Cuando tenían diez años –tras un sencillo y breve momento de relación humana-, las vidas de Aomame y Tengo en cierta forma quedaron en suspenso. Es decir, siguieron viviendo, creciendo y demás rutinas del devenir humano, pero sólo 20 años después, en el mundo de 1Q84, recuperan la vitalidad y algo cambia en ellos. La naturaleza de esos cambios, su origen último, las consecuencias que provocan son en esencia el trasfondo de esta novela, una peculiar historia de amor en la que los amantes jamás llegan a encontrarse y en la que la voz del autor se esconde tras la ausencia de la primera persona. Una de esas historias que no parece tener más matices, como una hoja doblada de papel a la que uno podría no prestar atención pero que al desplegarse va revelando dibujos inesperados y atisbos de otros mundos.
Alrededor de ese núcleo, el autor teje temas con toda confianza, habiendo perfeccionado hasta tal punto su arte que sabe que puede lanzar al aire todas las pelotas que quiera sin tener problemas para ir recogiéndolas todas una a una. La infancia, evidentemente, es uno de esos temas, porque allí es donde se fraguan muchos aspectos de nuestra situación actual (y los 10 años resulta ser una edad que se repite en varias ocasiones y que parece marcar una frontera vital en varios personajes). También las sectas religiosas, la política japonesa antes y después de la segunda guerra mundial, el maltrato en todas sus formas. Pero en todo momento Aomame y Tengo forman el punto central de la narración, cuya relación da sentido a lo que sucede y en cierta forma a lo que sucedió y se nos va revelando. Son el centro de la que probablemente sea la novela más deliberadamente ambigua de Murakami, aquella en la que más se entremezclan los conceptos, las ideas y los sentimientos sin intentar en ningún momento producir una síntesis. 1Q84 (Tusquets Editores. ISBN: 978-84-8383-296-7. 740 pp. 26,00€) es todo lo contrario de una novela sobre certidumbres. Por rechazar, la novela incluso deja de lado la dicotomía entre bien y mal, sustituyéndola por la interrelación de los enigmáticos conceptos de «perciever» y «receiver». Si aspira a algo, es a eliminar cualquier traza de saber dónde estás.
Es tradicional el descenso en las novelas de Murakami, cuando un personaje baja a las profundidades para dar con un mundo diferente. En 1Q84 el proceso no podría ser más inmediato. Aomame subida en un taxi, dirigiéndose a una misión, escucha en la radio una pieza musical concreto que reconoce a pesar de desconocerla. Poco después, atrapada en un atasco, se vuelve Alicia y desciende una escalera de servicio de la autopista. Es en ese momento cuando Aomame abandona su año, 1984, y entra en 1Q84, que no es exactamente un mundo paralelo, ni tampoco alternativo. 1Q84 simplemente es. Un año central, terriblemente importante… un eje.
En 1Q84 las cosas son un poco diferentes. Estados Unidos y la Unión Soviética colaboran en la construcción de una base permanente en la luna. Las fuerzas de seguridad japonesas se enfrentaron unos años antes a un violento grupo religioso, lo que forzó a que ahora la policía lleve armas diferentes. Más llamativo, hay dos lunas en el cielo. Dos lunas que parecen mantenerse siempre a la misma distancia entre sí, que forman simultáneamente una señal y un reflejo.
¿Qué hacía Aomame en ese taxi? ¿Qué música escuchó? Fue la Sinfonietta de Leoš Janáček, que, no por casualidad, gusta mucho a Tengo. Y en el taxi estaba porque iba a cometer un asesinato. A pesar de trabajar como instructora de gimnasio, Aomame vive una doble vida –que en muchos aspectos es más real que su vida oficial- matando a hombres.
Tengo por su parte tiene también doble vida. Profesor de matemática en una academia preparatoria, dedica su tiempo libre a escribir novelas que nadie publica. Eso, hasta que un día un editor le propone reescribir una novela, La crisálida del aire, que una joven de 17 años ha presentado a un concurso. La novela causa un gran impacto emocional –habla de un mundo con dos lunas donde unos entes llamados Little People ejercen un control invisible sobre la humanidad, describe una comunidad cerrada y relata hechos simultáneamente fantásticos y perfectamente creíbles- pero está toscamente escrita. Es preciso reescribirla, en secreto, para que pueda ganar el premio (aunque para su autora, la joven Fukaeri, lo importante es la divulgación de la obra). La jugada es arriesgada y éticamente muy poco defendible. Pero Tengo se entrega a ella con pasión, descubriendo en la reescritura su propia fuente interna de inspiración. Pero el proceso de transformar las palabras, la reescritura literaria, debe ejercerse con responsabilidad, porque las consecuencias pueden ser enormemente inesperadas y desastrosas. Las palabras poseen el poder de conjurar mundos que antes no existían y de dar forma a lo que antes sólo era una sombra.
Paralelamente, Aomame tiene también su propia «editora», la mujer que le indica a quién debe matar. Y es una nueva misión –asesinar a un líder religioso que ejecuta actos especialmente repugnantes- pone en marcha su propio proceso de despertar. Aomame y Tengo, en suma, se descubren ejecutando cada uno un acto poco éticos que sin embargo es el acicate para ayudarles a salir de la quietud emocional en la que han vivido durante veinte años. De lo negativo surge lo positivo. Es más, cuando finalmente nos encontramos con el líder religioso –cuya identidad ya sospechamos-, éste también resulta ser un ser envuelto en la misma ambigüedad que permea toda la novela.
1Q84 es una novela extremadamente ambiciosa. Temáticamente, debe ser su novela más compleja quizá exceptuando El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas, estando repleta de un juego de reflejos, repeticiones y reelaboraciones (Chéjov y Sajalín, por ejemplo). Narrativamente, no debe ser nada fácil dibujar las personalidades de su pareja protagonista a medida que Aomame y Tengo intentan elucubrar (en momentos diferentes) sobre la naturaleza del mundo en el que se encuentran, cuando intentan remontarse al pasado. Pero Murakami lo hace aparentemente sin ningún esfuerzo, logrando ser apasionante casi como si no lo pretendiese, limitándose a plasmar una palabra tras otra. En parte lo logra recurriendo a las conversaciones, en lugar de la reflexión interior más habitual en otras de sus novelas, que permiten jugar con los puntos de vista, con las visiones distintas y con esa ambigüedad que he mencionado. Es más, cuando parece que un tema ha quedado agotado, un personaje inesperadamente, pero también coherentemente con su naturaleza, revela un nuevo aspecto que no habíamos considerado. Sucede con la niñez en varias ocasiones.
Y también con la relación de Japón con el resto del mundo, porque ese regreso al pasado incluye una reflexión sobre los actos pasados del país. No se trata de algo tan evidente como en Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, pero creo que es igual de contundente. Se plantea así un juego sutil entre la infancia humana y el pasado reciente del país. En particular, aunque Murakami llega incluso hasta la Segunda Guerra Mundial, es evidente que el autor ha dado buen uso al libro de entrevista que escribió sobre los ataques con gas al metro de Tokio, sirviéndole para explorar las raíces del fanatismo religioso y de las sectas más destructivas (un libro, por cierto, que estoy seguro de que traería muchos nuevos lectores a Murakami).
1Q84 plantea una curiosa dinámica, un regreso al pasado para poder avanzar. El comienzo de la novela es la rotura de ese punto de inmovilidad emocional y vital, y el inicio de un camino nuevo, que se repliega sobre sí mismo, que debe volver atrás antes de adentrarse en el futuro. Esa tarea se ejecuta como si no se estuviese haciendo, mientras el autor y la narración parecen mirar a otra parte. Un detalle que jamás dejará de asombrarme de la literatura japonesa –y que se aplica perfectamente a este caso- es su capacidad para contar con el espacio en blanco entre las líneas de texto. Lo que no se dice es tan o más importante que lo que se cuenta.
En cierta forma también resulta ser una reflexión sobre el papel del escritor en el mundo, sobre la responsabilidad en el uso de las palabras. Una novela dentro de la novela desata muchos de los acontecimientos, de hecho, explica muchos detalles del mundo 1Q84. La pasión de Tengo por su tarea es la pasión de cualquier artista que se embarca en una aventura incierta. Cualquier libro potencial es también un desastre en potencia, como sucede con cualquier mundo posible. De hecho, en ocasiones, parece que Tengo esté escribiendo la historia de Aomame, o ésta la historia de Tengo.
Me resulta un poco frustrante escribir sobre un libro del que no puedo revelar demasiados detalles. Debo confiar en haber dado indicaciones suficientes. Pero voy a contarles el momento en que este libro me desarmó por completo, el momento en que todas mis defensas de lector cayeron definitivamente. Fue en el capítulo 8, donde Tengo lee (para posteriormente relatar dos veces) la peculiar historia –muy de Murakami- de un pueblo habitado por gatos. El capítulo se titula «Va siendo hora de que los gatos aparezcan», un divertido comentario sobre uno de los elementos más queridos del autor, una pequeña muestra del control que ejerce sobre el libro que escribe (otro título con similares resonancias de Murakami es: «Por fin ha comenzado la hora de los fantasmas»).
(De hecho, los títulos de los capítulos son una delicia y leer el índice es uno de los placeres de este libro: «Con sigilo, para no despertar a la mariposa», «Por muy lejos que intentemos ir» o «La Morsa y el Sombrerero Loco». Otra broma consigo mismo me parece el detalle de que en algún momento se empiecen a detallar las marcas de todo lo que aparece. Sin embargo, a un personaje le resulta imposible identificar la marca de un artículo aparentemente muy importante).
Debo advertir antes de concluir que la historia termina y no termina. El volumen presente incluye los dos primeros libros. Posteriormente, Murakami publicó un tercero. Digo que termina porque desde mi punto de vista, el final de este libro bien podría ser el final de la historia, un final delicado y perfecto en todas sus promesas. Por otra parte, no dudo que cuando se publique el tercer libro en España (posiblemente este otoño), descubriré que Murakami habrá sido capaz de añadir todavía más capas temáticas a esta extraña historia de amor. Pero dejando de lado, por ahora, el futuro, 1Q84 es una de sus mejores novelas.
[50 libros] 2011