Javier Candeira, responsable de Hiperactivo, editor de Barrapunto, traductor y algunas cosas más, responde a esta entrevista de una pregunta.
¿Qué es ‘El rei de la casa’?
‘El rei de la casa’ es una exposición y un videojuego. La exposición trata de la construcción cultural del concepto de infancia, y se puede visitar hasta el 24 de septiembre en el Palau de la Virreina de Barcelona. De ahí la i latina en ‘rei’: en catalán se escribe así. Entre otras obras, en la exposición hay fotos de Loretta Lux y Begoña Egurbide, cuadros de Marc Ryden, Kiki Smith y James Reilly… vale la pena ir a verla.
El videojuego es un encargo que me hicieron Andrés Hispano y Marc Roig, comisarios de la exposición. Querían representar Internet y los salones de videojuegos (o los cibercafés, que son su equivalente moderno) como uno de los «nuevos bosques», esos lugares donde los padres temen dejar a sus hijos a solas por miedo a los peligros (reales o supuestos) que allí acechan.
Internet ha entrado en el imaginario colectivo, y uno de los nichos meméticos que ha ocupado es el del coco, el chivo expiatorio de todo lo malo que sucede en la sociedad. Basta ver los informativos de Antena 3 con sus reportajes totalmente adversativos sobre Internet: «es buena, pero…». En realidad se puede ver en cualquier medio de comunicación titulares como «detenida una banda de pederastas que vendían pornografía infantil por internet«. Lo que no dicen es que la rodaban en un piso, y que lo hacían sobre una cama, y usaban cámaras de video iguales a las que usan los mismos reporteros televisivos que dan la alarma.
El otro referente que queríamos tocar con el pinball es el de los videojuegos como presunto corruptor de la infancia. Cuando se introdujeron los pinballs las autoridades norteamericanas se echaron las manos a la cabeza: era una máquina infernal que incitaba al juego e incluso a la lujuria. Desde la derecha religiosa hasta la izquierda laica, los guardianes de la moral denuncian los supuestos efectos nocivos de los videojuegos en la infancia: por su culpa los menores se dan al asesinato, al robo, sacan peores notas e incluso dejan el cuarto sin ordenar y con la ropa tirada por el suelo.
El «nuevo bosque» de internet y los videojuegos tenía, por tanto, que ser un videojuego (demostrando, como tantos han dicho ya hasta la saciedad, que el videojuego es un vector cultural, una forma de expresión artística, política o comercial como cualquier otra), y un videojuego acerca del triángulo que tiene por vértices la infancia, sus tuteladores (los padres, la sociedad), y el gran Chivo Expiatorio que es Internet.
Tras muchas vueltas e ideas propuestas y abandonadas se llegó al diseño actual del juego: un pinball emulado en un ordenador y presentado en una pantalla de televisión panorámica, y que tuviera dos niveles, uno ambientado en el mundo real y titulado como la exposición, y otro ambientado en un ciberespacio más o menos convencional. Este segundo nivel se llama ‘¡Presa de la red!’ y representa una visión de Internet un poco «según Antena 3»: sale el spam, el asesino del Rol, el niño que gana más dinero que sus padres, arneses sado-maso, consoladores, vamos, todo lo que asusta y casi nada de lo que conforta.
Todas las ilustraciones del pinball, tanto las del campo de juego como las del marcador y las del mueble, son de Mauro Entrialgo. Para el marcador le pedí que hiciera un juego de ilustraciones similar a lo que llaman muñecas KISS (como las muñecas recortables que vendían en los kioskos en el siglo pasado). De este modo el marcador no sólo señala puntuaciones (que, de todos modos, son aleatorias), sino también el estado del niño o la niña protagonistas del videojuego. Digo «niño» o «niña»; porque en el juego, al igual que en el mundo real, puedes empezar la partida de la vida con cualquiera de los dos sexos, con una probabilidad aproximada del 50%.
El primer nivel, ‘El rei de la casa’, representa la tensión familiar frente al consumo de medios de los niños. Las dianas disparan frases de los padres: «¡todo el día con la caja tonta!» cuando se da a la tele, o «sin título, no llegarás a nada» cuando se le da a la escuela. Hay cuatro dianas a la derecha, a las que se accede desde el flipper izquierdo (el que representa la voluntad de los progenitores): la escuela, el museo, la iglesia y la lectura. A la izquierda, y accesibles desde el flipper derecho, el que representa la voluntad de los críos, están la tele, los amigotes, la consola de videojuegos, y arriba, dominando el nivel, el ordenador conectado a Internet. El marcador le va poniendo al niño o a la niña un birrete, una bata de estar por casa, un halo de santidad o una chupa de cuero: son los niños orgullo de sus padres, aún no pervertidos por Internet.
El simbolismo, tengo que confesarlo, es un poco barato, con una sociología de figuritas recortables, pero esto era algo buscado: al fin y al cabo los pinballs siempre han sido unas alegorías más complicadas que complejas.
En un primer diseño pensaba hacer que el ordenador sólo estuviera accesible según ciertas condiciones, pero eso no se puede hacer en una exposición de este tipo: alguna gente se engancha a jugar (lo cual me produce una satisfacción desmedida), pero otros no están dispuestos a dedicarle tanto tiempo, y es mejor ponérselo fácil a todos, y que se pueda mandar la bola al segundo nivel de forma involuntaria.
Al segundo nivel, «Presa de la red», se accede cuando el jugador mete la bola por la pantalla del ordenador. Aquí el personaje del marcador sigue sonriendo mientras el juego lo viste de camisa de fuerza, capuchas sadomaso o lo deja en ropa interior y le llena las manos de dinero, naipes, cuchillos ensangrentados y juguetes sexuales, todo ello ante el horror de sus padres. En el campo de juego el jugador no tiene objetivo fijo, sólo colarse por el pachinko y la araña giratoria que sirven de generador de atrocidades y de distribuidor de los reproches paternos ante tanto horror internetero. Pero la estrella es el marcador. Qué bueno es el puñetero de Mauro.
Ahora mismo estoy terminando los retoques necesarios para poder poner el juego para descarga: va a ser un CD ejecutable con Linux para que se pueda arrancar en cualquier PC de los últimos dos o tres años. Trataremos el ordenador como si fuera una consola, lo cual no sé si tiene algún simbolismo, aunque si hay que buscárselo se le busca. El juego en sí se publicará bajo la licencia GPL, y sólo los gráficos estarán bajo una licencia Creative Commons No Comercial. Sobre la música aún no hemos tomado ninguna decisión, hasta que nos aclaremos con los ‘samples’ pero no creo que haya ningún problema: el autor es nada menos que man, ese que de vez en cuando hace de editor de Barrapunto.