¿Hay vida después de Lost?

El 21 de noviembre de 2010, a las 11 de la mañana, di con ese título una charla en Evento Blog España. Este es el texto que escribí para la ocasión, aunque la charla que di fue más corta y, a la vez, más graciosa. Quiero pensar que esto es lo último que escribiré sobre Lost. Como se me ocurrían muchas ideas, escribí además cinco extras, como si de un dvd se tratase (¿y qué dvd que se precie no tiene al menos un extra oculto?. Los enlaces aparecen al final. Y, por supuesto, también están mis comentarios sobre la sexta temporada.

Quiero ante todo darles las gracias por estar hoy aquí. Sé muy bien que las 11 de la mañana de un domingo, tras una noche de juerga, es una hora inhumana para hablar de cualquier cosa. También quiero dar las gracias a los organizadores por darme la oportunidad de venir. Sólo tuve que escribir 60.000 palabras sobre Lost para lograr que me invitasen al EBE. De haber sabido que era así de fácil, lo hubiese hecho antes.

El título de esta charla es “¿Hay vida después de Lost?”. Uno de esos títulos delicadamente ambiguos escogidos precisamente porque te permiten hablar de lo que quieras. En mi caso, siguiendo la tradición de Lost, les advierto de antemano que no pienso responder a la pregunta. Estoy tan poco seguro de si hay vida antes de Lost, o durante, como para plantearme si la hay después.

Por suerte, y siguiendo la misma tradición, hay varias preguntas a las que creo que puedo dar una respuesta. Y, siguiendo esa misma tradición, ustedes decidirán si valen la pena o prefieren otras. Que las interpretaciones son libres.

Le cuento un poco el origen de todo esto. Es decir, cómo acabé hoy aquí. El origen, digamos, de mis entradas comentando los capítulos de la sexta temporada de la serie.

Yo no pretendía escribir sobre Lost. Lo que realmente pretendía es escribir largo. Quería tomar un tema y tratarlo hasta que las teclas ya no diesen más de sí. Admiro a la gente capaz de hacerlo, porque implica arriesgarse y equivocarse en público, escribir todas las tonterías que se te vengan a la cabeza, generar ideas, por absurdas que sean. Sé que para eso están los blogs, para pensar en público, pero a mí siempre me ha costado mucho hacerlo. Pero empecé el año planteándome que eso era era lo que quería.

Lo de Lost fue la decisión que tomé al minuto siguiente. Admiro mucho a la gente que durante años ha escrito comentarios sobre la serie, y la verdad es que es perfecta para hablar, porque te lo pone un poco difícil, te obliga a mirar un poco más de cerca. Era ideal, vamos, para escribir largo. Además, la sexta temporada iba a empezar pronto. La quinta no me había gustado demasiado -excesivamente mecánica- pero la sexta -guiándome por los espoileres iniciales- tenía buena pinta. La línea X parecía que daría mucho juego.

Otra ventaja: un capítulo a la semana me obligaría a escribir, lo que implicaba un acicate personal. La gracia está en que el comentario sobre el episodio se publique antes del siguiente. Además, la gente acabó siendo muy amable y me los reclamaba, lo que ayudaba a mi concentración. Tanto es así, que en un momento dado sentí el peso de la obligación y me planteé fallar deliberadamente. Más que nada para que no se volviese costumbre.

No esperaba escribir tanto. Pensaba que con unas 1.000 palabras por episodio iría genial. Mira que puedo llegar a equivocarme. El texto más largo tiene alrededor de 5.000. Pero es que cuando uno se pone a hablar…

La respuesta fue muy variada, pero en general positiva. Algunos me daban las gracias, decían que le gustaban mucho, y otro me decían que era un imbécil pretencioso. La verdad es que puedo entender ambas posturas porque en ocasiones leyendo mis propios textos lo pensaba yo también. Al principio, el día de su publicación se notaba un poco la subida de visitas. Unas mil visitas más por episodio.

Hasta el 23 de mayo.

Yo no había planeado ver el episodio en su emisión de la mañana. Mi mujer -también seguidora de la serie- y yo habíamos decidido dormir normal y luego verlo por la noche como siempre. Pero quiso el destino, o la isla, que nos despertásemos justo a tiempo y, bien, ya despiertos, nos pusimos a verlo. Luego dediqué el resto del día a escribir la última entrada y la publiqué. Tras tener la sensación del deber cumplido, de haber acabado la tarea, de haber terminado definitivamente con mis trabajos, pude ver el episodio con toda tranquilidad, sin tener que pensar.

Terminado, sí, qué gracia. Tonto de mí.

Las visitas a mi página empezaron a subir. También los retuis del enlace. Al principio, poco a poco, luego más rápido. Cuando pasaron de las 10.000 visitas en un día, me sorprendí. A las 30.000, me empecé a asustar. ¿Qué había hecho? ¿De verdad era esto lo que quería? Luego, mi página murió. La pobre no soportó los pisotones. Pasé unos días frenéticos intentando moverlo todo a una máquina propia, para que volviese a funcionar. Mucha gente intentó entrar y no pudo. No tengo estadísticas de eso días porque simplemente era imposible. Incluso hoy, meses después, ésa entrada sobre el último episodio es consistentemente la más visitada de mi blog.

Lo llaman morir de éxito.

Cientos de retuis. Decenas de miles de visitas.

Luego los mensajes.

Muchos mensajes dándome las gracias por haber explica el final, lo que me resultó desconcertante. Algunos diciendo que el final era una basura insoportable, como si lo hubiese escrito yo. Unos pocos comentando que habían malgastado seis años de sus vidas.

Esos últimos me llamaron especialmente la atención. ¿Cómo podías pensar tal cosa? Es decir, si durante ciento y tantos episodios has disfrutado de la serie, ¿cómo es posible que el último episodio haga que retroactivamente dejes de disfrutar de todo lo anterior?

Y ya puestos, ¿cómo es que una serie fantástica, con muertos que caminan y viajes en el tiempo, puede convertirse en ese fenómeno masivo? Un fenómeno tan grande como para que las televisiones de varios países se vean obligadas a emitir el final simultáneamente.

Hay varias razones para ello. Para explicar la tremenda implicación con la serie y por tanto que el final te la pueda desbaratar por completo. Y también para explicar por qué una serie que debería haber sido de culto, haber ocupado un nicho reducido, se convirtió en un fenómeno global.

En primer lugar, está la naturaleza de la televisión actual, un detalle que apuntaba Steven Johnson en su Everything Bad is Good for You: la televisión actual se hace para el vídeo. En su época, cuando el capítulo lo veías una vez y luego, con suerte, años después en sindicación, mantener una excesiva continuidad entre un episodio y el siguiente era tremendamente arriesgado. De ahí que al terminar el episodio la mayoría de las series regresasen al status quo. Se reseteaban, vamos.

Pero la llegada del vídeo doméstico te permite tener de pronto series como Canción triste de Hill Street donde las líneas argumentales nacen, desaparecen, reaparecen, se resuelven cada una en su momento, dan lugar a otras líneas y, sobre todo, se alargan durante muchos episodios. Casi todas las series moderna de éxito te obligan a mantener en la cabeza no sólo el contenido del episodio, sino el de toda la temporada y, en casos como Buffy o la propia Lost, todo lo que ha sucedido en la serie. El resultado final es construir toda una mitología que sustenta todo lo que sucede en la serie.

Lost va un paso más allá, porque es también una serie hija de internet, una serie que sabe que no tiene solo fanático, sabe que tiene forenses, gente que bajará de inmediato el episodio, que lo diseccionará hasta el elemento más pequeño, que intentará encontrar una explicación hasta de los elementos más irrelevantes, que descubrirá hasta la última de las claves y algunas que nadie puso allí. Y que luego, además, irá a los cientos de foros, listas de correos, blogs, podcast, videocast, etc., dedicados a Lost y difundirá la información lo más rápidamente posible.

Los responsables de la serie saben que eso sucederá. Saben que si muestran un libro, esa misma noche cientos de personas lo leerán para descubrir claves sobre la serie. Saben que si muestran un mapa de la isla realizado por un loco que se vuela los sesos, a las pocas horas estará en internet con todas sus leyendas cuidadosamente traducidas y explicadas. No importa el esfuerzo necesario, siempre habrán fanáticos de Lost dispuestos a invertirlo.

Eso crea un núcleo de seguidores muy especial. Personas dispuestas a soportar cualquier retraso en la resolución de la serie, el misterio eternamente postergado, siempre que Lost presente un puzzle nuevo a resolver. Y Lost ha ofrecido puzzles realmente diabólicos, como esos ARG que requerían la colaboración de personas de varios países. Es algo que solo puedes hacer en un mundo de comunicaciones modernas. Y sabes bien que esas personas, por mucho que se quejen, no abandonarán nunca la serie.

Lo que no explica para nada el otro aspecto de Lost, el haberse convertido en una serie de éxito. En ese punto creo que hay dos razones principales.

En primer lugar, Lost supo esconder muy bien sus raíces de género. Y mira que era complicado. A los pocos episodios sale un monstruo que come gente, un muerto que camina, gente que no sabe cómo ha podido sobrevivir a un accidente de aviación, un mensaje en francés que advierte de un mortal enfermedad… Vamos, como para pensar que estás viendo La casa de la pradera. Y sin embargo, conozco gente que durante varias temporadas siguió creyendo que Lost era un drama de superviviente en una isla.

Es más, cuando Lost se revela como fantástica, lo hace de la forma más flemática posible. Si mete una cabaña que salta de sitio por la isla, lo hace y punto. El viaje en el tiempo, igual. ¿Hay que mover la isla? Pues lo personajes lo dicen y de pronto parece simplemente de lo más lógico. Acabas pensando que no hay nada más fácil. En ocasiones, prepara el terreno con mucha antelación. Los flashforwards de finales de la tercera temporada y la cuarta preparan el viaje en el tiempo de la quinta. De pronto, sabemos cómo va a terminar todo (los perdidos fuera de la isla, queriendo volver), pero no sabemos cómo se va a desarrollar la acción desde el punto en el que nos encontramos (el carguero aproximándose a la isla). Igual que cuando viajan todos a tiempos de la Iniciativa Dharma y no sabemos cómo se desarrollará todo hasta el punto de la historia que sí conocemos.

En ese aspecto, creo que los guionistas de Lost son verdaderos genios de la ciencia ficción. Y su mayor triunfo es haber logrado que mucha gente viese una serie de ciencia ficción (o fantasía, o fantaciencia, como prefieran) sin darse cuenta. O dándose cuenta y aceptando el hecho con toda naturalidad.

En gran parte, el mérito es de los personajes. Lost es una serie que está totalmente centrada en sus personajes. El mundo narrativo puede ampliarse, incluir cada vez más elementos, pero jamás comete el error de permitir que esos elementos sean más importantes que los personajes que ha creado. No importa que la historia se remonte 2.000 años en el pasado. Da igual, porque sigue centrada en el mismo sitio y lo que sucedió en esa época sigue afectando a nuestros protagonistas. Incluso cuando introduce a un personaje nuevo, como Jacob, lo trae al círculo interno, lo incluye. Hay otras series que no lo logran, donde no hay razón para creer que sus protagonistas sean realmente más importante que el misterio. Pero para Lost, los personajes son siempre la parte fundamental del misterio, y sin ellos no habría razón para contar la historia.

Y claro, creando personaje grises, que se mueven por la delgada línea ética por la que transitamos todos, que son fallidos cada uno a su modo, siempre encontrarás alguno con el que identificarte. Es más, su interacción es tan rica que durante un tiempo se dijo que ver desayunar a los personajes de Lost era más interesante que ver capítulos enteros de otras series. Y ese es un punto de referencia, un ancla que te permite orientarte en la serie. Aunque todos los acontecimientos te confundan, la lucha de los protagonistas consigo mismos es un lugar al que siempre puedes regresar. Y la decisión más sabia de la serie fue precisamente hacer que los personajes fuesen lo importante hasta el último momento de la serie. La serie fue siempre sobre ellos.

Y encima tenemos la isla.

Las islas son buenos lugares para situar historias raras. Están alejadas, es difícil llegar hasta ellas. Aunque sólo tengas que cruzar unos metros de agua siempre parecen estar separadas del resto del mundo. Son buenos lugares para situar regiones extrañas, lugares insospechados, donde las reglas normal quedan en suspenso y puede pasar cualquier cosas. Un repaso rápido: islas afortunadas, San Borondón, Lemuria, Atlantis, Mu, Utopía de Moro, la isla misteriosa de Verne, la isla de Robinson, El señor de las moscas… Las islas están automáticamente en otro mundo.

Y también son prisiones. Son el microcosmos perfecto, porque no puedes salir de ellas con facilidad, y menos si la isla se empeña en no permitírtelo Un Lost situado en el desierto no sería lo mismo. Aunque no sea verdad, en un desierto tienes la impresión de que podrías echar a caminar y escapar. Pero en una isla, la línea del horizonte que te hacer pensar en una tierra más allá del mar es la misma que te niega la libertad.

Y por por si fuese poco, la isla posee una belleza extraordinaria, conformando un paisaje que produce esa sensación, lo sublime, que tan bien examinó otro filósofo de Lost, Edmund Burke (quien, por cierto, también sale en la serie), en su investigación filosófica. En resumen rápido y tosco, para Burke lo enorme, lo desmesurado, lo que trasciende las dimensiones humanas habituales despierta en nosotros la sensación de lo sublime, porque nos aproxima al infinito. Y la isla es un poco así, pero también da la impresión de ser enorme. Tanto, como para esconder templos, estatuas, faros y estaciones por aquí y por allí.

Inducir la sensación de lo sublime es habitual en arquitectura. Las columnas de la mezquita de Córdoba te hacen pensar que siempre habrá más. Las catedrales son enorme, para provocar la sensación de lo divino. Y es un truco que Lost aprovechó en muchas ocasiones. Sobre todo en los finales de temporada.

Todo los finales de temporada resetean la serie. Como he dicho, el centro queda en el mismo lugar, pero el círculo se expande. Al final de la primera temporada, nos hacen descender por un túnel que no parece tener final, que parece hundirse por siempre. Luego, Dharma, que parece parte de la solución. Luego descubrimos que Dharma es casi una nota al pie en la historia de la isla. En la segunda, vemos el pie de la estatua y la serie se hace de pronto más grande. También la extensiones heladas del norte, que en su blancura es también casi infinita, recordándonos que la serie transcurre en el mundo real.

La tercera nos hace comprender que el tiempo de la serie se extenderá mucho más de lo que esperábamos. El rescate de los perdidos no será lo último que suceda. En la cuarta, la ausencia de la isla, ese enorme agujero, inhumanamente grande, en el océano, es prueba más contundente de su poder —mayor de lo que podríamos haber supuesto— que cualquier otro milagro que hayamos presenciado. Y justo cuando pensábamos que el Black Rock era importante, descubrimos en la quinta que la historia de Jacob es muy anterior. Y ya no hablemos del final…

Lost siempre habla de lo mismo, siempre trata los mismos temas, siendo asombrosamente consistente en sus seis temporadas. Si al terminar, uno vuelve al primer episodio, descubre que la mayoría de los detalles ya estaban allí y que se repiten una y otra vez. La obsesión religiosa, los comentarios sobre el destino, los hermanos enfrentados —Liam y Charlie— y las dualidades, los comentarios sobre la necesidad de colaborar y mantenerse unidos. Si Lost fue cambiando, fue mutando, fue modificándose y ampliándose, fue para poder hablar siempre de lo mismo, para poder presentar las mil variaciones posibles de cada tema. Y para mantener siempre a los personajes en el centro.

La metáfora de la cebolla es en este caso más que exacta. El centro es siempre el mismo, pero poco a poco se va añadiendo una capa más que amplia el campo de juego de la narración.

Por desgracia, eso hace que la serie se convierta también en un texto que está pidiendo a gritos se interpretado. Ver Lost es en gran parte un ejercicio de exégesis, de decidir sobre la importancia de este o aquel elemento. Pero el trabajo puede no terminar nunca. Por tanto, decidir, con años de antelación, que la serie terminaría en un momento determinado del futuro te ofrece la esperanza de que finalmente obtendrás la clave que te permita descifrar todo lo que sucede.

¿Y si eso no pasa? ¿Si la clave que recibes no es la que esperabas?

En ese caso, el texto entero deja de tener sentido. Y si has invertido años en leerlo, el resultado final te parece una broma pesada. Por eso comprendo a la gente que dice haber perdido seis años de sus vidas. ¿Quién no pensaría lo mismo?

Es evidente que yo no lo pienso. Por tanto, ¿por qué me gusta el final de la serie?

Bien, en primer lugar, me gusta el final. Me parece una decisión inteligente por dos razones. Primero, porque efectivamente sigue a los personajes hasta el momento final. Y segundo, porque un final mitológico es mucho más fácil de aceptar y no se hubiese ganado nada con un final de ciencia ficción. Los temas de Lost no tienen nada que ver con una forma concreta de contar la historia. Además, creo que ese final catapulta la serie a regiones ocupadas por obras como El prisionero. Gracias a ese broche, de la serie se seguirá hablando dentro de muchos años.

Pero yo del final esperaba otra cosa. Esperaba lo que siempre esperé de Lost, capítulo tras capítulo. Esperaba que me sorprendiese una vez más. Con cierta tristeza, porque sería la última vez. Pero quería que me confundiese una vez más, que se adelantase a mis ideas, que me ofreciese algo interesante.

Yo me había hecho una idea de cómo sería el final de la serie. No se cumplió. Pero disfruté especialmente por la forma en que no se cumplió. Me gustó que derrotar al hombre vestido de negro fuese menos importante que el método empleado para hacerlo.

Pero sobre todo, disfruté enormemente con la revelación final sobre la línea X. Admito que nunca pensé que estuviesen muertos. Sólo lo comprendí cuando Jack pasó, en su tortuoso camino por la iglesia, bajo el ángel. Entonces supe que todo transcurría en el limbo. Todas mis ideas sobre universos paralelos, mente universal al final de los tiempo que aprovecha la capacidad casi infinita de computación del final de los tiempos para reconstruir todo lo que fue o pudo haber sido, que se envía a sí misma a través del tiempo para garantizar su propia existencia y que en el mundo se manifiesta como una luz, quedaron en nada.

La solución de Lost era, como diría Borges, mucho más pura, mucho más perfecta, mucho más fácil de aceptar y comprender. Y se ajustaba mucho mejor a los temas de la serie. Es menos importante saber cómo es que Jack está sentado allí con sus compañeros que saber que está allí sentado con sus compañeros. Lost no me dio lo que quería sino lo que necesitaba.

¿Hay vida después de Lost? Claro que la hay.

Muchas obras me sorprendieron en su momento de la misma forma que Lost me sorprendió. Lost no fue más que uno de los múltiples ciclos. Tengo la esperanza de que en el futuro muchas otras obras me vuelvan a sorprender de la misma forma.

Extras:
Lost Ate my Life, de Jon “DocArzt” Lachonis y Amy “hijinx” Johnston
Lost: The New Man in Charge
The Myth of Lost, de Marc Oromaner
Borges, Lost y la ciencia ficción

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