Otro Hugo para Doctor Who
En 2006 la serie ganó el Hugo -en la categoría de Hugo Award for Best Dramatic Presentation, Short Form– con el dúo de episodios «The Empty Child»/»The Doctor Dances». En 2007 lo ganó con «The Girl in the Fireplace». Y ahora en 2008 lo ha ganado de nuevo con el extraordinario episodio «Blink». 4 episodios en 3 años consecutivos, sin fallar ningún año desde el reinicio de la serie.
El detalle, los guiones de esos episodios son obra de la misma persona: el gran Steven Moffat.
La fecha
Así que ayer me llevé una gran sorpresa cuando leí en Deia, en un texto firmado por Jon Larrauri, titulado Una fecha redonda, pero no la prevista (sólo en papel), algo que no había visto mencionado por ninguna parte (lo cual no significa, claro, que no lo hayan dicho ya otros): que en realidad la fecha originalmente propuesta (en 2001) para iniciar los juegos era el 25 de julio, que luego el comité organizador pensó que hacía demasiado calor en Pekín en esas fechas y en 2003 propuso posponer la fecha de comienzo tres semanas, al 15 de agosto, y que el COI dijo que no, porque entonces acabarían demasiado tarde y entrarían en colisión con otras competiciones internacionales, y aceptó sólo un retraso de dos semanas, fijando la fecha de comienzo para el 8 de agosto. Así que la fecha mágica… la escogió el COI (luego, eso sí, los chinos decidieron la hora).
¿La globalización hacia atrás?
One point is probably worth making in conclusion: because communications technologies are (comparatively speaking) dematerialized, a reversal in material trade patterns almost certainly would not also mean a reversal in intellectual trade patterns — rising oil prices or climate change won’t shut down the web or stop Bollywood from making movies or prevent innovators from licensing their ideas in other countries. In fact, it might be that expertise, innovation and culture will flow more freely in a world where goods flow more slowly. We might actually grow more interconnected in a world where supply chains shrank.
Lulu vs Bubok
De momento y por motivos evidentes, me quedo con Lulu, lo cual no quita para considerar Bubok como un buen medio de distribución complementaria, ya que puede llegar a un público diferente y, a mayor diversificación y presencia tengan nuestras obras en la red, más posibilidades de atraer nuevos lectores y compradores (aunque es un debate interesante éste de la [des]centralización que requiere reflexiones más profundas).
Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos: Philip K. Dick 1928-1982 de Emmanuel Carrère
Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos es un libro escrito por Emmanuel Carrére sobre un señor llamado Philip K. Dick que escribe ciencia ficción, se droga ocasionalmente y tiene experiencias religiosas, dándose a entender que esas tres son secretamente la misma. Me resisto a decir que es un biografía porque la ausencia casi total de referencias resta credibilidad al libro como tal y simplemente porque el autor describe estados mentales, situaciones y diálogos que es imposible que alguien conociese. Más bien, me inclino a pesar que se trata de un especie de novela donde un protagonista llamado igual que el escritor de ciencia ficción sigue una trayectoria vital similar a la de dicho escritor debidamente adaptada para que se ajuste al argumento de las novelas que escribía.
El libro, como digo, suena más a biografía ficticia, o mejor dicho, a la biografía que habría tenido Dick si hubiese pensado lo que sus acólitos creían que debería pensar. Está escrito con un estilo en ocasiones rimbombante y supuestamente poético (lo que hace más gracioso que acuse a Dick de tener un estilo mediocre). Sin embargo, tampoco es una hagiografía –aunque probablemente le dé más crédito del que merecía- de su personaje y menos del género de la ciencia ficción. En cierto momento, hace un retrato demoledor, y acertado, sobre las Visiones peligrosas de Ellison.
Uno de los aspecto más interesantes del libro es que entremezcla la vida de Dick con la trama de sus novelas –las principales- por lo que se ve obligado a dedicar varias páginas a cada una, contando hasta el final. Resulta muy útil, porque hay algunas que no puedo leer o no tengo intención de leer y así me he enterado; además, en un caso lo hace tan bien que me ha dejado ganas de leerla. Si no recuerdas bien las novelas, el truco de entremezclar le sale bastante bien –aunque de nuevo, es poco probable que el autor conociese los estados mentales del Dick real-, pero si tienes fresca la obra –en mi caso, Valis– la cosa chirría y suena a forzado.
En fin, se trata más bien de un experimento, una metabiografía que intenta imponer a una vida un rigor literario y artístico del que probablemente careciese. Tiene su gracia y se lee bien. Pero no ilumina tanto al personaje como pretende. El propio Dick escribió mejor sobre su locura.
Las crónicas de Hari Seldon
Dicen que van a adaptar al cine la Fundación de Asimov. La verdad es que les va a resultar difícil. Verán, los primeros títulos de la serie son más bien una sucesión de diálogos donde los personajes se van diciendo unos a otros lo que van a hacer, lo que habría que hacer o lo que hicieron. Si alguien quiere dar un golpe de estado dice: «Vamos a dar un golpe de estado», y a partir del punto final de frase el golpe ya se ha dado. Hay tan poca acción que las batallas estelares se resuelven con un «ganó la batalla estelar» o «perdió la batalla estelar» o «no hubo batalla estelar». Vamos, que no suena muy cinematográfico.
O eso pensé hasta que vi quiénes eran los encargados:
Vince Gerardis, productor de ‘Yo, Robot’ estaba desarrollando la adaptación de ‘Fundación’ para la Fox, pero ahora lo hará para la Warner, estudio con el que Shaye y Lynne han firmado un acuerdo de tres años para que el gran estudio se ocupe de la publicidad y la distribución de sus largometrajes. El guión correrá a cargo de Jeff Vintar, el hombre que firmó junto con Akiva Goldsman (‘Soy Leyenda’, ‘El Código DaVinci’) el libreto de ‘Yo Robot’.
Ya me la voy imaginando.
Hari Seldon medirá dos metros treinta de alto, apenas habrá cumplido los veinticinco años –a pesar de tener tres doctorados, ser campeón de todas las artes marciales habidas y por haber y tener una novia en cada espaciopuerto-, le gustará coleccionar objetos de principios del siglo XXI en la Tierra (aunque nadie sabe dónde está ni cuando caía exactamente el siglo XXI) y tendrá unos músculos tan tremendos que a su lado Leónidas parecerá un viejecito fofo. Cargará con una tremenda ametralladora con la que personalmente acribillará a toda la Segunda Fundación (sí, la Segunda Fundación es de los suyos, pero estas películas nunca respetan la lógica mundana). El clímax de la cinta será la batalla final de treinta minutos contra el Mulo. El Mulo será un cruce genético de tres metros de alto con cabeza de caballo que lanzará rayos por la punta de los dedos. Liderará un ejército de mulitos, todos hijos suyos (cierto, sigue sin tener lógica; véase el paréntesis anterior). Seldon se defenderá lanzándoles calculadoras, pero al final acabará empalando al Mulo (después de cargarse a todos los mulitos) con una regla de cálculo de 3 metros mientras le dice «¡Psicohistoria esto!». Al final se corona emperador de la galaxia proclamándose Dios Emperador de Dune (sí, lo sé).
Misquoting Jesus: The Story Behind Who Changed the Bible and Why de Bart D. Ehrman
La Biblia es un libro que parece haber existido siempre. Sin embargo, es evidente que alguien lo escribió en algún momento, que durante mucho tiempo sus textos fueron copiados a mano y que los documentos que han llegado hasta nosotros no tienen que corresponder con los originales. En el caso concreto del Nuevo Testamento, ¿quién redactó los textos?, ¿con qué precisión se copiaban?, ¿qué cambios se introducían? y ¿por qué motivo? Bart D. Ehrman intenta responder a estas preguntas en Misquoting Jesus, relatando la compleja historia de esos textos bíblicos.
La primera parte del libro se dedica a explicar todo el conjunto de manuscritos conocidos y cómo se establecen las relaciones entre ellos y los cambios que se han introducido de unos a otros. Es la parte, desde un punto de vista científico, más interesante, porque ofrece una introducción a un campo del saber bastante desconocido (al menos, para mí).
La segunda parte se refiere ya a cambios concretos, que el autor reúne en tres grandes grupos: errores, cambios teológico y cambios sociales. Los errores, por supuesto, representan con diferencia la mayoría de los cambios de un manuscrito a otro; el copista no acababa de entender algo o por descuido introducía una variación. El segundo tipo de cambios se producía para favorecer una interpretación teológica sobre otra, para dar más importancia a algo en detrimento de otro aspecto o para clarificar el sentido de un párrafo haciéndole decir lo que se suponía que debía decir. El tercero, son cambios introducidos para ajustarse al contexto social de la época: reducir la importancia de la mujer en las comunidades cristianas originales, cambiar la posición de los judíos o la relación de los cristianos con el paganismo.
Al final, el autor lo resume de la siguiente forma:
In that respect, the scribes changed scripture in ways that we do not. In a more basic sense, though, they changed scripture the way we all change scripture, every time we read it. For they, like we, were trying to understand what the authors wrote while also trying to see how the words of the authors’ text might have significance for them, an how they might help them make sense of their own situation and their own lives.
En suma, un problema de interpretación.
Por cierto, la edición de bolsillo del libro termina con una lista de diez citas famosas que no estaban originalmente en el Nuevo Testamento.
WALL•E
WALL•E es una película visualmente espectacular –la mejor de Pixar en ese aspecto- con una primera parte sobrecogedora, mostrando una impresionante Tierra destrozada y abandonada. Por desgracia, la segunda parte es una historia de ciencia ficción boba y simplona indigna de Pixar (más bien, suena a la típica de DreamWorks), lo que deja la película, con diferencia, más infantil de la compañía. Durante los últimos minutos se ofrece la posibilidad de un final diferente –un final claramente imposible al estilo La luna es una cruel amante– y los títulos de crédito finales –realizados con los estilos pictóricos de distintas época- vale la pena verlos hasta el final y saben a poco.