Rimero de enlaces
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Parece evidente (y ya se sabe que estas cosas no hay que tomarlas como certezas, que luego viene la realidad a demostrarte tu error) que la relación entre el artista y su público está cambiando. La primera parte de este Fans, Friends & Followers: Building an Audience and a Creative Career in the Digital Age, una exploración de cómo los artistas desarrollan sus carreras en la red, se dedica precisamente a establecer estas nuevas reglas. Apunta, por ejemplo, la necesidad de ofrecer varias versiones de la obra, la obligación de ganarse al receptor lo más rápidamente posible (la regla de los 15 segundos la llama), que es preciso buscar tu público, que lo mejor es ayudar a aprender (y por tanto, compartir también tus técnicas) o la conveniencia de ser diferente, porque si ofreces lo mismo que los demás nadie tendrá razones para seguirte a ti.
Pero el detalle más importante que apunta es el siguiente: nunca ha sido más fácil llegar directamente al público, pero a la vez nunca ha sido más difícil, porque hay mucha competencia. Los beneficios de la red benefician a todos por igual.
El resto del libro está dedicado a entrevistas con distintos artistas, en distintos campos de creación (escritores, músicos, animadores, cineastas, incluso magos), de forma que cada uno ofrece su personal variación de cómo utilizar las redes para sostener sus carreras. La mayoría ofrece su producción, o parte de ella, de forma gratuita, y aspira a ganar dinero de alguna otra forma (por ejemplo, con las actuaciones en vivo o la venta de objetos físicos, es decir, dejando gratis lo que es fácil de copiar y cobrando por lo escaso). Eso sí, no es una defensa del «háztelo todo por ti mismo», porque algunos han aprovechado las redes para lograr fama suficiente y obtener así algún tipo de contrato con una discográfica o una editorial. Y volvemos a lo de antes: la vida artística en el mundo digital es muy dura –y varios entrevistados se refieren a ello- y es una comodidad tener a alguien que se ocupe de todos los detalles más mundanos.
Por ejemplo, Jonathan Coulton señala que de tener una banda con tres personas, no podría ganarse la vida, que gana lo suficiente para él. DJ Spooky dice que carrera es una campaña permanente por la atención del público y Jill Sobule indica que es fantástico hacer tú todo lo que hace una discográfica, pero que es mucho trabajo.
Como dije, la mayoría de los artistas comentan la necesidad de ofrecer al menos parte de tu obra de forma gratuita. Por ejemplo, Timo Vuorensola, de Star Wreck, dice que puede duplicar ingresos si das algo gratuito. M dot Strange, animación, comenta la conveniencia de compartir tus técnicas con el público, como si ofrecieses los extras del DVD antes de lanzar el DVD, como una forma de ganar su buena voluntad. La gratuidad del material se considera en esos casos una forma de autopromoción. M dot Strange lo expresa diciendo que «Debes tener alma», no quieres que la gente tenga que pagar, quieres que la gente quiera pagar para ayudarte a seguir produciendo.
Otro aspecto en los que inciden las entrevistas es en la necesidad de una continua renovación de las herramientas. Es decir, internet te ofrece mucho control y muchas opciones, pero esas opciones cambian con el tiempo y no puedes quedarte anclado siempre en la misma red social o forma de distribuir. En todo caso, la idea central de todos ellos es la de comunidad, un grupo de personas al que tu obra le importe y te ayuda a difundirla. Lo primero es pensar en tu público potencial y como llegar hasta él.
El libro concluye con el mensaje de que los antiguos modelos de negocios no desaparecerán, sino que aparecerán modelos nuevos que serán mucho mejores para algunos artistas. Es decir, no cae en la trampa de pensar un único modelo es el mejor para todos. Simplemente, habrá artistas que, por personalidad o cualquier otro motivos, no estarán capacitados para ejercer su propia promoción.
Fans, Friends & Followers es una muy interesante aproximación a las nuevas formas de promoción para los artistas. Al estar compuesto por entrevistas, huye de la trampa de ser un texto más bien teórico y se transforma en una serie de casos de éxitos razonables. Pero también es ése su problema. Tomado tal y como está, da la impresión –por mucho que se insista en la dificultad- de que es muy fácil, que simplemente hace falta trabajar duro para conseguirlo. No hay ninguna entrevista con alguien que lo intentase y no lo lograse, quizá precisamente porque si alguien no logró triunfar entonces no logró fama suficiente para aparecer en este libro. Siendo justos, el libro no pretende ser exhaustivo, ni tampoco una estudio completo, pero esa limitación es algo a tener muy en cuenta durante su lectura. Una lectura recomendable, claro.
Conservadores y realistas. Reconozco que los términos no son inocentes, aunque no quiero darle demasiada carga ideológica. Los primeros defendían que el libro digital no será tal revolución, que como mucho ambos convivirán siempre y que, en definitiva, fuere lo que fuere, es un mal que en el caso de imponerse acabaría con una tecnología muy superior. La mayoría de los que venían a defender esta postura estaban entre los organizadores del evento y entre el público, editores, libreros, bibliotecarios. Creo que el miedo y el desconocimiento cibertecnológico juegan un papel fundamental en esta idea. Del otro lado, la inmensa mayoría de los ponentes (lo cual dice mucho a favor de la organización del Simposio), todos ellos nativos digitales (perdón) y con años y experiencia de trabajo en el ámbito de la red y la edición. El argumento, con matices: el libro electrónico llegó para quedarse y es ya una alternativa seria al papel. Y cualquier posibilida de negocio pasa por entender el funcionamiento de la red y el no volcado del modelo tradicional al digital. A este respecto, una de las grandes preocupaciones del sector era la protección del producto ante la copia, y se les dijo por activa y por pasiva (salvo las empresas que hábilmente ofrecen el antídoto para el pánico, cure o no la fobia) que el modelo cerrado no tiene futuro alguno en el mecanismo de internet. A este respecto, Javier Jiménez dejó la comparación más divertida del Simposio: nos recordó la obra de Umberto Eco El nombre de la rosa, y dijo que el veneno con el que el venerable monje untaba las páginas del libro de Aristóteles que no quería que fuese leído por nadie, era la versión medieval del DRM.
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My host at Deutsche Telekom had referred to the participants of Palomar5 as "digital natives." It is a terms that is frequently used to describe people that have had access to the fruits of the digital revolution since early childhood. I am not a digital native, I was born on the cusp – and have experienced the bizarre forces of nature that allow teenagers to assemble on a Friday night without the use of a cell phone. "digital natives" is meant to signify that these people are different in some fundamental way. the idea is that access to technology during formative years has messed with the internal wiring, creating metaphors for information and social experiences that someone like me could never understand. My guess is that this is partially true.
Compruebo con cierto asombro que debí leer este libro hace unos 28 años (dice dentro que se publicó en 1981 y yo compraba regularmente esa colección). Es decir, que debía tener yo unos catorce. Recuerdo que me pareció una maravilla, además de muy divertido, en parte porque la diversión venía teñida de cierta tristeza, o quizá sea simple melancolía. No lo sé. Lo que sí es que años después lo seguía recordando. Por tanto, recientemente le dije a mi madre que por favor los buscase y me lo trajese. Lo he vuelto a leer y décadas después me sigue pareciendo una maravilla.
De Achille Campanile sólo conozco otro libro en español, el también excelente En agosto esposa mía no te conozco. Creo que no hay nada más publicado en español y tampoco he dado con ninguna traducción al inglés. De él, sólo la Wikipedia italiana da noticia con cierto fundamento. Y me resulta raro, porque me parece un autor genial, un maestro sobresaliente del humor. No sólo es surrealista y divertido, dado a los juegos de palabras y a los absurdos más delirante (hay un chiste al comienzo de En agosto esposa mía no te conozco que me hace sonreír, por demencial, cada vez que lo recuerdo), sino también poseedor de un exquisito sentido de la ironía y de un poso melancólico resultado de conocer bien la naturaleza humana.
Vida de hombres ilustres se acerca a distintos personajes, vistos a través del prisma del sentido del humor de Campanile. Son divertidas elucubraciones que parten en ocasiones de alguna observación histórica, de una frase famosa o de alguna anécdota que se les atribuye. Desde ese punto de inicio, Campanile va desarrollando en pocas páginas una sucesión de detalles progresivamente más peregrinos, engarzándolos con maestría. En la mayoría de los casos son retratos teñidos de cariño, pero despiadadamente irónicos. Hacen uso libre de la incongruencia y rebosan una inteligencia desmesurada. Son piezas deliciosas y elegantes que se leen en un momento.
Algunos ejemplos:
Y mis dos preferidas, las que me resultan más deliciosamente extrañas, pero a la vez, más irónicas.
La del general romano que durante la batalla dio una orden desobedecida por un soldado, su hijo, de tal forma que la batalla se ganó en lugar de perderse. El general dice «Como padre, te abrazo; como jefe del ejército, te condeno a muerte…». Después de comentarla, el autor dice que el general quizá hubiese ofrecido mejor ejemplo de firmeza habiéndose condenado a sí mismo a muerte; después de todo, él dio la orden que habría acabado en desastre. Luego, comenta que el padre fue demasiado benévolo con una falta, desobedecer, y el general demasiado estricto para haber conseguido una victoria. Que lo lógico hubiese sido una zurra del padre, por desobedecer, y una medalla del general, por haber logrado la victoria. Valora incluso las distintas lecciones morales y los distintos papeles para los padres.
Pero ahí no acaba la cosa. Por diversas y alambicadas razones resulta que el general, y padre, es también otros miembros de su familia: cuñado, tío, primo, suegro… incluso jefe del estado. Así que los van consultado uno a uno, pero sin dar con nadie que interceda por el pobre chico. Al final, en el cortejo fúnebre sólo va el féretro y toda la familia detrás: una única persona.
Mi segunda historia preferida es la de Vittorio Alfieri, un hombre que sólo discutía con personas con las que estuviese de acuerdo en líneas generales. Como tal fenómeno es difícil de explicar, nos propone un ejemplo, en el que un contradictor discute con Alfieri. Discuten sobre si es conveniente hacer la guerra o no, y los dos deciden que no, con lo cual la discusión es absurda, porque ya están de acuerdo antes de empezar. El problema, es por tanto, encontrar una forma de discutir mientras se está de acuerdo en líneas generales, por lo que uno acaba oponiéndose a la guerra mientras el otro defiende la paz. Tan acalorada acaba siendo esa discusión en la que los dos están de acuerdos en líneas generales que la criada, ya harta, exclama: «¿Es posible que estos dos no puedan estar en desacuerdo ni siquiera un momento?».
A veces creo que muchas veces discutimos precisamente de esa forma.
Ahora guardaré el ejemplar. Tengo la esperanza de que mi hija lo quiera leer dentro de unos años. Y si no, podré pobrar a leerlo de nuevo dentro de otros 28 años. A los 70. Después de todo, haberlo releído ahora me ha hecho comprender la tremenda influencia que este libro tuvo en mi sentido del humor. No sólo veo el humor exactamente tal y como está reflejado en este libro, sino que me encantaría haberlo escrito. Como no fue así, leerlo es lo segundo mejor.
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