De qué hablo cuando hablo de correr, de Haruki Murakami
Ya Haruki Murakami se asegura, en varias ocasiones, de recordar que De qué hablo cuando hablo de correr (Tusquets Editores. ISBN: 978-84-8383-230-1. 232 pp. 17,00 €) no es una autobiografía. Es decir, a pesar de contener mucho detalles biográficos –cómo empezó a correr, su periodo regentando un bar, el inicio de su carrera literaria- todo está situado en el contexto de una actividad deportiva: correr. Correr mucho, correr forzando el organismo para comprobar hasta dónde puede llegar y durante cuánto tiempo podrá rendir de esa forma. Uno casi podría acabar pensando que Murakami escribe para poder correr.
La idea, hecha explícita por el autor en algunos momentos, es relacionar esa actividad –en particular, los maratones- con la escritura de novelas. Son dos actividades que el libro va presentado en paralelo, compartiendo detalles que las vuelven casi isomorfas. Quizá, porque efectivamente lo sean, y el esfuerzo constante de escribir una novela sea comparable al esfuerzo de correr una maratón. O quizá porque un ser humano no puede evitar enfrentarse a situaciones diferentes aplicando una misma personalidad y un mismo punto de vista, el conjunto inefable de avatares que nos convierte en lo que somos. En cualquier caso, ahí queda la cita: «En mi caso, la mayoría de lo que sé sobre la escritura lo he ido aprendiendo corriendo por la calle cada mañana».
Es también un libro asombrosamente discreto. Si bien Haruki Murakami ofrece en muchas ocasiones detalles biográfico, la función principal de éstos es iluminar algún aspecto de la, digamos, filosofía vital del autor, o aclarar cómo ha llegado a cierta situación. Pero hay aspectos de su vida –como la relación con su esposa, que claramente es muy importante- que apenas se tocan.
No quiero dar a entender con ello que Murakami se pinte bajo la mejor luz posible. No parece que ésa sea precisamente una de sus preocupaciones principales. De hecho, creo que su sinceridad va dirigida hacia otra parte, hacia destacar la necesidad del esfuerzo, la voluntad de seguir adelante incluso cuando las fuerzas no dan para más. Y también, la importancia del ritual, de aquello que a nosotros nos resulta importante por absurdo que parezca a los demás. Distingue así entre tareas vanas –quizá escribir una novela- y tareas estúpidas. Lo primero podrán serlo, pero si has realizado el esfuerzo, definitivamente lo segundo no serán.
Como no practico ningún deporte, me resulta difícil decir si este libro podría ser de interés para un corredor. Sospecho que sí, sospecho que el punto de vista de Murakami es interesante de por sí. Pero si entiendo su reflexión sobre el esfuerzo, la necesidad de concentrarse en los pequeños pasos, en el ritual, especialmente porque recuerdo todas las veces en mi vida en que debería haber aplicado esa lección vital y no lo hice. El talento será, como dice en un algún momento, el atributo más importante de un novelista, pero queda claro que la capacidad de aplicar el esfuerzo no va muy por detrás.
Para los fans de Murakami, me parece un libro imprescindible. Porque en última instancia, cuando Haruki Murakami habla de correr habla de otras muchas cosas —que de forma más o menos abstracta conectan con el esfuerzo físico y también con la escritura de novelas— que a todos los que admiramos sus obras nos llega.