Libros de regalo
Algernon me ha enviado un par de libros de mi lista de los deseos. Son: The Physics of Superheroes de James Kakalios y The Physics of the Buffyverse de Jennifer Ouellette.
Dos más para la pila inexorablemente creciente.
Algernon me ha enviado un par de libros de mi lista de los deseos. Son: The Physics of Superheroes de James Kakalios y The Physics of the Buffyverse de Jennifer Ouellette.
Dos más para la pila inexorablemente creciente.
Davidgp me ha enviado un par de libros de mi lista de los deseos. Son: The War for Children’s Mind de Stephen Law y The Unfolding of Language de Guy Deutscher.
Los dos tienen muy buena pinta.
Javier Candeira, responsable de Hiperactivo, editor de Barrapunto, traductor y algunas cosas más, responde a esta entrevista de una pregunta.
¿Qué es ‘El rei de la casa’?
‘El rei de la casa’ es una exposición y un videojuego. La exposición trata de la construcción cultural del concepto de infancia, y se puede visitar hasta el 24 de septiembre en el Palau de la Virreina de Barcelona. De ahí la i latina en ‘rei’: en catalán se escribe así. Entre otras obras, en la exposición hay fotos de Loretta Lux y Begoña Egurbide, cuadros de Marc Ryden, Kiki Smith y James Reilly… vale la pena ir a verla.
El videojuego es un encargo que me hicieron Andrés Hispano y Marc Roig, comisarios de la exposición. Querían representar Internet y los salones de videojuegos (o los cibercafés, que son su equivalente moderno) como uno de los «nuevos bosques», esos lugares donde los padres temen dejar a sus hijos a solas por miedo a los peligros (reales o supuestos) que allí acechan.
Internet ha entrado en el imaginario colectivo, y uno de los nichos meméticos que ha ocupado es el del coco, el chivo expiatorio de todo lo malo que sucede en la sociedad. Basta ver los informativos de Antena 3 con sus reportajes totalmente adversativos sobre Internet: «es buena, pero…». En realidad se puede ver en cualquier medio de comunicación titulares como «detenida una banda de pederastas que vendían pornografía infantil por internet«. Lo que no dicen es que la rodaban en un piso, y que lo hacían sobre una cama, y usaban cámaras de video iguales a las que usan los mismos reporteros televisivos que dan la alarma.
El otro referente que queríamos tocar con el pinball es el de los videojuegos como presunto corruptor de la infancia. Cuando se introdujeron los pinballs las autoridades norteamericanas se echaron las manos a la cabeza: era una máquina infernal que incitaba al juego e incluso a la lujuria. Desde la derecha religiosa hasta la izquierda laica, los guardianes de la moral denuncian los supuestos efectos nocivos de los videojuegos en la infancia: por su culpa los menores se dan al asesinato, al robo, sacan peores notas e incluso dejan el cuarto sin ordenar y con la ropa tirada por el suelo.
El «nuevo bosque» de internet y los videojuegos tenía, por tanto, que ser un videojuego (demostrando, como tantos han dicho ya hasta la saciedad, que el videojuego es un vector cultural, una forma de expresión artística, política o comercial como cualquier otra), y un videojuego acerca del triángulo que tiene por vértices la infancia, sus tuteladores (los padres, la sociedad), y el gran Chivo Expiatorio que es Internet.
Tras muchas vueltas e ideas propuestas y abandonadas se llegó al diseño actual del juego: un pinball emulado en un ordenador y presentado en una pantalla de televisión panorámica, y que tuviera dos niveles, uno ambientado en el mundo real y titulado como la exposición, y otro ambientado en un ciberespacio más o menos convencional. Este segundo nivel se llama ‘¡Presa de la red!’ y representa una visión de Internet un poco «según Antena 3»: sale el spam, el asesino del Rol, el niño que gana más dinero que sus padres, arneses sado-maso, consoladores, vamos, todo lo que asusta y casi nada de lo que conforta.
Todas las ilustraciones del pinball, tanto las del campo de juego como las del marcador y las del mueble, son de Mauro Entrialgo. Para el marcador le pedí que hiciera un juego de ilustraciones similar a lo que llaman muñecas KISS (como las muñecas recortables que vendían en los kioskos en el siglo pasado). De este modo el marcador no sólo señala puntuaciones (que, de todos modos, son aleatorias), sino también el estado del niño o la niña protagonistas del videojuego. Digo «niño» o «niña»; porque en el juego, al igual que en el mundo real, puedes empezar la partida de la vida con cualquiera de los dos sexos, con una probabilidad aproximada del 50%.
El primer nivel, ‘El rei de la casa’, representa la tensión familiar frente al consumo de medios de los niños. Las dianas disparan frases de los padres: «¡todo el día con la caja tonta!» cuando se da a la tele, o «sin título, no llegarás a nada» cuando se le da a la escuela. Hay cuatro dianas a la derecha, a las que se accede desde el flipper izquierdo (el que representa la voluntad de los progenitores): la escuela, el museo, la iglesia y la lectura. A la izquierda, y accesibles desde el flipper derecho, el que representa la voluntad de los críos, están la tele, los amigotes, la consola de videojuegos, y arriba, dominando el nivel, el ordenador conectado a Internet. El marcador le va poniendo al niño o a la niña un birrete, una bata de estar por casa, un halo de santidad o una chupa de cuero: son los niños orgullo de sus padres, aún no pervertidos por Internet.
El simbolismo, tengo que confesarlo, es un poco barato, con una sociología de figuritas recortables, pero esto era algo buscado: al fin y al cabo los pinballs siempre han sido unas alegorías más complicadas que complejas.
En un primer diseño pensaba hacer que el ordenador sólo estuviera accesible según ciertas condiciones, pero eso no se puede hacer en una exposición de este tipo: alguna gente se engancha a jugar (lo cual me produce una satisfacción desmedida), pero otros no están dispuestos a dedicarle tanto tiempo, y es mejor ponérselo fácil a todos, y que se pueda mandar la bola al segundo nivel de forma involuntaria.
Al segundo nivel, «Presa de la red», se accede cuando el jugador mete la bola por la pantalla del ordenador. Aquí el personaje del marcador sigue sonriendo mientras el juego lo viste de camisa de fuerza, capuchas sadomaso o lo deja en ropa interior y le llena las manos de dinero, naipes, cuchillos ensangrentados y juguetes sexuales, todo ello ante el horror de sus padres. En el campo de juego el jugador no tiene objetivo fijo, sólo colarse por el pachinko y la araña giratoria que sirven de generador de atrocidades y de distribuidor de los reproches paternos ante tanto horror internetero. Pero la estrella es el marcador. Qué bueno es el puñetero de Mauro.
Ahora mismo estoy terminando los retoques necesarios para poder poner el juego para descarga: va a ser un CD ejecutable con Linux para que se pueda arrancar en cualquier PC de los últimos dos o tres años. Trataremos el ordenador como si fuera una consola, lo cual no sé si tiene algún simbolismo, aunque si hay que buscárselo se le busca. El juego en sí se publicará bajo la licencia GPL, y sólo los gráficos estarán bajo una licencia Creative Commons No Comercial. Sobre la música aún no hemos tomado ninguna decisión, hasta que nos aclaremos con los ‘samples’ pero no creo que haya ningún problema: el autor es nada menos que man, ese que de vez en cuando hace de editor de Barrapunto.
Sale hoy a la venta la antología The SFWA European Hall of Fame en la que aparece mi cuentos «El día que hicimos la Transición» escrito en colaboración con Ricard de la Casa. Se puede comprar en Amazon.com y en Amazon.co.uk.
También, claro, empiezan a aparecer las reseñas. Como esta de SFRevu. Me ha llamado especialmente el último párrafo.
A more significant quibble of mine would be that from this collection one would think that European SF was almost, but not quite, unrelentingly dark, with only «Transition,» «Outrerria,» «Edge of the Empire» and «Between the Lines» containing much in the way of humor, and even then only «Transition» and «Between the Lines» having anything resembling happy endings. It’s impossible to know if that is a coincidence, a reflection of the editors’ preferences, or the real state of European fiction.
¿Los dos cuentos españoles son los únicos con un final remotamente feliz? Al final va a resultar que somos la alegría de la huerta.
Tal que así:
No se ven muchas razones para cambiarse. Más bien, lo que «no se ve» parece una buena razón para no cambiarse.
Los jóvenes de hoy en día, que han vivido toda su vida en una abundancia lúdica formada por juguetes con millones de funciones, serán incapaces de apreciar la gracia que produce este chiste en toda… un momento, ¡qué todavía no me toca! Nada, un chiste muy gracioso que he encontrado en Halón Disparado (vía Psicofonías).
Un click de Famobil entra en un bar:
— Camarero, póngame una copa.
— ¿De qué la quiere?
— Es igual, me la voy a tirar por la espalda.
Dentro de unos días cumpliré 40 años. Es un fin de década, cosa que sólo me pasa una vez cada diez años. La última vez fue en 1997 y la próxima no se dará hasta el 2017. Hacerse viejo tiene sus problemas, pero en esta ocasión tiene un punto positivo: cuando cumples 40 te regalan un deportivo. Es una ley o algo así. Aunque yo desde hace un tiempo vengo pensando que a mi nueva situación de señor mayor se le ajusta mejor uno de esos Mercedes chulos de gama alta. Apenas puedo esperar.
Volviendo a la edad, lo que no tengo claro es cuándo empezará a cambiarme el carácter. Es decir, ya sé que no hay una fecha fija. Tengo amigos que eran viejos desde los 20 años y he conocido a personas de 70 años con mentes muy juveniles. Sin embargo, a la mayor parte de la gente parece acaecerle una mutación alrededor de los 40. Es un cambio que me resulta pelín desconcertante. Por ejemplo, a mí los 80 no me parece una década especialmente interesante y menos aún merecedora de ser recordada. ¿Cómo será eso de empezar a pensar que los 80 fue el mejor periodo de la historia de la humanidad y que el Renacimiento entero no se puede comparar a la producción musical de esa época? ¿Tan triste y patética será mi existencia tras cumplir los cuarenta que creeré que las hombreras marcaron un antes y un después? ¿Estaré tan ciego como para creer que la bazofia de televisión que nos metía la cadena única de entonces no la supera ni la Capilla Sixtina? Por increíble que parezca, parece que será así; el anuncio de Coca Cola me dejará de parecer una soberana tontería y pasaré a considerarlo un documental fiel reflejo de la vida en toda una generación.
¿Y cuándo voy a empezar a encontrarle el gusto a ir vestido con traje y corbata? ¿O a fumar puros? ¿Asistir a la ópera? No sé, ese mundo futuro de casi senectud se me antoja una especie de país desconocido. Hacerse viejo es un proceso muy extraño lleno de cambios increíbles.
Y luego están los jóvenes.
Los jóvenes son esas personas que se permiten la absoluta descortesía de tener menos años que nosotros. A los jóvenes les tengo mucho respeto, tanto que cuando están en grupo les trato de ustedes y si me los encuentro de noche en una acera, me cambio. Por el momento, asumo, además, que entre los jóvenes habrá de todo: tontos y listos, altos y bajos, guapos y feos, creativos y prosaicos. Es decir, en mi limitado contacto con ellos he llegado a la conclusión de que son básicamente como cualquier otro grupo de edad. Es más, en muchas ocasiones me descubro admirando el producto de algún joven o jóvena.
Pero una vez más, eso tendrá que cambiar. En algún momento decidiré que los jóvenes lo hacen todo mal por genética, por esencia, porque no pueden evitar hacerlo mal. No sólo mal, rematadamente mal. Tan absolutamente mal, que, por ejemplo, acabaré colocando en mi sitio uno de ese cartelitos tontos prohibiendo el «lenguaje sms». Y me parecerá totalmente logico.
Así podría poner muchos ejemplos más. Pero creo que se me entiende. Podría parecer triste, pero envejecer es un cambio que tengo más que asumido. Después de todo, bien pensado, anquilosarse es poco precio a pagar por haber sobrevivido. Acabar creyendo que cualquier tiempo pasado fue mejor no es más que otra magnífica ironía del mismo destino que te da simultáneamente los libros y la noche.
iPhone hype has gadget geeks camping and drooling:
Dilger, a 33-year-old technology consultant from San Francisco, will camp outside an Apple store before the June 29 release of the iPhone, a cell phone with a touchscreen, music and video player and Internet browser with email capability.
Lástima que no estrenen ninguna de Star Wars, que les saldría dos por uno.
Sigo con mis estadísticas de MyBlogLog y miro las entradas más visitadas.
Mi entrada más visitada, con diferencia e incluso superando a la página principal, tiene por título «Hombres desnudos» (13.400 visitas en el mes de mayo según MyBlogLog). Saquen ustedes las consecuencias que quiera. Yo he decidido pensar que me visitan muchas mujeres.
Compruebo con alegría que Power Rangers y Bobobo no se rinden.
En cuanto a quién manda visitas (mis gracias a todas esas personitas que me tienen enlazado), las 10 fuentes más importantes (exceptuando Google y demás buscadores) son:
Un mes más me alegra encontrar a Planeta Canarias en la lista.
Y por supuesto, tenemos los enlaces que se pinchan.
El primer enlace originalmente llevaba a un vídeo con unos hombres desnudos que iban cantando por la calle. Lo que nos lleva a la primera lista de todas.
Así se cierra el círculo.
Ha habido muy bueno intento. En el año 2005, JJ me prestó un libro de 1.000 páginas que todavía no he leído ni le he devuelto; no pierdo la esperanza. Ese mismo año, Kirai me recomendó una novela sobre el samurai Mushashi con el mismo pérfido fin; novela, por cierto, que me apetece mucho leer. Los dos pretendían que no llegase a los 50 libros leídos en un año.
Pero nunca nadie había llegado al extremo de Juan Diego Gutiérrez Gallardo quien aprovechando mi cumpleaños me ha regalado Otherland de Tad Williams. Parece –no tengo forma de comprobarlo- una novela de casi 4.000 páginas dividida en cuatro volúmenes (no tengo forma de comprobar si es una única novela. Las páginas las he sumado por encima). 4 veces el esfuerzo de JJ, ahí es nada.
Todavía no sé de qué va. Sólo el párrafo resumen de la contraportada tiene 137 páginas y todavía no he acabado de leerlo. Además, en internet hay quien especula que realmente se trata del libro de la arena borgeano. Aunque sus páginas son simplemente numerables.
Por cierto, que los libros como ladrillos bien alineados resultan irresistibles para las manos infantiles.
Una curiosidad. Los libros están dedicados al padre de Tad Williams, quien aparentemente no lee ficción (el padre) y por tanto no se entera de que los libros le están dedicados. Desde ahora considero que el padre de Tad Williams es un ser superior y que ha alcanzado un estado al que yo quiero llegar algún día. Pero la carne es débil y debo leer ficción de vez en cuando.