Clay Shirky escribe un interesante texto sobre el futuro de las librerías, tomando como punto de partida que las asociación americana de libreros pide al departamento de justicia que investigue a varias compañías, entre ellas Amazon, por reducir el precio de los libros más vendidos por debajo de los 10 dólares. Según la asociación, de no controlarse, esa práctica devastará la industria del libro y además impedirá expresar una amplia variedad de ideas, y con el tiempo los pocos libreros –enormes- que queden acabarán subiendo los precios.
Tiene razón Shirky al pensar que suena un poco raro. Es difícil comprender la relación entre libros más baratos y una reducción de la variedad de ideas en circulación. Es decir, a menos que uno considere que las librerías son el medio principal de difundir ideas y lo van a seguir siendo en el futuro. Sin embargo, ya está empezando a dejar de ser así y posiblemente la tendencia sólo se acelerará. Por ejemplo, ¿en un mundo con libro electrónico qué papel tienen las librerías? La situación es compleja.
En primer lugar, Shirky tiene toda la razón cuando dice que en cualquier caso, la aparición de librerías por internet no ha reducido el acceso a una gran variedad de ideas, sino que ciertamente lo ha ampliado. Ahora es posible comprar libros con una facilidad impensable hace 15 años. Mi última adquisición, un libro sobre objetos de papel, llegó desde Estados Unidos. Un libro difícil de encontrar aquí, si se encuentra. ¿Eso es bueno o malo? Pues no sé cuál será la opinión del librero, pero ¿por qué debería lamentar haber encontrado el libro que quería y que él no me podías vender? ¿Cuál es el papel de la librería cuando Amazon –o cualquiera de las otras- me ofrece millones de títulos? Y ya no hablemos de todo el fondo cultural de la humanidad que está traducido al inglés. En mi caso, compro mucho menos en librería físicas de lo que compraba hace diez años. Y eso que a mí me gusta mucho comprar en librerías.
Hace poco, Neal Stephenson –durante la entrega del premio UPC- comentaba que antes la etiqueta de «ciencia ficción» tenía sentido porque eso significaba que en la librería había un estante al que la gente podía dirigirse y encontrar libros que probablemente le gustasen. Hoy en día, nos decían, la forma principal de encontrar libros es a través de Amazon o similar, y esas etiquetas pierden mucha importancia. La persona interesada puede simplemente realizar una búsqueda más precisa según sus gustos y sin tener que limitarse a lo que la librería tenga disponible en ese momento.
(Claro está, todo esto se aplica a Estados Unidos y muy poco a España. En España, las librerías online son tan uniformemente malas que creo que tardarán en hacer daño a las librerías tradicionales).
Sin embargo, es posible pensar que el acceso ha mejorado enormemente y a la vez lamentar la desaparición de las librerías tradicionales. O mejor dicho, lamentar la desaparición de librerías que aglutinen a su alrededor un cierto mundo del libro. La presencia de esas librerías ayuda al tejido social y mantienen viva una cierta forma de entender la cultura. La cultura no puede vivirse toda online, o si no pasear por una ciudad acabará siendo un paseo por un cementerio. Por tanto, quizá desde ese punto de vista el precio fijo del libro no sea tan mala idea si con él se logra preservar una cierta presencia.
Pero lo que no creo que puedan pretender las librerías es existir por el simple hecho de ser librerías. Es decir, ofreciendo todas el mismo producto, provocando lo que en realidad es una reducción de la variedad. Por ejemplo, ése es mi gran problema con la feria del libro de A Coruña. Puesto tras puesto, vas viendo los mismos bestsellers y las mismas novedades. Nadie se molesta en traer algo diferente o poner una muestra de otra cosa, muy probablemente porque de hacerlo no les compensaría tener presencia allí. Sólo las librerías especializadas –que precisamente son las más interesantes- escapan a ese tedio. Por lo demás, ¿para qué ir a una feria del libro a más de sesenta kilómetros para ver lo que puedes ver en la mesa de novedades de cualquier librería?
Y el libro electrónico (del que yo desconfío, pero por razones que no vienen al caso) no hará más que acelerar este proceso. Aunque tengo la impresión de que algunos libros, esos que no tengan buena traslación al dispositivo digital –el libro ilustrado, el libro infantil, los libros exquisitos para regalo-, sobrevivirán cómodamente, y con ellos las librerías que los vendan.
Por todo lo dicho, me parece que la conclusión de Shirky es correcta. Si el libro electrónico es inevitable –que podría no serlo- y la ventan online se generaliza –más probable-, las librerías tradicionales no van a tener más remedio que cambiar. Esperemos que a algo mejor.