La jornada de un bitacorero

Enrique Dans se marca una artículo sobre «La jornada de un blogger». Me gusta, porque destaca la lectura como una de las ocupaciones fundamentales para mantener una bitácora:

El blogger necesita una permanente infusión de conocimientos frescos, de temas relacionados de una manera más o menos directa con sus intereses, temas a los que hacer referencia, a los que vincular, sobre los que comentar, recursos para documentar afirmaciones, citas, opiniones afines, ideas discordantes…

Y me encanta la conclusión, claro, por lo que tiene de quitar dramatismos:

En el fondo, un día en la vida de un blogger no es más que uno en la vida de una persona con una afición, en este caso, la de volcar parte de su vida en un diario en la Red.

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Juego del mes: Icehouse

El juego del mes de junio en la BSK es Icehouse.

En realidad, Icehouse es más bien un sistema de juego, compuesto por pirámides de distintos colores y tamaños. Combinándolas con reglas, se pueden ir construyendo un buen montón de juegos. El único coste inicial son las pirámides en sí, pero a partir de ahí, es cuestión de imaginación o buscar.

Treehouse

La verdad es que la comunidad alrededor de Icehouse parece muy activa, inventando y traduciendo juegos con rapidez. Hay algunos que a mí me encantaría probar; especialmente, Zendo.

(vía Diario de Wkr)

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El juego número 100 (y el 101)

Pues ahí estaba yo, considerando qué juego debía ser el número 100 de mi colección, cuando me resolvieron la cuestión. Y además, muy satisfactoriamente resuelta.

Nuestros amigos Jesús, Esther y Gara (la amiguita de Eva) se pasaron por mi nueva lista de los deseos en Amazon.de. En la lista sólo hay juego, porque Alemania es muy buen lugar para comprarlo. Todavía falta para mi cumpleaños, pero se dieron prisa en elegir y Amazon lo mandó tan rápido que llegaron ya. No quedé más remedio que abrirlos, porque no se pueden tener regalos cerrados por ahí.

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Y así mi juego número 100 resultó ser un Mahjong estupendo. Un juego al que jugué una vez hace 14 años –sin enterarme de nada- y que tenía ganas de retomar.

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El otro juego era Ponte del Diavolo. No sé casi nada sobre él, excepto que tiene unos componentes muy monos y va de puentes. Como a ellos les gusta mucho Venecia, pues me lo compraron.

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Mahjong parecía bastante complicado, pero ayer Davidgp me recomendó un vídeo de Scott Nicholson que lo explica bastante bien. Creo que lo he entendido; a ver si se puede probar pronto.

Faltan 22 días para mi cumpleaños y ya tengo mis primeros regalos. Y a los regaladores: muchas gracias.

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Eva

Es un lugar común que los niños crecen con mucha rapidez. Aún así, parece mentira que nuestra Eva esté ya cerca de los dos años.

Una recopilación de fotos que le ha hecho su madre:

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Toca hablar bien de Serenity

SerenityQué sería del mes sin buenas palabras sobre Serenity. Hoy le toca a Christopher Orr, escribiendo en The New Republic (hay que registrarse para acceder). Recomendando Serenity para su visionado en casa, dice:

The directorial debut of pop genius Joss Whedon («Buffy the Vampire Slayer,» «Angel»), this big-screen adaptation of his «Firefly» series is the best space opera since the first two Star Wars movies and one of the most criminally neglected entertainments of the last decade. Had it been cursed with a gluttonous budget, a raft of «stars,» and the requisite McDonalds tie-ins, it would have made a quarter-billion dollars. Instead, it made about a tenth as much–but is a much better movie for it.

Yo no podría haberlo expresado mejor.

(vía WHEDONesque)

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La prueba del algodón de Google

Lo cuenta Mary Jo Foley en Google is failing the Microsoft litmus test. Se trata de comprobar si lo que hace Google te parece realmente bien o no. Para comprobarlo, en la acción de Google sustituyes mentalmente –yo propongo hacerlo por escrito, que queda más «sólido»- la palabra Google por Microsoft. Si la frase resultante te sigue pareciendo bien, no hay problema. Si el resultado no te gusta, bien, tampoco debería gustarte sin el cambio.

Por ejemplo, «Microsoft compra Panoramio» en lugar de «Google compra Panoramio«. No me produce ninguna sensación en especial.

También, Google dentro de 20 años. Muchos años me parecen a mí.

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Cómo funciona la mente, de Steven Pinker

Cómo funciona la menteEste libro se inicia con una nota de humildad y termina con otra. Son de naturaleza muy diferente y el espacio que hay entre ellas aclara la razón de ser de esta obra. La primera hace referencia al título del libro, que podría dar la impresión de que el conocimiento de la mente ha concluido y no queda nada por hacer.

Nada más lejos de la realidad.

El propio autor aclara que nadie sabe cómo funciona la mente, o al menos, nadie sabe cómo funciona la mente al mismo nivel que se conoce el funcionamiento de otros muchos fenómenos. Pero para explicar el título toma prestada de Noam Chomsky la interesante distinción entre misterios y problemas:

Cuando abordamos un problema, puede que no sepamos su solución, pero tenemos intuición, un conocimiento cada vez mayor y ciertas ideas de qué andamos buscando. Cuando nos enfrentamos a un misterio, sin embargo, sólo podemos quedarnos mirando fijamente, maravillados y desconcertados, sin siquiera saber qué aspecto tendría una explicación.

Y ése se convierte en el tema central del libro: la mente concebida como un problema al que se entrevé una solución. Y el camino de la solución se inicia sosteniéndose sobre dos pilares fundamentales para comprender Cómo funciona la mente: la computación y la evolución por selección natural. Son de tal importancia y fundamento y a la vez están tan repletos de mitos e ideas erróneas que el autor dedica todo el capítulo inicial a aclararlos y despejar posibles obstáculos.

La computación se suele confundir con la idea de que el cerebro es como uno de los ordenadores que podemos comprar en las tiendas. Pero el fructífero punto de vista de la computación significa simplemente estudiar el cerebro humano como un dispositivo que procesa información y que actúa sobre ella. Desde ese punto de vista, la mente se transforma en un complejo conjunto de sistemas definidos más por el proceso que realizan (por ejemplo, distinguir el fondo en una imagen) que por su implementación en particular. De esa forma, no importan las neuronas en concreto, porque a efectos de este libro, que trata la mente como un proceso de alto nivel, la neurología es demasiado básica para explicar la mente, aunque, por supuesto, los dispositivos mentales se implementan sobre neuronas.

En lo que sí es fructífero introducir el ordenador tal y como lo conocemos es a la hora de intentar replicar los mecanismos mentales. En ese momento, comprendemos que muchas tareas que para nosotros son obvias y triviales (como, por ejemplo, extraer la información tridimensional de lo que a todos los efectos es una imagen plana ofrecida por nuestros ojos) no lo son tanto y que es extremadamente difícil programar un ordenador para ejecutarlas. La evolución ha actuado durante vastos periodos de tiempo afinando lo que hoy es la mente y creando un sistema que es difícil de imitar para un programador humano. Al menos, por el momento.

Lo que nos lleva al segundo punto fundamental: la evolución. El autor se sitúa claramente en una posición racionalista. Realmente, no hay ninguna razón para creer que la evolución, que dio forma a nuestros cuerpos, no modelase también nuestras mentes. Que los genes, que controlan tantos aspectos de nuestro desarrollo, no ejerzan también su control sobre nuestros aspectos mentales. Después de todo, el cerebro lo fabrican los genes.

Por desgracia, sociólogos, psicólogos y filósofos, especialmente de izquierda, suelen considerar esa posición como la antesala del fascismo y una negación de la libertad individual. Tal es la oposición a la idea, que va más allá del mero debate académico hasta volverse visceral e incluso violenta, que el autor se ve obligado a despejar los mitos del control genético y su negación de la libertad individual. En particular, deja claro que el hecho de que los genes deseen que nosotros hagamos algo no implica obligación de hacerlo. Nada desean más los genes que forzar nuestra reproducción, y lo intentan haciendo que el sexo nos resulte placentero, pero no es menos cierto que podemos ser más inteligentes que nuestros genes y usar métodos anticonceptivos. Por otra parte, el hecho de que algo sea natural no implica que sea bueno (la llamada «falacia naturalista»). Nuestra libertad intelectual y nuestras posiciones morales son totalmente independientes, y deben serlo, de cualquier consideración genética.

Valoración: 5 estrellas de 5

Ediciones Destino. Enero 2001. Título original: How the mind works (1997). Traducción: Ferran Meler-Orti. 864 páginas. ISBN: 84-233-3269-1.

En realidad, es ligeramente triste que un autor de tal calibre deba invertir tanto espacio en asegurarse de que su obra no sea malinterpretada. Aunque no es menos cierto que se le agradece profundamente una exposición tan clara de lo que la posición evolutiva en el estudio de la mente puede aportar. Nos permite buscar explicaciones que se salgan de los anquilosados clichés psicoanalistas pero que tampoco den por sentado aspectos que realmente no son tan evidentes. Por ejemplo, en lugar de explicar cierta actitud como un ejemplo del deseo de poder y control, la visión evolutiva nos incita a preguntarnos que ventajas tendrían el poder y el control a la hora de garantizar la supervivencia del individuo (en el medio en el que evolucionó la mente humana, que evidentemente no es la ciudad moderna) y de ahí hacer predicciones sobre posibles comportamientos que luego podrán ser verificadas, o no, en los estudios de campo.

Con ese punto de partida, el resto del libro se torna en un brillante repaso a lo que se sabe sobre el funcionamiento de la mente, desde los procesos más bajos hasta los más altos, desde la visión a la conciencia individual o el amor. Tomando arsenal de múltiples disciplinas, engarzando explicaciones y demostraciones, el autor va construyendo un todo asombrosamente coherente, sobre todo dado lo provisional de todo conocimiento en ese terreno.

No se soslayan problemas o misterios, pero se transmite la emoción de los conocimientos que se tienen y la anticipación ante los conocimientos por venir. Quizá los puntos de vista computacionales y evolutivos no sean al final los adecuados para ofrecer una visión total de la mente humana, pero ciertamente han permitido grandes avances y permiten atisbar un futuro muy prometedor.

Si bien los capítulos dedicados a explicar el equilibrio o la visión son muy interesantes, hay que reconocer que los más fascinantes son aquellos dedicados al equipamiento psicológico humano, que también resultan ser una muy buena introducción a la psicología evolucionista. No sólo porque permiten explicar aspecto que podrían parecer extraños de nuestro comportamiento (los celos o el adulterio) sino porque al hacerlo nos ayudan a aclarar nuestra visión de nosotros mismos; ni ángeles ni demonios sino formidables productos de la naturaleza.

Dije antes que no se soslayaban los misterios y así es. El último capítulo trata de algunos aspectos de la mente humana que todavía escapan a una explicación o que presentan alguna característica paradójica. La apreciación musical, por ejemplo, no parece presentar ningún aspecto que contribuya a la supervivencia, y por el momento, las posibles explicaciones no son más que tentativas. Pero la ciencia es así; siempre provisional y en busca de mejores explicaciones.

Cómo funciona la mente es una extraordinaria obra de divulgación, repleta de detalles, ideas y teorías fascinantes. Muestras el amplio y sobrecogedor panorama de una posible explicación del funcionamiento de la mente humana, en todos sus portentosos detalles y sus intrincadas complejidades. Más aún, hay que leerla no sólo por lo que explique o pueda dejar de explicar, sino porque sólo el conocimiento exacto de nuestra naturaleza nos permitirá tomar decisiones sabias y reales sobre nuestro futuro y el modo en que queremos vivir. Una obra imprescindible para todo aquel que se interese, desde cualquier óptica o posición ideológica, por el ser humano.

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