Exploradores del abismo de Enrique Vila-Matas

A menos que la onfaloscopia se considere un atrevido descenso a alguna sima insondable, el título de este libro es terriblemente engañoso. Y no hablo del caso de una persona que se considera muy interesante, lo que podría ser cierto y dar para un buen libro (y Vila-Matas ha escrito alguno de ellos). Me refiero más bien a esa situación diferente, curiosa, infantil y habitual en la que alguien considera que su mera existencia -no sus pensamientos, no sus opiniones, no su situación vital- es profundamente interesante e importante.

Exploradores del abismo está compuesto por una serie de cuentos. Prácticamente ninguno de ellos termina como empieza, y muchos de ellos se truncan de pronto. En sí, esos no sería un problema, porque romper las expectativas del lector es una de las prerrogativas de la ficción. El problema es que se rompen todos de la misma forma, acabando de la misma forma: retornando al autor, que de pronto aparece y muestra su presencia, el simple hecho de que está ahí. El truco se repite tan insistentemente que uno sospecha más de una obsesión que de una necesidad artística.

El abismo está ahí, y todos lo conocemos. Por desgracia, el verdadero abismo es inexplorable porque nadie regresa. La única opción es darse la vuelta y mirar al otro lado o responderle como hacía el escudero del caballero. Pero quedarse paralizado y describir continuamente esa parálisis no es muy interesante. Suena, más bien, a autoindulgencia. Y es una pena, porque Enrique Vila-Matas lo ha hecho mucho mejor en otras ocasiones, incluso hablando de sí mismo.

No quiero decir con ella que la antología sea mala o no se pueda leer. Simplemente es instatisfactoria. Aún así, hay cuentos que me gustaron mucho. «Amé a Bo» se trunca de la misma forma, pero al menos tiene mucha gracia hasta ese punto. «Porque ella no lo pidió» también sufre de la irrupción del autor, pero en este caso logra entretejer sus inquietudes con el relato y compone una divertida narración sobre experimentos artísticos y literarios, creando, a pesar de sus problemas, el mejor relato del volumen (y, por suerte, el más largo).

[50 libros] 2008

Esta entrada tiene 3 comentarios

  1. JJ

    Yo leí lo de Bartleby hace tiempo, y venía a ser una reflexión sobre qué significa ser escritor; la conclusión es que ser escritor era más una actitud que un oficio. O sea que igual esas reflexiones sobre el autor sí son la constante en su obra. Pero también puede ser que se pase con el tema.

  2. pjorge

    Es una constante, sí. Pero creo que aquí no hay reflexión, sino otra cosa.

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