultáneamente su solución: el periódico o la revista que puedes montarte tú mismo recurriendo a fragmentos encontrados en Internet supera en precisión e inmediatez a cualquiera de las cabeceras tradicionales.

En esta situación, mi única duda fue durante un tiempo la cuestión de la serendipia, el descubrimiento de cosas que no sabía que me interesaban. Si algo te interesa, es muy fácil encontrar mucha información. Si algo no te interesa, es posible intentar mantenerse apartado. Pero el problema fundamental es descubrir aquellas cosas que no sabes que te interesan, es más, que ni siquiera sabes que existen. Una revista bien montada, con criterios de variedad, que no se repitiese continuamente, parecería un buen camino para la serendipia. Por desgracia, incluso a eso han llegado tarde (aún dando por supuesto que sea una meta a la que aspiran, que me parece mucho suponer) y ahora mismo considero que ese problema en concreto se resuelve solo.

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Una fábula sobre el copyright: Sanji and the Baker, de Robin Tzannes y Korky Paul

Este libro para niños, con textos de Robin Tzannes e ilustraciones de Korky Paul, se publicó originalmente en 1993. Por tanto, desconozco cuál era la intención original de la historia, aparte de ser una fábula más o menos genérica sobre la avaricia. La habitualmente confiable Wikipedia sólo me ofrece noticia sobre el ilustrador Korky Paul.

Pero hoy en día resulta muy fácil, e incluso inevitable, leer la historia como una sencilla reflexión sobre el copyright, una forma fácil de presentar a los niños el problema fundamental de los derechos de autor: parcelar y privatizar la cultura común de la humanidad, permitiendo el monopolio fragmentario de algo que pertenece a todos. Aunque el paso inicial, permitir un cierto control durante un tiempo limitado a cambio de la producción cultural, pudiese considerarse razonable, la avaricia ha llevado a reclamar cada vez más paquetes de derechos hasta puntos francamente absurdos. Al final, la gran paradoja del copyright es que condena al olvida y a las tinieblas toda aquella obra que no tenga valor comercial, porque el valor cultural en general no es suficiente para permitir su rescate dentro del marco legal.

Las historia es tal que así.

Sanji es un viajero que ha recorrido el mundo. Un día llega a la fabulosa ciudad de Fratsia y allí decide quedarse un tiempo. Tras acomodarse, descubre que su alojamiento se encuentra sobre una panadería. Todas las mañanas, Sanji huele con deleite los deliciosos productos preparados por el panadero. Tanto le gustan, que de vez en cuando baja a la tienda y compra un bollo o un panecillo.

Por desgracia, eso de que Sanji disfrute gratuitamente de los olores no gusta nada al panadero que cree tener derecho sobre algo que simplemente flota en el aire y llega por sí mismo a todas partes. Exige por tanto el pago correspondiente, un canon sobre el olor digamos, y cuando Sanji se niega a pagar, lo lleva ante el juez.

El núcleo de la historia radica en dos puntos. En los amigos de Sanji, y su situación en la última viñeta, y, evidentemente, en la decisión final del juez y el ejemplar castigo —ajustado perfectamente a la falta— que impone.

Evidentemente, es una fábula, y aún tomándola como metáfora, no se ajusta cien por cien a la realidad. Pero por otra parte, como toda fábula es un excelente punto de partida. La historia es divertida, las penalidades de Sanji adecuadamente penosas, la avaricia del panadero es perfectamente despreciable (aunque en realidad sea totalmente humana). Los dibujos son estupendos y tremendamente expresivos. Un gran conjunto.

Ideal.

Cómics 2011

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