El caso del cliente de Nouakchott de Jaime Mir

Jeque, Carlos Alonso Rico para los enemigos, es uno de esos detectives privados que sabe que es detective privado. Se ha leído las novelas, ha visto las película, y es consciente de que si los clichés del género se le aplican es de pura casualidad (lo que sucede, por cierto, más de lo que debería ser habitual). Además tiene su despacho en Santa Cruz de Tenerife, por lo que si conoces la ciudad, el placer de leer la novela se incrementa.

Y en suma, de eso se trata, de encajar al protagonista típico de una novela policiaca (por ejemplo, es un antiguo policía reconvertido en investigador privado, perennemente sin un chavo y con una secretaria que le resuelve todas las papeletas, al que le dan una paliza, que se lía con una sospechosa, etc…) en una geografía urbana poco habitual y alejada de las metrópolis, en un territorio que el lector más habitual (en una novela editada por CajaCanarias) reconozca como cercano.

La trama es la habitual y fácil de reconocer. Una corruptela en el puerto de Santa Cruz hace que el protagonista sea contratado por un transportista para averiguar qué llega al puerto de contrabando en unos barcos que él mismo fleta. Ese punto de partida la permite recorrer Santa Cruz desde los peores barrios, en busca de pista, hasta los mejores, para informar, y, por supuesto, contrastar la vida entre unos y otros. Curiosamente, el libro cambia ligeramente de tono y el protagonista abandona algo de su cinismo cuando tiene que viajar a Mauritania a completar la investigación. La descripción de la cultura del país es cálida y cercana.

Anclada en un momento histórico determinado -finales de los ochenta-, la novela hace muchas referencias a la historia reciente de España en ese momento, con el gobierno del partido socialista, pero el pasado franquista todavía lo suficientemente cercano como para ser una presencia palpable. El caso del cliente de Nouakchott es novela negra en el sentido más social del término, y claramente Jaime Mir pretendía aprovechar todos los recursos del género -perfectamente adaptados- para dibujar una ciudad en un momento concreto. Lo dicho anteriormente: probablemente se disfrute más si conoces un poco Santa Cruz de Tenerife.

[50 libros] 2009

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La realidad supera a la imaginación

A veces digo, en plan broma absurda, que un día de estos harán un remake de 2001: una odisea del espacio a (el remake tendría peleas entre naves espaciales a base de rayos láser y un ordenador que se vuelve loco e intenta matar a toda la tripulación), como ejemplo de película imposible de rehacer. Es decir, ¿qué sentido tendría hacer un remake de 2001? ¿Quién tendría tanto valor?

Jo, qué poca imaginación tengo. Ahora descubro que Robert Zemeckis quiere hacer un remake de Submarino amarillo de los Beatles. Una película generada por ordenador con captura de movimiento de los actores. La realidad supera a mis fantasías. Yellow Submarine es una impresionante película de animación, una fábula social que puede horrorizarte o encantarte -a veces simultáneamente-, y ahí radica precisamente su encanto. Además, está tan anclada en su época como una flota de portaaviones en una base naval.

Bien, queda claro que la industria cinematográfica americana se ha quedado definitivamente sin ideas. Parece además de uno de esos casos de: “metiendo mucha tecnología las películas nos quedan mejor”. La experiencia a veces es la contraria.

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El gran órgano de piedra

The Great Stalacpipe Organ, o litófono, como lo llama la Wikipedia. Se encuentra en una cueva de Virginia, EE UU, y está formado por una consola que activa unos pequeños martillos eléctricos que al golpear ciertas estalactitas escogidas va emitiendo las notas correspondientes. Lo diseñó Leland W. Sprinkle en 1956 y tardaron tres años en montarlo.

Sprinkle created the Great Stalacpipe Organ over three years by finding and shaving appropriate stalactites to produce specific notes. He then wired a mallet for each stalacite that is activated by pressing the correct key on the instrument’s keyboard. The stalactites are distributed through approximately 3.5 acres (14,000 m2) of the caverns but can be heard anywhere within its 64-acre (260,000 m2) confines.

A pesar de la extensión –dicen que es el instrumento musical más grande del mundo- cuentan que las notas se oyen con toda claridad y no atenuadas por la distancia, como podría esperarse.

Este vídeo es un poco excesivamente televisivo, pero sirve para hacerse una idea:

Siguiendo los enlaces de la Wikipedia he dado con esta otra página, que da algunos detalles interesantes y además permite escuchar una grabación, aunque aclaran que una grabación no transmite la sensación de oírlo en directo.

(vía ../mediateletipos))))

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