Imagina que tuvieses poderes. Pero un momento. Tu poder puede que sea, por ejemplo, la telepatía, pero lo tendrás de la misma forma que, si tu vista está bien, tienes el poder de ver objetos que están a cierta distancia. Nadie se convierte en superhéroe por tener vista más o menos perfecta, ¿verdad? Aunque te pongas uniforme.
No tengo claro si Misfits -en su primera temporada de 6 episodios- es una vuelta de tuerca especialmente ingeniosa al tema de los superhéroes, o se ríe de ellos. Para empezar, los protagonistas son dos chicas y tres chicos condenados a servicios comunitario. No son los más brillantes del cole, pertenecen al proletariado y a alguno ni siquiera se le entiende cuando hablan. Vamos, que son corrientes, corrientes. Y sí, llevan uniforme: el mono color naranja que les marca como infractores.
Un día, una extraña tormenta dota a cada uno de ellos de un poder especial adaptado a la persona que es. El corredor famoso que perdió su carrera logra la habilidad de cambiar el pasado, la que va de bomba sexual logra de habilidad de obligar a cualquier hombre a hacer el amor con ella, la desconfiada aprende a leer las mentes y el solitario recluso logra volverse invisible en cuanto la peña pasa de él (lo que sucede, por cierto, con bastante facilidad). ¿Y el quinto? Bueno, el poder de ese ególatra mayúsculo es el secreto de la temporada.
No son los únicos. La persona encargada de ellos se convierte en una especie de Hulk y de inmediato intenta asesinarlos. Posteriormente aparecen otros personajes con poderes, alguno de ellos realmente sublimes como, no me resisto a mencionarlo, el bebé que tiene el poder de hacerte querer ser su padre.
Pero estos chicos viven en un mundo normal, agreste, un mundo algo desaturado, urbano y sucio, un mundo muy cercano a la realidad. Sus nuevas habilidades nos les cambian demasiado la existencia. Son personaje con aristas que cortan y sus nuevas habilidades más bien les obligan a conducir sus vidas de otra forma. Pero también son capaces de la amistad y el compañerismos. Después de todo les une un secreto terrible.
Misfits no se conforma con ser comedia o drama, con momentos francamente divertidos y otros terrible, y aspira a ser ambas cosas. Va de la juventud y del inconformismo, y los problemas familiares, sociales y personales que tiene cualquier joven. Tal es así, que ni siquiera sigue los cánones del género de poderes especiales. Sus protagonistas no deciden que un gran poder conlleva una gran responsabilidad o que capacidad actual implica que deben amar a toda la humanidad y luchar por el bien. Más bien, sus problemas pasan a adoptar otra pequeña dimensión. Si antes, por ejemplo, debían enfrentarse a las fuerzas sociales que insisten en el conformismo, ahora deben luchar contra fuerzas que pueden obligarte a amoldarte a la sociedad. Y cualquier problema familiar se complica cuando el novio de tu madre… por las noches… ya sabes…
A destacar, el egotista personaje principal, Nathan, un tipo delgado con una desmesurada opinión de sí mismo, un cínico histriónico que salta por la pantalla como si fuese un resorte y que ante todo ama a una persona: a sí mismo. Curiosamente, es el personaje que parece no tener ningún poder y sin embargo parece estar siempre en el centro de la acción. Es él, por ejemplo, el encargado de dar un encendido discurso en defensa de la libertad para equivocarse que resulta simultáneamente irónico y sincero.
Por cierto, esta serie tiene el mejor final de temporada que he visto este año (sí, me gustó más que el de Lost). Lo que podría haber sido un simple golpe de efecto, la personalidad de Nathan lo convierte en sublime. Sólo él podría reaccionar de esa forma.
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