#8 El universo de al lado de Eduardo del Llano

Comprar en casadellibro.comPrimero desapareció Bulgaria lo que, francamente, no le importó a nadie. Luego hicieron desaparecer Paraguay, lo que quizá afectó a una o dos personas más (después de todo, «normalmente, ver a un paraguayo es sólo un poco más fácil que ver al Yeti»). Pero cuando se llevaron la luna… cuando se llevaron la luna, el mundo sí que prestó atención. Las desapariciones son obra de Lapidia una nación terrorista de verdad, donde todo el mundo es terrorista -desde los niños de pecho hasta los abuelos octogenarios, desde los conductores de guagua hasta los ministros del interior, desde las amas de casa a las pastoras de ovejas- y donde se cometen continuos actos terroristas. Es también una nación terrorista tan secreta que nadie sabe dónde está situado su territorio y nadie ha visto jamás a un lipidiano. Bueno, vale, quizá a uno.

Ése es el arranque de El universo de al lado (Salto de Página. ISBN: 978-84-935635-5-4. 176 pp. pvp: 16,95 €) y la verdad es que hacía un tiempo que no me reía tanto. A partir de una deuda explícita con Stanislaw Lem -en particular, creo, con Congreso de futurología-, el autor va tejiendo un relato divertido, lleno de absurdos, que sigue unos senderos francamente demenciales que rara vez llegan a donde tú esperas. Sin embargo, el autor logra rescatar una trama, porque el propósito es muy diferente al puro desmadre: incongruencia a incongruencia, se trata de manifestar el caos subyacente a todo, la imposibilidad de sostenerse en nada. Los personajes se mueven tan a la deriva como nosotros y en un mundo que en el fondo no es mucho más demencial que el nuestro.

Estados Unidos decide intervenir y arma un comando. La misión es localizar Lipidia -está complicado-, llegar hasta el país -más difícil todavía- y una vez allí realizar un atentado que conmocione a los lapidianos. Misión casi imposible, porque, ¿qué atentado terrorista podría aterrorizar a un país en el que todos los ciudadanos son terroristas? El comando está formado por un soldado -Nick, que hace más o menos de punto focal del libro- de exquisito gusto que no comprender por qué en los aviones no ponen películas de David Lynch; una agente que en sus ratos libres es supermodelo; Dante, el único lipidiano conocido y que desde la infancia lleva tatuado en la espalda un mapa de su país; un descendiente del homo rodens (una especie paralela a la humana); y Mercury, al que todos llaman HG, que está casado con una mujer de un universo paralelo (incluso tienen un hijo).

Y así se embarcan en el viaje, cada uno cargando con las maletas y buen montón de traumas, complejos, depresiones y taras. Por el camino se encontrarán con otros comandos, con otros contracomandos y quizá incluso con contracomandos de los contracomandos. Pasan por Madrid, Munich, Beijing y La Habana. Y se encuentran con personajes todavía más estrafalarios que ellos mismos. Un tipo lleva un dios amazónico en una caja de cartón. Los policías de aeropuerto hablan un inglés que no entiende nadie. Y aquella banda de criminales de la Habana resulta no ser una banda de criminales. Por no hablarles de la escena en la cervecería bávara.

Es una novela corta, poco más de 170 páginas, cargada de mala leche, de ironía y de profundo cinismo. No sale ningún régimen político que no reciba su varapalo. Un ejemplo, Cuba se autodenomina el único país libre del mundo porque es el único que permite fumar. Todos los años millones de turistas llegan a la isla para satisfacer su adicción. Ahora, todo su territorio, incluyendo los patios de las casas, es una enorme plantación de tabaco.

No quiero dar la impresión de que se trata de una novela absurda. Más bien, es una novela sobre el absurdo que transcurre en el universo de al lado, tan cercano al nuestro que a veces resulta difícil distinguirlo. La narración se guía por su propia lógica y los elementos van encajando hasta que todo se resuelve de forma razonablemente satisfactoria. El autor ametralla continuamente al lector con chistes e incongruencias, pero no pierde nunca de vista el objetivo final. Es ingeniosa y pirotécnica, pero carga con un mensaje cuyo peso, por suerte, es el justo para no hundirla.

Humor, ingenio y sátira política. No se puede pedir mucho más.

[50 libros] 2008

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Esporando

No sé si han oído hablar de Spore, un juego de Will WrightSimCity o The Sims– tan bueno, tan bueno que ya es considerado una obra maestra a pesar del pequeño detalle de no haber salido y que nadie lo haya podido jugar fuera de, digamos, el laboratorio. Tal es el nivel de excitación provocado por la próxima salida del juego (7 de septiembre, dicen) que en Penny Arcade no han podido evitar la sátira:

Penny Arcade spores

Spore, es un juego de simulación donde llevas criaturas que evolucionan desde el mismo origen de la vida hasta el viaje espacial. La idea es buena, sólo queda comprobar cómo será la ejecución. En An Interview With Spore’s Infectious Designers (vía Will Wright: Mac users will love Spore) hay más detalles sobre el juego.

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Nos encantan las explicaciones neurológicas

CerebroLa entrada Banging your head repeatedly against the brick wall of teachers’ stupidity helps increase blood flow to your frontal lobes va en realidad de unos ejercicios llamados Brain Gym que aparentemente están ganando popularidad en el Reino Unido para aliviar el aburrimiento en las aulas. Por desgracia, vienen acompañados de grandes dosis de explicaciones seudocientíficas para intentar demostrar sus virtudes (como si aliviar la monotonía del aula no fuese suficiente).

Lo realmente interesante es que esas explicaciones son de naturaleza neurológica, y el autor comenta que tenemos tendencia a considerar que las explicaciones acompañadas de datos neurológicos -por irrelevantes que sean- son mejores que cualquier otra. Por tanto, ese abuso de jerga se presta a todo tipo de usos pocos claros.

Describe un experimento en el que se ofrecía varias posibles explicaciones (buenas, malas, neurológica y no neurológicas) para ciertos fenómenos psicológicos y luego se veía cuáles se consideraban mejores:

The subjects were from three groups: everyday people, neuroscience students, and neuroscience academics. All three groups judged good explanations as more satisfying than bad ones, but the subjects in the two non-expert groups judged that the explanations with logically irrelevant neurosciencey information were more satisfying than the explanations without. What’s more, the bogus neuroscience information had a particularly strong effect on peoples’ judgments of bad explanations. As quacks are well aware, adding scientific-sounding but conceptually uninformative information makes it harder to spot a dodgy explanation.

An interesting question is why. The very presence of neuroscience information might be seen as a surrogate marker of a good explanation, regardless of what is actually said. As the researchers say, “something about seeing neuroscience information may encourage people to believe they have received a scientific explanation when they have not.”

Aparte del comentario referente a que los términos técnicos sirve para dar la impresión de que la explicación es más completa de lo que realmente es, apunta también nuestro deseo por las explicaciones más reduccionistas; nos gusta que cada situación tenga una causa clara y perfectamente definida.

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El problema de la copia

La idea es bien simple. Somos el conjunto de nuestros recuerdos, o quizá, de nuestros estados mentales, y la continuidad de nuestra existencia se fundamenta en la continuidad de esos recuerdos o estados, quizá en la continuidad de nuestra mente. Por tanto, si desaparezco en un punto y reaparezco en otro punto con los mismos recuerdos y demás, esa segunda persona soy yo, y no ha habido ninguna discontinuidad. Sin embargo, la situación no es tan clara cuando el original y la copia persisten por igual. ¿Cuál de los dos soy yo? En caso de tener que hacer desaparecer a una de ellas, ¿cuál sería?

Este pequeño corto de la televisión canadiense, del año 1990, plantea ése y otros problemas filosóficos y éticos de una forma muy divertida, directa y con una animación muy lograda.



(Vía Ecos del futuro)

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La extinción del bigote de Hitler

Un curioso análisis memético en El bigote de Hitler, sobre como el bigote estilo cepillo de dientes casi ha desparecido por completo a pesar de haber sido muy popular en su época. Y todo, por una asociación errónea entre un simple bigote y una ideología especialmente aterradora:

El hecho es que, tras el derrumbamiento del nazismo y la muerte de Hitler, el bigote estilo «cepillo de dientes» casi desapareció del acervo de bigotes. Al menos, hasta ahora. Con tres únicas excepciones: cuando se pretende ironizar sobre el nazismo; cuando se quiere revolver la cánones estéticos establecidos vía rebeldía extrema; o por simple desconocimiento.

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