Territorios inexplorados: una entrevista con Connie Willis (IV)

Entrevista con Connie Willis realizada en Glasgow (1995). Publicada originalmente en BEM 49. La recupero aquí dividida en siete partes.

PJR: ¿Y Remake? ¿Es quizás un homenaje a algo que desaparece?

CW: Creo que sí.

Tengo muchos problemas con Hollywood. Me encanta el cine y me enfurezco porque creo que Hollywood no está produciendo las películas que podría producir. Suelen dejarse guiar por el dinero, y hacen lo mismo una y otra vez, sin el coraje de intentar algo distinto. Cuando hacen una buena película es casi por error. Me encanta el cine y le tengo tanto miedo a la tecnología como cualquier otra persona. La tecnología significa cambios y los cambios dan miedo. Y puedo ver nuevas tecnologías con las que podrás hacer lo que quieras en una película. Será maravilloso: ya no tendrás que buscar un castillo abandonado en algún sitio y llevarte allí todo el equipo, podrás filmar en el estudio y llenar los espacios vacíos con el ordenador. Podrás hacer que vuelvan los dinosaurios, poner dragones, o lo que quieras. Pero al mismo tiempo, creo que olvidamos el papel que juegan las personas en las películas, y que las películas son en el fondo sobre las personas. Cada vez que hay una revolución tecnológica, las personas tienden a perder y sufrir. Cuando escribí Remake estaba en un estado de ánimo muy triste y elegíaco.

El cine tiene algo de irónico, porque Fred Astaire está muerto y no volverá nunca, pero por otra parte, Fred Astaire no está muerto: ha sido atrapado para siempre en las películas. Tienes cosas que pasan y a la vez están presentes, así que en cierto modo es un viaje en el tiempo. Las películas son una forma de viaje en el tiempo.

PJR: Recuerdo que en Locus dijeron que Remake estaba demasiado cerca de la realidad como para ser divertido, pero no creo que pretendieses escribir un libro gracioso.

CW: El protagonista tiene un tono muy sarcástico y hace comentarios graciosos, pero no considero que el libro sea gracioso en absoluto. Creo que es una historia de amor muy triste.

PJR: Algo similar a una advertencia.

CW: En parte una advertencia y también trata sobre el arte. Creo que el libro en gran parte trata sobre la producción de arte y de como el arte es una cuestión de compromisos. Siempre trabajas en condiciones imperfectas: el dinero y la popularidad juegan su papel. ¿Cómo te las arreglas para crear arte? Mi repuesta es que tienes que amarlo, tienes que amarlo. La protagonista de Remake es capaz de hacer algo que no puede nacer nadie más: conquistar el tiempo y bailar con Fred Astaire, no porque intente hacerse rica o convertirse en una estrella popular, sino porque ama a Fred Astaire y está dispuesta a trabajar lo que sea necesario para captura un poco de la magia del pasado.

Me identifico con ella, porque cuando escribo, intento bailar con Fred Astaire, intento acercarme a Shakespeare. Sé que no escribo tan bien como Shakespeare, pero intento captura un poco de la magia de Shakespeare. Durante un momento quiero pertenecer al mismo grupo que Shakespeare, y contar un poquito de la verdad, como él hacía siempre: siempre decía la verdad sobre todo, obra tras obra tras obra. Era la persona más increíble que ha vivido nunca.

PJR: La historia de amor de Remake es en algunos aspectos similar a la de El libro del día del juicio final. Hay una relación de amor entre un hombre y una mujer a través del tiempo. En El libro del día del juicio final ella viaja al pasado y lo mismo sucede en Remake

CW: Ella acaba en China.

PJR: Pero algo más, ella quiere bailar en las películas, que es algo que en ese mundo sólo puedes hacer en el pasado, y él vive, no en el presente, sino unos años en el futuro. Al final están separados.

CW: Están preparando una continuación de Casablanca llamada Casablanca 2. Una idea estúpida…

PJR: Y un título estúpido.

CW: Sí, un título estúpido… Pero no creo que Casablanca pudiese tener un final feliz. Pienso que todas las historias de amor realmente románticas tienen un final triste. Porque si una historia de amor tiene un final feliz, entonces pasas a la siguiente fase que es la comedia de costumbres: el compromiso, vivir el uno con el otro y todos los pequeños detalles de la vida diaria. Y ése es un gran material para la comedia de costumbres pero no para una historia romántica. Las mejores películas románticas son aquellas en las que lloras al final.

Cuando escribí Remake, no quería separar a mis personajes, porque creo que se quieren. Pero ella quiere bailar más de lo que lo quiere a él, y él ama las películas, no más de lo que la ama a ella, sino porque la ama. No pueden estar juntos, al menos por ahora, por lo que intenté dejar la puerta abierta. Esa es la razón por la que di a Casablanca un final feliz en ese libro. Cuando vemos Casablanca, sabemos que no pueden estar juntos, pero nos gustaría que pudiesen.

PJR: Quizás cinco años después de la guerra.

CW: Quizás cinco años después de la guerra, exactamente.

Me encanta escribir historias de amor. Creo que las relaciones entre hombres y mujeres son las más maravillosas, y las más complicadas. Quiero escribir sobre los pequeños detalles de esas relaciones. En Territorio inexplorado escribí sobre el matrimonio y en El libro del día del juicio final escribí sobre la relación padre e hija: como es ser el padre de alguien.

PJR: Sí, él es Dios y ella es Jesucristo. En un momento dado él siente que ha enviado a su hija a la muerte, cuando reflexiona en el hospital sobre la Biblia, y en otro momento ella piensa algo así como «Dunworthy, ¿por qué me has abandonado?».

CW: Exacto; tienes toda la razón. Y quería dejar claras esos matices religiosos.

Cuando al final ella le dice a Dunworthy «sabía que vendrías» yo le pregunto a la gente «¿Crees que decía la verdad?». Ellos me contestan «no» y yo pregunto «¿por qué no?». Y su respuesta es «¿Por qué ella sabía que el no podía venir?». Pero ella rezó para que él viniese y él vino. Puedes creer simultáneamente que te van a salvar y que no te van a salvar. Puedes creer en Dios y a la vez decir «Dios, ¿por qué me has abandonado?».

PJR: Otro detalle interesante es que Kivrin empieza considerando a la gente como material de estudio, pero al final son personas con las que vives.

CW: Sí. Para mí la moraleja del libro, si un libro puede reducirse a una moraleja, es, como alguien dijo, «quien ha amado a otro, ha visto el rostro de Dios». Y creo que eso es muy cierto. Ella pasa de una fe simple en la que rezas y tienes respuesta, a una fe en la que sabe que Dunworthy la ama, y que si él puede venir a salvarla vendrá a salvarla, que él nunca la abandonaría. Y una vez que sabes que jamás te abandonarán, que alguien te ama, ya estás salvado, ya te han rescatado, te rescaten finalmente o no.

Me resulta interesante que parece que los europeos ven esos planteamientos mejor que los americanos.

Mucha gente me pregunta: ¿por qué Kivrin no se va?, ¿por qué no los abandona? La respuesta es que ella tiene una responsabilidad y lo sabe. Dunworthy tiene una responsabilidad para con ella. Y ella no puede abandonar a los niños de la misma forma que él no puede abandonarla a ella. Mi mayor problema al escribir la novela era que la relación más importante del libro, y en la que tienes que creer, es el amor entre Kivrin y Dunworthy. Y nunca aparecen juntos sino durante medio capítulo al principio y medio capítulo al final. Con Colin, Dunworthy puede demostrar que tipo de padre sería, y ella también tiene niñas para mostrar que tipo de madre sería.

PJR: Otro aspecto interesante es que aunque la relación es de padre e hija, ninguno de los dos tiene toda la razón, y ninguno de los dos está equivocado por completo. Ella no debía haber ido a esa época, pero él debía haberle dicho que no fuese.

CW: Y si no hubiese sido tan compulsivo con la seguridad no la hubiese puesto en peligro. Fue ese doble control lo que provocó los problemas.

PJR: En España había una crítica muy curiosa a la novela. Alguna gente se quejaba de que no había una paradoja temporal. Pero la inexistencia de una paradoja es lo que da sentido a la novela, la historia funciona porque no hay paradojas.

CW: Sí. Ella viaja a un callejón sin salida, un lugar en la historia en el que no importa lo que haga, no tendrá efectos en el futuro. Todo el mundo muere, por lo que puede interaccionar con ellos con completa libertad. Lo que debe suceder sucederá, y ella no puede evitarlo.

Por otra parte, en ese libro no me interesaban las paradojas temporales. Sin embargo, en mi nuevo libro trato algunos aspectos de las paradojas temporales. Uno de los mayores problemas es crear un mundo en el que si viajas al pasado y tienes cuidado no tendrás efectos en el futuro. La verdad es, sin embargo, que ocupamos espacio y respiramos oxígeno y eso produce sus efectos en el universo. Por tanto, no existe el «no habrá ningún efecto» y de eso trataré en el siguiente libro.

PJR: Al final de El libro del día del juicio final ella está sola, y aunque él tiene que ir al pasado a salvarla, ella es una persona completa. Necesita ser salvada, pero no que cuiden de ella.

CW: Eso es. Él la salva a ella y ella lo salva a él, y Colin, por supuesto, los salva a ambos [ríe].

Colin es mi personaje preferido en El libro del día del juicio final. Al principio era un personaje menor que inventé para que Dunworthy pudiese hablar con alguien. La doctora está todo el rato en el hospital y la arqueóloga está en la excavación. La mayor parte de la información en mis libros la doy a través de los diálogos, por lo que Dunworthy necesitaba a alguien con quien hablar, así que inventé a Colin. Me gustó mucho y le fui dando más y más protagonismo.

PJR: Es genial, corriendo con su cámara de vídeo grabándolo todo.

CW: Para un niño la guerra es emocionante, una crisis es emocionante. Si hay un tornado los niños no piensan «Dios mío, va a morir gente», los niños piensan «es genial». Así que quería que estuviese allí como mi representante infantil.

PJR: En cierta forma, en El libro del día del juicio final la parte en el futuro es una comedia y la parte en el pasado una tragedia. Y queda claro en el distinto tratamiento de las campanas.

CW: Sí. Las campanas eran un aspecto muy serio de la Edad Media y ahora han quedado reducidas a un pequeño, excéntrico y gracioso papel en la vida.

PJR: Vas a explorar nuevamente el universo de El libro del día del juicio final. Estás escribiendo una continuación.

CW: No es exactamente una continuación, pero sí transcurre en el mismo escenario. En este caso se trata de una comedia, algo así como una comedia shakesperiana. Está ambientada en la Inglaterra victoriana y Dunworthy aparece como un personaje, pero es el único que aparece de El libro del día del juicio final.

El argumento arranca con una americana excéntrica a la que se la ha metido en la cabeza reconstruir la Catedral de Coventry, que fue destruida por los nazis. Una idea ridícula, el antojo de una ricachona, pero está decidida a hacerlo y ha logrado convencer a Oxford porque necesitan el dinero desesperadamente para unas nuevas investigaciones en el viaje temporal. Ella hace que todos los historiadores recorran el pasado reuniendo información sobre el aspecto de la Catedral de Coventry antes de ser destruida.

Mi pobre héroe va y viene demasiadas veces por el tiempo y tiene un grave caso de desorientación temporal. Tiene que descansar, pero si intenta descansar en el presente, ella lo pondrá a trabajar otra vez. Así que le envían a la Inglaterra victoriana para que pasee en barca por el río, juegue al críquet, tome té y se relaje. Por supuesto, cuando llega allí no hay forma de relajarse [ríe].

De hecho, se pasa buena parte del libro intentado disfrutar de una noche de sueño decente. Esa es su meta: poder por fin dormir durante toda una noche.

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