Este año, he cumplido pronto el reto de los 50 libros. Ya está -y con varios libros empezados- y todavía queda más de mes y medio. Es también el cuarto año (el quinto sortearemos libros y esas cosas). Y como en los años anteriores, un efecto secundario no tardará en manifestarse.
A veces alguien me pregunta por qué lo hago, y la respuesta tiene historia y es doble. Tiene historia porque empecé haciéndolo en el 2004 como vía de escape a una situación especialmente estresante (muy felizmente resuelta desde entonces, gracias por preguntar). Luego seguí haciéndolo porque decidí que era una de esas cosas que uno se plantea en plan reto y que tienen como única finalidad realizarse. En última instancia tiene exclusivamente el valor que uno quiera darle.
La segunda razón me quedó clara hace unos días hablando con un amigo. Me comentó que él probablemente no pasaría de los 40 porque la vida insistía en meterse de por medio. Si hay gente con la habilidad de hacer las cosas que quieren sin planificarlas, los demás tenemos que encontrar un huequecito para hacerlas e imponernos cierta disciplina. Me gusta mucho leer, pero sin este reto tengo claro que en los últimos cuatro años habría leído mucho menos.
Esta segunda razón la explica muy bien Chris Baty en No Plot? No Problem! al defender la idea de escribir una novela en un mes:
Deadlines bring focus forcing us to make time for the achievements we would otherwise postpone, encouraging us to reach beyond our conservative estimates of what we think possible, helping us to wrench victory from the jaws of sleep.
Vamos, que te pones a ello y lo demás son tonterías.