Lost Ate my Life, de Jon «DocArzt» Lachonis y Amy «hijinx» Johnston
El domingo 21, a las 11, doy en el EBE 10 una charla titulada «¿Hay vida después de LOST?”. Preparándola, he decidido que la charla debía tener extras. De esa forma, puedo hablar un poco más largo de algún detalle y decir «mira ahí». Este es el quinto y último. Dentro de unas horas, a Sevilla.
El mejor fandom del mundo tenía Lost. Aunque estoy seguro de que todas las series creen —en la medida en que las series puedan creer cosas— justo lo mismo.
Por otra parte, hay que reconocer que los seguidores de Lost han hecho cosas asombrosas. Por ejemplo, peinar el mundo buscando claves para participar en un juego de realidad alternativa, resolviéndolo, algo que un ser humano individual no hubiese podido lograr. También es un fandom tan absolutamente dedicado que a las pocas horas de que una imagen curiosa adornase durante una fracción de segundo el desarrollo de su serie, esos fans ya la habían capturado en alta resolución, la habían anotado con todo detalle y habían traducido todas las frases originalmente en latín.
Pero asombroso como es, no queda claro si el mérito es de ellos o de la serie. Siendo Lost como es, tan dada a poner 40 pistas en una única imagen, ¿es de extrañar que la serie haya atraído a un grupo de gente con la inteligencia y la persistencia canina necesarias para ponerse a esa tarea? Sería un poco como debatir si son los genes o el entorno cuando te resulta imposible separar la influencia de cada uno. Una serie especial y una gente especial, en suma.
Lost Ate my Life es un libro sobre el fandom de la serie, escrito por fans de la serie (ilustrado con fotos tomadas por fans de la serie). Y no estamos hablando de cualquier fan. Estos son pesos pesados, que de pronto te llevan uno de los blogs más importantes sobre la serie o te organiza la reunión a la que va todo el mundo, miembros del equipo de rodaje incluidos. Vamos, gente que se paseaba por el estrecho carril que a un lado tiene el equipo al completo de la serie y al otro los fanes normales que veíamos la serie desde lejos. Digamos que son unos fans con una posición privilegiada y un acceso asombroso a los entresijos de la producción.
Es un libro tremendamente informativo. Para empezar, porque cuenta con detalle el origen de la serie y, especialmente, como casi no fue (a pesar del multimillonario episodio piloto). También se explica el primer gran lugar de reunión de los fans de la serie (TheFuselage.com), donde se pasaban también guionistas, productores y actores y que contaba con el apoyo oficial de la producción. Lo que yo no sabía era que The Fuselage tenía su origen en una comunidad similar dedicada a Buffy (una conexión más entre mis dos series favoritas).
La verdad es que esperaba otro tipo de libro. Quizá algo más en plan “qué guays somos los fans de Lost”. Y si bien algo de eso hay —¿para qué ibas a escribir el libro si no?—, sobre todo ofrece una cantidad enorme e inestimable sobre la relación de los fans con su serie, con un grado de implicación que beneficia a todos. Desde una explicación sobre el desarrollo de los famosos juegos de realidad alternativa, la explosión de los huevos de pascua en la serie (esos pequeños detalles que aparecen de fondo y que apenas nadie percibe) o las peleas internas sobre con quién debería acabar Kate. Y todo eso aderezado con detalles sobre el desarrollo de la serie y sobre la influencia, o no, de los fans sobre el argumento.
Hay dos formas de tomarse este libro. La más pragmática, es emplearlo para comprender hasta qué punto un grupo de personas puede quedar atrapado por una serie de televisión y comprender los pasos que dio Lost para lograrlo. Como se dice al final: “Lost found a way to bring fans deeper into the show by enlisting their own marketing strategies, something that most shows would not bother with at all”; tiene mucho que enseñar a cualquier creador televisivo. La otra —la mía— es sentir envidia de esa gente que pudo implicarse hasta tal punto en su serie.
Namaste.