Dominion, Spiel des Jahres 2009

El Spiel des Jahres es el premio que se concede anualmente en Alemania al mejor juego de mesa. Y este año le ha tocado a un juego excelente, fácil de aprender y que ofrece, por su diseño, muchas horas de diversión: Dominion, primer juego publicado de
Donald X. Vaccarino y editado en español por Devir.

Dominion es un juego de cartas -500 en total que se dividen, a grandes rasgos, en cartas de dinero, de acción y de puntos de victoria- que vienen en una gran caja para que sean más cómodas de ordenar. De entre todas esas cartas, los jugadores van jugando para formar un mazo personalizado (todos comienzan con las mismas cartas y las van adquiriendo de la misma reserva, así que no hay ventaja inicial, dependiendo de tu ingenio). Al final, gana el que más cartas de victoria tiene en el mazo. Por desgracia, las cartas de victoria no te permiten ejecutar ninguna acción y las cartas de acción no dan puntos de victoria. Por tanto, la idea es mantener un equilibro entre las cartas que adquieres a lo largo de la partida, para no llenar el mazo de cartas inútiles, pero tampoco sin quedar muy atrás en puntos de victoria. Las partidas son muy cortas, del orden de los 20 ó 30 minutos.

El turno de cada jugador es muy simple. Empiezas con cinco cartas en la mano. A continuación, puedes realizar una acción (si quieres) empleando las cartas de acción y luego realizar una comprar (si quieres) empleando las cartas de dinero. Una vez hecho eso, te descartas de todas las cartas: las que has jugado, las que te queden en la mano y las que hayas podido conseguir durante el turno. Luego, coges otras cinco cartas y el turno pasa al siguiente jugador. Cuando no puedes coger cartas porque el mazo se ha terminado, barajas el mazo de descartes y formas un nuevo mazo de juego, momento en el que las cartas ganadas anteriormente entran en juego.

Por tanto, una acción y una compra posibles. Aunque, por supuesto, la idea es ir jugando cartas que te permitan poder ejecutar más acciones y/o incrementar el número de compras o la cantidad de dinero disponible para cada compra. Es decir, debes ir fabricándote el mejor mazo posible para conseguir puntos de victoria de la forma más efectiva posible.

Las cartas se van adquiriendo de distintos motones colocados sobre la mesa. Todo se puede comprar: el dinero, las acciones, los puntos de victoria (algunas cartas incluso tienen valor 0 y por tanto no hace falta dinero para comprarlas). Para comprar, hay diez montones de cartas de acción con diez cartas en cada montón. También hay tres montones con cartas de victoria (de 1, 3 y 6 puntos) y otros tres montones con cartas de dineros (de valores 1, 2 y 3). El juego acaba cuando se agotan tres de los montones que hay sobre la mesa o se agota el montón de puntos de victorias de valor 6.

Uno de los grandes detalles del juego radica en los montones de cartas de acción. Se juega con diez (que pueden elegirse al gusto o al azar) motones, pero en la caja vienen 25 tipos de cartas de acción, con los que las combinaciones son enormes.

Lo dicho, un juego excelente y un premio más que merecido. Para más detalles y fotos, ver la reseña de El Kingmaker y la ficha del juego en BoardGameGeek.

(vía Diario de WKR)

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Cómo vivir a costa de los amigos

El libro se llama en realidad Fans, Friends And Followers: Building An Audience And A Creative Career In The Digital Age y es obra de Scott Kirsner. Trata de una serie de entrevistas a personas que han sabido aprovechar las posibilidades sociales de internet para promocionar su obra creativa y en algunos casos vivir de ellos. Es un regalo de JJ.

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Kusamarama

We must get used to the idea that art history is unstable. It is a process, not an idea. It is constantly being over-written, unwritten, rewritten. Artists are buried Francis Bacon; but artists are also reborn Kusama. In the latter case, it is particularly poignant that an artist can be reborn while still among the living.

Kusamarama: Art and Anxiety Part II – Artopia

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[Recibido] Pero sigo siendo el rey de Carlos Salem

sigo_siendo_el_reyDe Carlos Salem leí anteriormente Matar y guardar la ropa, una novela divertida e irónica que debería reseñar ampliamente un día de estos. Disfruté tanto de esa novela anterior que me apetece este Pero sigo siendo el rey (Salto de Página. ISBN: 978-84-93-6354-7-3. 348 pp. PVP: 21,95€), sobre todo tras leer el resumen de contraportada:

Juan Carlos I de Borbón ha desaparecido dejando sólo una nota tras de sí: «Me voy a buscar al niño. Volveré cuando lo encuentre. O no. Feliz Navidad». Para encontrarlo el ministro de Interior juega su última carta: José María Arregui, detective melancólico y visceral, de rápido disfraz y puño fácil, deberá protegerlo de una poderosa intriga.

La extravagante pareja de detective gruñón y monarca en recreo, confundidos entre hippies, mariachis o pastores, huirá por una España alucinada e intemporal, poblada de personajes delirantes: un músico enamorado que persigue una melodía escurridiza; una familia atrapada en una guerra interminable; un adivino retrovisor que sólo ve el pasado y Rosita, una compañera inseparable.

Con Pero sigo siendo el rey, una novela hilarante y enternecedora, Carlos Salem nos presenta su mejor y más original aventura policíaca.

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Y sigo sin conocer la pregunta

Es lo más en ignorancia. Vas a una tienda a pedir ignorancia y no te pueden dar nada mejor que cuarto y mitad de no conocer las preguntas. Lo anterior, tener las preguntas y no conocer las respuestas, es algo que hace cualquiera, basta con estar atento al mundo. Me refiero a interrogantes del estilo: ¿Por qué el cielo es azul?, ¿por qué Megan Fox es famosa?, ¿por qué se extinguieron los dinosaurios?, ¿por qué no me emociona haber visto jugar a Maradona? (esta última en mi caso una pregunta totalmente absurda). Es decir, las perplejidades habituales, el primer paso de todo conocimiento. Todos los sabios pasaron por ahí.

Pero no conocer las preguntas es una forma más insidiosa de ignorancia. Cuando ignoras respuestas, sabes perfectamente lo que te falta, y a poco que tengas ciertas habilidades, es muy fácil solucionar la papeleta. Después de todo, para eso están Google y la Wikipedia, esas dos cumbres de principios del siglo XX (por ejemplo, ¿quieres saber qué pasó un 23 de junio?). Pero no saber que no sabes te produce paradójicamente la sensación de saber, el convencimiento totalmente irracional de que el mundo está perfectamente ordenado y lo comprendes en su totalidad. Es como si el cerebro, al no toparse de frente con su desconocimiento decidiese por tanto que su conocimiento es absoluto. Debe ser un poco como no saber que existen los coches y simultáneamente estar convencido de poseer un Mercedes-Benz CLK 63 AMG.

cerebro

Curiosamente, la edad me ayuda, pero no porque me dé más conocimientos. No, simplemente con el paso del tiempo, me voy volviendo cada vez más escéptico y ya ni siquiera estoy seguro de saber lo que sé. Cuando afirmo algo, estoy convencido de que cinco minutos después alguien me demostrará mi error (y lo hará en Twitter). Las certidumbres se funden para dejar sólo preguntas.

¿Y qué pasa con lo que no sabes que no sabes? Pues eso me produce cierta alegría. Independientemente de lo mucho que llegue a descubrir sobre este mundo, siempre quedarán infinitas cosas que no sé, aunque ni siquiera sepa que no las sé. Como mi razón para aprender es básicamente pasarlo bien y rara vez tiene un fin específico, o el fin es simplemente una excusa para justificar el esfuerzo, saber que las novedades (aunque no sepa cuáles son, para eso son novedades) no se agotarán me hace sentirme optimista en ese aspecto (soy pesimista en otros, pero confío en equivocarme).

Y hablando de novedades. La verdad es que el mundo ha cambiado mucho. Hace veinte años, creo que me habría resultado muy difícil obtener mucha de la información que hoy está disponible con tanta facilidad. Por ejemplo, me resulta muy gracioso poder ir a Wolfram Alpha (un juguete como otro cualquiera), escribir «june 23 1967 arrecife» y descubrir sin problema que aquel día fue viernes, que desde entonces han pasado 15.341 días. La temperatura mínima en Arrecife fue de 18 ºC y la máxima de 22 ºC (despejado al 69%). Aparentemente, la luz solar duró 14 horas (demasiado preciso me parece). Que Arrecife se eleva 11 metros sobre el nivel del mar y que al llegar el 23 de junio, ya ha pasado un 47,40% del año y queda todavía un 52,60%.

arrecife

Un 23 de junio nació Alan Turing y murió Boris Vian. Pero eso lo vi en la Wikipedia. Lo más llamativo, sin embargo, es que todavía no me ha venido a la cabeza ninguna frase del estilo «For the Snark was a Boojum, you see». Quizá me pase antes del próximo 23 de junio.

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