D.A., de Connie Willis
Theodora Baumgarten ha ingresado en el prestigioso cuerpo de los cadetes espaciales de la IASA. Un puesto tan deseado que todos los jóvenes del mundo hacen lo indecible por intentar entrar y todos los adultos del mundo lamentan no haber tenido su oportunidad de haber pertenecido a los cadetes. El único problema es que Theodora era uno de esos pocos jóvenes que no quería pertenecer a los cadetes –es individualista, posee personalidad a raudales y no tienen el más mínimo interés en formar parte de un grupo de burócratas con uniforme-, jamás presentó la solicitud y ahora un terrible error burocrático, ¿o no lo es?, la tiene confinada allí donde no quiere estar: en el espacio.
D.A. es una historia corta –no llega a las 80 páginas- de Connie Willis, una comedia alocada sobre un individuo totalmente idiosincrático metido en un mundo burocrático de regulaciones y órdenes. Por supuesto, el cuerpo de cadetes tiene todas las de perder. Pero lo más curioso es que Connie Willis se dedica a canalizar el espíritu de Heinlein cuando escribía novelas juveniles (vamos, hasta la estación espacial se llama Robert A. Heinlein), logrando finalmente una curiosa mezcla entre el individualismo de Heinlein y sus temas habituales (que tampoco están tan alejados de los de Heinlein): Theodore tendrá que aplicar todo su ingenio, toda su inteligencia y toda su capacidad para las travesuras en el intento de descubrir qué hace en el espacio y quién la puso allí.
Y también, claro, para descubrir qué significan las siglas D.A.