Rafael Marín es el responsable de la bitácora Crisei (que recientemente ha cumplido 5 años) y autor de novelas como Lágrimas de luz, La leyenda del Navegante o Juglar. Pero entre sus múltiples actividades se cuenta también el ser un completo estudioso del mundo del cómic y co-creador de títulos como Triada Vértice e Iberia Inc.. También fue guionista de Los cuatro fantásticos. Por tanto es la persona ideal a la que hacerle esta entrevista de una pregunta:
¿Cómo se escribe un cómic de superhéroes?
Como todo guión de tebeo, primero hace falta cierta complicidad con el dibujante. A fin de cuentas, él es quien va a interpretar, y a su modo, la historia que tú le marcas.
Los guiones de cómics se pueden hacer de muchas maneras, sean de superhéroes o no. Pueden ser guiones estrictos y pesadísimos donde el guionista marca lo que pasa en cada viñeta, lo que se ve en cada fondo, el número de viñetas por página, etc etc etc. Todo, para que al final el dibujante dibuje lo que le salga de las narices.
Luego está el «estilo Marvel», ese invento de Stan Lee porque no tenía tiempo de hacerlo todo: se hace una sinopsis de lo que pasa más o menos en cada página, se le entrega al dibujante, éste lo dibuja como quiere, y el trabajo vuelve al guionista antes del proceso de entintado para que el guionista ponga los textos y explique (o sobreexplique) lo que está pasando en el tebeo. Tiene sus ventajas (el dibujante es más libre), y sus inconvenientes (el guionista muchas veces se ve obligado a justificar que existe cargando de textos el tebeo).
Normalmente yo escribo mis guiones en un estilo híbrido. Sé que a quien primero tengo que seducir es al dibujante, y por eso le cuento una historia donde marco más o menos lo que pasa en cada página y, y ahí está la novedad, indico ya los diálogos y los textos que van a acompañar esa página, de modo que el trabajo no vuelve al guionista. Así trabajé en Iberia Inc, y en Triada Vértice, y en los tres números que hice completos de Fantastic Four. En Inhumanos hice fifty-fifty: José Ladronn sabía los textos pero de todas formas, como metía muchas más viñetas por página de las que se sugerían, tuve que indicar y explicar más cosas para que el tebeo no pareciera vacío.
Eso, claro, es la teoría. Luego vienen los encontronazos con el editor, que no entiende que lo que tú estás haciendo es una forma de ganar tiempo y trabajar mejor. Como todo el mundo se cree capaz de cambiar un texto (sobre todo si el guionista es un españolito que consideran que no sabe inglés), al final te cambian los diálogos y los textos y los personajes acaban respondiendo preguntas que nadie ha hecho… porque el bocadillo con la pregunta ha desaparecido en el proceso. La cosa se complica cuando te ponen un dialoguista que no ha leído las doce o veinte páginas de guión, que se guía sólo por los dibujos y que está además en fase minimalista.
Lo peor que he llevado siempre de escribir guiones de superhéroes (y escribir guiones de cómics para mí, que soy un autor literario, es un coñazo) es meter con calzador las peleítas. Me traen loco. Por cojones hay que poner que los personajes se dan de hostias, y eso corta mucho el desarrollo de las tramas. También lo pasé mal cuando historias que tenía previstas para doce números las dejaron en cuatro, y cuando un argumento pensado para cuatro números se tuvo que condensar en uno solo.
Lo malo que tiene hacer guiones de superhéroes ya establecido es que ya está contado prácticamente todo. Cualquier idea que se te ocurra ya tiene un precedente, y en el fondo no puedes más que ofrecer una nueva perspectiva a una historia o un quiebro que ya se ha hecho. Eso, que no tendría por qué ser un hándicap per se, se convierte en un suplicio cuando ves que no hay una coordinación real entre los diversos equipos creativos que llevan adelante las distintas series (tuvimos que cambiar las primeras páginas de Los Inhumanos cuando ya estaban en imprenta porque lo que era el Tíbet, o sea, el emplazamiento de Attilan, lo habían convertido en la miniserie anterior en el Océano Atlántico: menos mal que se trató sólo de cambiar masas de blanco por masas de azul, o al revés).
También molesta un pelín ser consciente en todo momento que lo que tú vas a hacer, los empujoncitos que puedas darle a los personajes y sus azares los deshará el que venga detrás de ti. Y no hablemos de la censura, donde no te dejan hacer chistes feministas, ni jugar con alusiones sexuales, ni nada de nada; censura que uno comprende perfectamente. Lo que no comprende ni comprendió nunca era el capricho: esto sí se puede hacer, eso no. Y mañana aquello que sí se podía hacer no se puede, y lo que no se podía, se hace. O sea, que jode un montón no que a uno le manden, sino que quien mande no tenga claro lo que quiere que se haga.
Vivo muy feliz, por cierto, sin hacer guiones de superhéroes. Y, desde que conozco el truco entre bambalinas de lo que se puede hacer y lo que se quiso hacer, prácticamente sin leerlos.