La relevancia retrógrada y la grabación de tu vida
Resulta llamativa nuestra tendencia a creer que la relevancia es una propiedad que reside en los objetos del mundo, como si la relevancia se encontrase en el mismo plano que la masa o la carga eléctrica, que de alguna forma, una vez definida adecuadamente y medida, ahí la tenemos, un valor unidimensional que no cambia. Supongo que es un ejemplo más del cerebro teniendo problemas para distinguir entre la realidad razonablemente objetiva y las cosas que él mismo proyecta sobre la realidad.
La verdad es que la relevancia es una de esas cosas que dependen tanto de la percepción humana que bien podríamos considerarla subjetiva. No sólo depende del contexto -por ejemplo, si estamos interesados en la logística del ejército de Alejandro, la relatividad general no es excesivamente relevante- sino que depende precisamente de si algo nos interesa o no. Si vamos por la calle y nuestra supervivencia personal no nos preocupa excesivamente, el hecho de tener un coche a toda velocidad que se dirige directamente hacia nosotros puede no resultarnos especialmente relevante, aunque para otras muchas personas probablemente fuese un buen motivo de preocupación.
Lo comento porque hace unos días leía a Enrique Dans en su entrada Grabando tu vida: life recorders donde hablaba de la posibilidad de disponer pronto de dispositivos que, llevando continuamente encima, te permitan registrar continuamente lo que sucede en tu vida (al menos, en tus inmediaciones y quizá sólo en una dirección determinada, pero eso son detalles). La acumulación de datos sería enorme, pero supuestamente con las técnicas adecuadas uno podría buscar entre toda esa masa y dar precisamente con lo que quiere. Además, es una consecuencia directa del incremento de la potencia de los ordenadores y del aumento de la capacidad de almacenamiento. A medida que la primera crece y la segunda baja, más factible resulta registrarlo todo.
Por supuesto, hay enormes problemas, sobre todo relativos a la intimidad. ¿De verdad quieres grabar todo lo que te sucede? Probablemente haya algunos aspectos de tu vida que considerarás demasiado delicados para registrarlos y sería conveniente ejercer cierta discreción. Por otra parte, también es seguro que hay algún momento de tu vida que te gustaría haber registrado. ¿Y si el registro se hubiese producido automáticamente? Hay argumentos a favor y en contra.
Pero la objeción que más me ha llamado la atención es la que dice que la vida es demasiado aburrida como para registrarla continuamente; lo más probable es que acabes con un montón de material que no quieras ni ver. Es una idea que puede sonar razonable hasta que piensas durante un momento en la operación que implica. Estás intentando decidir en el presente lo que una persona, que podría parecerse o no a ti, podría considerar relevante dentro de diez, veinte o treinta años. ¿Alguien cree que eso es fácil? Considerando lo mal que se nos da predecir qué nos hará felices en el futuro, ¿de verdad nos creemos capaces de predecir por dónde irán nuestros intereses? No me lo creo.
A ese intento de predecir el futuro de nuestros estados mentales es lo que llamo relevancia retrógrada (no estoy seguro de que el nombre sea el más correcto, pero estoy seguro de que es mejor que mi primera idea: «relevancia tiotimolínica»). Aplicamos la relevancia retrógrada ahora y veinte años después descubrimos que nos habíamos equivocado, que eso que consideramos tan relevante no lo era y que realmente queríamos otra cosa, que lo que valoramos en el futuro no es lo mismo que valoramos hoy. Por tanto, lo lógico sería dejar esa decisión a la persona que puede realmente tomarla, registrando nosotros todo el material que podamos, sin pensar si nos parece relevante o no (siempre que el esfuerzo de hacerlo no sea excesivo).
Y ya hay algún dispositivo curioso para hacerlo. Todo esto de grabar tu vida viene de las investigaciones de Gordon Bell, que empleaba una cámara que se disparaba automáticamente cuando una serie de sensores registraban cambios en el entorno. Ese dispositivo, por supuesto, era puramente artesanal, aunque aparentemente habrá una versión comercial para el próximo año. Eso sí, inicialmente, y por desgracia, la cámara estará destinada a investigadores y costará del orden de los 800 dólares.
Y antes de terminar, volvamos a la protección de la intimidad, porque si lo pensamos bien, el problema se vuelve bastante más complicado. Dada nuestra incapacidad para predecir lo que nos resultará relevante en el futuro, queda claro que tampoco podemos hacerlo en el caso de la intimidad. Es decir, nosotros en el presente podemos determinar lo que no deberíamos registrar, pero si grabamos todo lo demás, ¿qué nos garantiza que en el futuro algo que grabamos inocentemente no se vuelva de pronto relevante? Quizá debamos pensarlo con cuidado.
(La idea de grabar toda tu vida, y compartir lo registrado, resulta tan interesante que allá por el 2004 escribí un cuento de ciencia ficción con esa idea: «Silencio». Se publicó en la revista Man (creo)).