El subtítulo de El economista naturalista (Ediciones Península, ISBN: 978-84-8307-826-6. 298 pp.) reza: «en busca de explicaciones para los enigmas cotidianos». La palabra importante en esa frase es «busca», porque el propio autor dice en la introducción «[…] es conveniente leer las respuestas a las preguntas con actitud crítica. Tal vez usted sepa algo que le permita mejorarla». Y efectivamente, no es un libro para leer asumiendo que se acabará sabiendo algunos hechos interesantes -porque algunas respuestas no acaban de convencer y muchas son sospechosas- sino más bien como un curioso ejercicio de pensamiento crítico sobre el mundo: ¿por qué ciertas cosas son precisamente como son?
De hecho, el libro surge de un ejercicio de clases de economía, donde los alumnos proponen un enigma cotidiano -de ahí lo de naturalista- y luego aspiran a responderlo empleando sus conocimientos de economía. De esa forma, se justifica la idea de que el libro está enseñando economía básica, al aplicar algunos de los conceptos más fundamentales de esa disciplina a la tarea de ofrecer una respuesta a los enigmas.
Algunos ejemplos de preguntas:
¿Por qué las ballenas, y no los pollos, están en peligro de extinción? ¿Por qué a veces los fabricantes incluyen la frase: «Anunciado en televisión» en envases y anuncios impresos? ¿Por qué en Brasil se reciclan proporcionalmente muchas más latas de aluminio que en Estados Unidos? ¿Por qué las parejas japonesas gastan más dinero en la boda que las parejas estadounidenses? ¿Por qué los kamikazes llevaban casco? ¿Por qué es más fácil encontrar pareja cuando ya se está emparejado? ¿Por qué se envasa la leche en recipientes rectangulares, mientras que los refrescos se envasan en recipientes redondos?
Como libro de ejercicios para aprender matemática no lo acabo de ver, más que nada porque lo he leído entero, lo he disfrutado mucho y no sé más economía que antes. Para lo que sí sirve es para plantear todo ese conjunto de preguntas y argumentar ingeniosamente. La estructura de preguntas y respuestas permite una lectura muy ágil y el punto de partida, una pregunta, te permite evaluar la respuesta y/o ofrecer la tuya (por ejemplo, la respuesta a la última pregunta que he puesto de ejemplo parece responder más a hecho físicos que a factores puramente económicos). Los mejores capítulos son aquellos que se salen un poco de lo habitual. Por ejemplo, el 5, «Carreras armamentistas y la tragedia de los bienes comunales», y el 6, «El mito de la propiedad», son de los más interesantes, precisamente porque dan más que pensar.
Mi única crítica importante al libro es que las respuestas se presentan con seriedad de la necesaria. No todas son igualmente convincente y el lector puede asumir, sin problema, que la solución presentada es un cuento que cuadra, que no es lo mismo que ser verdad. Dos ejemplos al final del libro muestran que los alumnos redactaban las respuestas con bastantes dosis de humor -se trataba, después de todo, de argumentar. Si bien el libro está escrito con sentido del humor, los textos han perdido gran parte de la sorna que empleaban los alumnos de esos dos ejemplos.
En resumen, recomendable como ejercicio, como lectura ágil y muy interesante que transita por muchos recovecos de nuestra sociedad actual. Estés o no conforme con las soluciones, hay que reconocerles el ingenio. Y dan que pensar. Simplemente, hay que recordar mantener siempre el escepticismo.
[50 libros] 2008