Theremín y medusa
Un theremín con una medusa dentro. El movimiento de la medusa controla varios elementos ambientales. El vídeo está en estricto japonés:
(vía we make money not art)
Un theremín con una medusa dentro. El movimiento de la medusa controla varios elementos ambientales. El vídeo está en estricto japonés:
(vía we make money not art)
We must get used to the idea that art history is unstable. It is a process, not an idea. It is constantly being over-written, unwritten, rewritten. Artists are buried Francis Bacon; but artists are also reborn Kusama. In the latter case, it is particularly poignant that an artist can be reborn while still among the living.
De Carlos Salem leí anteriormente Matar y guardar la ropa, una novela divertida e irónica que debería reseñar ampliamente un día de estos. Disfruté tanto de esa novela anterior que me apetece este Pero sigo siendo el rey (Salto de Página. ISBN: 978-84-93-6354-7-3. 348 pp. PVP: 21,95€), sobre todo tras leer el resumen de contraportada:
Juan Carlos I de Borbón ha desaparecido dejando sólo una nota tras de sí: «Me voy a buscar al niño. Volveré cuando lo encuentre. O no. Feliz Navidad». Para encontrarlo el ministro de Interior juega su última carta: José María Arregui, detective melancólico y visceral, de rápido disfraz y puño fácil, deberá protegerlo de una poderosa intriga.
La extravagante pareja de detective gruñón y monarca en recreo, confundidos entre hippies, mariachis o pastores, huirá por una España alucinada e intemporal, poblada de personajes delirantes: un músico enamorado que persigue una melodía escurridiza; una familia atrapada en una guerra interminable; un adivino retrovisor que sólo ve el pasado y Rosita, una compañera inseparable.
Con Pero sigo siendo el rey, una novela hilarante y enternecedora, Carlos Salem nos presenta su mejor y más original aventura policíaca.
Es lo más en ignorancia. Vas a una tienda a pedir ignorancia y no te pueden dar nada mejor que cuarto y mitad de no conocer las preguntas. Lo anterior, tener las preguntas y no conocer las respuestas, es algo que hace cualquiera, basta con estar atento al mundo. Me refiero a interrogantes del estilo: ¿Por qué el cielo es azul?, ¿por qué Megan Fox es famosa?, ¿por qué se extinguieron los dinosaurios?, ¿por qué no me emociona haber visto jugar a Maradona? (esta última en mi caso una pregunta totalmente absurda). Es decir, las perplejidades habituales, el primer paso de todo conocimiento. Todos los sabios pasaron por ahí.
Pero no conocer las preguntas es una forma más insidiosa de ignorancia. Cuando ignoras respuestas, sabes perfectamente lo que te falta, y a poco que tengas ciertas habilidades, es muy fácil solucionar la papeleta. Después de todo, para eso están Google y la Wikipedia, esas dos cumbres de principios del siglo XX (por ejemplo, ¿quieres saber qué pasó un 23 de junio?). Pero no saber que no sabes te produce paradójicamente la sensación de saber, el convencimiento totalmente irracional de que el mundo está perfectamente ordenado y lo comprendes en su totalidad. Es como si el cerebro, al no toparse de frente con su desconocimiento decidiese por tanto que su conocimiento es absoluto. Debe ser un poco como no saber que existen los coches y simultáneamente estar convencido de poseer un Mercedes-Benz CLK 63 AMG.
Curiosamente, la edad me ayuda, pero no porque me dé más conocimientos. No, simplemente con el paso del tiempo, me voy volviendo cada vez más escéptico y ya ni siquiera estoy seguro de saber lo que sé. Cuando afirmo algo, estoy convencido de que cinco minutos después alguien me demostrará mi error (y lo hará en Twitter). Las certidumbres se funden para dejar sólo preguntas.
¿Y qué pasa con lo que no sabes que no sabes? Pues eso me produce cierta alegría. Independientemente de lo mucho que llegue a descubrir sobre este mundo, siempre quedarán infinitas cosas que no sé, aunque ni siquiera sepa que no las sé. Como mi razón para aprender es básicamente pasarlo bien y rara vez tiene un fin específico, o el fin es simplemente una excusa para justificar el esfuerzo, saber que las novedades (aunque no sepa cuáles son, para eso son novedades) no se agotarán me hace sentirme optimista en ese aspecto (soy pesimista en otros, pero confío en equivocarme).
Y hablando de novedades. La verdad es que el mundo ha cambiado mucho. Hace veinte años, creo que me habría resultado muy difícil obtener mucha de la información que hoy está disponible con tanta facilidad. Por ejemplo, me resulta muy gracioso poder ir a Wolfram Alpha (un juguete como otro cualquiera), escribir «june 23 1967 arrecife» y descubrir sin problema que aquel día fue viernes, que desde entonces han pasado 15.341 días. La temperatura mínima en Arrecife fue de 18 ºC y la máxima de 22 ºC (despejado al 69%). Aparentemente, la luz solar duró 14 horas (demasiado preciso me parece). Que Arrecife se eleva 11 metros sobre el nivel del mar y que al llegar el 23 de junio, ya ha pasado un 47,40% del año y queda todavía un 52,60%.
Un 23 de junio nació Alan Turing y murió Boris Vian. Pero eso lo vi en la Wikipedia. Lo más llamativo, sin embargo, es que todavía no me ha venido a la cabeza ninguna frase del estilo «For the Snark was a Boojum, you see». Quizá me pase antes del próximo 23 de junio.
Orson Welles leyendo Moby Dick y las ilustraciones dibujadas sobre páginas de la novela:
Orson Whales from Alex Itin on Vimeo.
(vía Networked Performance)
Les hablé hace poco de un concurso de relatos absurdos que tenía como premio un Doraemon de gofio. Había que emplear obligatoriamente diez palabras típicamente canarias (por ejemplo: ADN y caboverdiano). Me presenté, por supuesto, aunque debo decir que sufrí una vil discriminación por ser canario y no gané; es la carga que debemos sufrir los de mi tierra. Aún así, no han podido evitar incluirme en el libro recopilatorio donde aparecen todos los cuentos presentados al concurso (que he recibido por intermedio de alguien cuyo nombre no debe ser pronunciado. Tú sabes quién eres, extremo riesgo).
Me alegra verme al fin autor publicado y mi entusiasmo ha sido tan grande, que el libro ocupa ya un lugar de honor en mi biblioteca.
Un abrazo, chicos. A ver si un día me vuelvo a pasar por Tenerife y comemos en ese húngaro.
Pjorge, sintiéndose catenario y astrolábico.