Viste como Steve Jobs

Una vez más, Apple logra la difícil tarea de no sacar nada interesante. Pero al menos, hay un sitio llamado Steve’s Outfit que dice venderte la ropa para vestirte igualito, igualito que Steve Jobs. Además, obedientes y respetuosos, han incluído un enlace para que les demanden directamente. ¡Qué buenos!

(vía The Raw Feed)

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Cómo fabricar un producto falso

Debe ser genial ser Apple. Dices que va a presentar algo cierto día e Internet se agita elucubrando sobre qué será. No importa nada que la respuesta llegará en unos días (en oposición a años, por ejemplo), los rumores vuelan y también las imágenes de «nuevos» y «novedosos» productos. Uno de ellos corrió mucho en los últimos días y ahora hay todo un vídeo mostrando cómo se hizo.

(vía Geek News Central)

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100 en 100, día 37: Eventtos

Es un uso curioso del formato bitácora (que sí, es un formato, no un género): anunciar lo que va a pasar por ahí (en tu ciudad, por ejemplo). Eso es Eventtos:

Nos sentimos parte de la blogosfera y del movimiento asociativo en la red, por lo que ofrecemos de manera especial este espacio para que los bloggers anuncien sus famosas blogs&beers o quedadas blogeras por toda la geografía española.

Pues eso, a aprovecharlo.

100 bitácoras en 100 días.

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Octavia Butler

Steven Barnes informa de la muerte ayer sábado de Octavia Butler (la noticia parece estar sin confirmar, pero la Wikipedia ya está actualizada). Octavia Butler era una autora extraordinaria de cuyos libros disfruté enormemente. Me encantaron los libros de las parábolas –Parable of the Sower y Parables of the Talents– y la serie de Pattermaster -especialmente, Wild Seed. Creo que en España sólo le publicaron la trilogía de Xenogénesis. Su última novela, Fledgling, va de vampiros y espero leerla pronto. Kindred, la historia de una mujer de raza negra que debe viajar en el tiempo para salvar a su antepasado esclavista blanco, también me impresionó.

Aquí un podcast con Octavia Butler.

(vía Whatever)

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Introducción a la Grecia antigua. de F. J. Gómez Espelosín

Introducción a la Grecia antigua no contiene ni un solo mapa. Lo comento porque se me hace raro en un libro que cubre casi mil años de historia, donde la gente se mueve de aquí para allá, coloniza esto o aquello, mueve ejércitos por toda Asia y las más de las veces se pelean entre ellos. Es un defecto menor es un libro que está bastante bien, pero hubiese ayudado a tipos como yo que nos perdemos en el salón de casa y tenemos graves problemas para distinguir la derecha de la izquierda. Supongo que los mapas son costosos de producir y encarecerían mucho el volumen. Además, supongo que también se asume la primacía de la palabra escrita sobre la imagen y se da por supuesto que algo explicado con palabras no requiere apoyo visual. Aunque esta segunda explicación chocaría en el caso de este libro, del que se alaba su «estructura sumamente pedagógica».

Lo siete capítulo -«Homero y la edad oscura», «El mundo de la edad arcaica», «La época clásica», «El siglo IV. ¿Una época de transición?», «Alejandro Magno: El nacimiento de un nuevo mundo», «El mundo helenístico» y «Griegos y romanos. A modo de epílogo»- están dividido en cuatro grandes secciones (a su vez, en ocasiones subdivididas en secciones más concretas) que cubren cuatro grandes campos. Las divisiones están muy logradas, y efectivamente conforman una estructura que ayuda a situarse.

El primer punto, ofrece un panorama general de la época y es la más histórica de las secciones. Por ejemplo, en el capítulo dos tenemos «¿Qué es una polis?» o «Atenas: la vía de las reformas». En el 3, «La guerra contra los persas» o «El estilo de vida de la sociedad ateniense». En el 6, «La época de los diádocos» o «La civilización helenística». Pero posiblemente, el punto dos pueda resultar incluso más interesante, y es donde se concentra el meollo del libro. En esa sección se estudian los problemas fundamentales de cada periodo y es donde se ofrece una visión más total de cada momento. Por ejemplo, «Las transformaciones sociales de la época» en el capítulo 2, «El debate ideológico de los nuevos tiempos» en el capítulo 4 o «Paganismo, cristianismo y cultura griega» en el siete.

La tercera sección posee su interés propio: trata de las fuentes. Es decir, cómo se sabe lo que se sabe sobre la época. En ocasiones por textos de la época -de los que se puede uno fiar o no-, a veces por restos arqueológico, y en ocasiones, por textos que hablan de textos que a su vez hablan de fuentes originales ahora perdidas. La historia de las fuentes es apasionante por sí sola, y esas partes son divertidas de leer como si de novelas se tratasen. La cuarta sección incluye la bibliografía. Es un gran hallazgo poner la bibliografía al final de cada capítulo y no al final del libro completo; así es más cómodo ir a tiro hecho. Es más, la bibliografía a su vez está dividida en temas, y es fácil llegar al nivel de detalle que uno desee. Por ejemplo, el capítulo 5 se nos ofrecen libros particulares sobre campañas concretas de Alejandro, o sobre su relación con los griegos por un lado, o con Oriente por el otro; y también una sección sobre le mito de Alejandro.

(Por cierto, quiero comprar uno de los libros, porque después de leer el capítulo me resulta fascinante que se pudiese mover a tanta gente por tanto territorio y me gustaría saber cómo era la logística.)

Introducción a la Grecia antigua está a la altura de sus pretensiones pedagógicas. Te explica la sociedad griega como un ente vivo, aclarando incluso aspecto de la vida diaria o de las instituciones. La idea habitual de la Grecia antigua es la de un mundo democrático lleno de filósofos, imagen que como mucho sólo fue parcialmente cierta en un momento muy concreto. Es más, en ocasiones puedes extraer divertidos paralelismos con nuestro presente.

Situaciones como la campaña de Alejandro y lo que significó para Grecia y Oriente está muy bien explicadas. Sobre todo, el proceso por el que un gran imperio cayó frente a la expedición militar de un solo hombre y la entidad política resultante: «el imperio de Alejandro era […] un estado en creación permanente, supeditado, en suma, a los desplazamientos constantes del ejército y la persona del rey». Y lo mismo sucede con la época helenística, un periodo especialmente fascinante que habitualmente queda eclipsada por el clásico.

Si bien el tono es siempre serio y se da más bien pocas alegrías estilísticas, en algún momento el autor se vuelve demasiado seco y el libro se hace difícil de seguir; pasa sobre todo en el segundo capítulo. Así mismo, la bibliografía ofrecida es muy interesante, pero parece dividirse casi por completo en dos grandes grupos: libros que no se pueden comprar (y que por tanto habría que consultar en una biblioteca universitaria) y libros que sí puedes comprar pero son muy caros. Quizá en ese aspecto se trate de una bibliografía demasiado académica.

Pero lo más importante: te deja ganas de seguir profundizando en la Grecia antigua. De eso se trataba.

Y una cita curiosa:

Atenas era, además, una democracia basada sobre un imperio. Estos dos términos, que parecen incompatibles en la mentalidad moderna, no lo fueron a los propios ojos de los atenienses. No debemos olvidar que nuestra noción de libertad, que implica la reciprocidad absoluta de atribuciones, proviene de la Revolución francesa y, por tanto, no resulta aplicable a la mentalidad helena. Para los atenienses, como para cualquier otro griego probablemente, el ejercicio de la libertad implicaba tan sólo la libre capacidad de acción aunque ésta supusiese la esclavitud de los demás o su sometimiento a la hegemonía propia. Como ha señalado Levêque, «la democracia ateniense era imperialista no por accidente sino por esencia. Su principal objetivo era el de asegurar una vida decente a los ciudadanos, incluso a los menos favorecidos». Para ello, Atenas necesitaba disponer de grandes recursos que sólo le podía proporcionar la posesión de un imperio. Una opinión compartida por muchos atenienses consideraba algo lógico que el funcionamiento de su democracia fuese financiado con el tributo de los aliados, ya que previamente habían recibido los beneficios impagables del sacrificio y entrega de Atenas en la lucha contra los persas. (p. 203)

[50 libros] 2006

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Bobobo-bo Bo-bobo

Me gusta la serie de televisión Bobobo. Tiene un sentido del humor absurdo que me encanta. Normalmente empiezo un episodio riéndome y lo acabo riéndome. El argumento parodia las series habituales de guerreros buenos contra guerreros malos -ésas en las que todas las armas y movimientos están activados por la voz y hay que gritar una parrafada antes de usarla-, pero los guerreros de Bobobo tienen armas y sistemas de lucha simplemente demenciales. Y no sólo eso, la lógica de la trama es también desquiciada. De pronto están untando mermelada en unos arenques y aparece una rebanada de pan gigante que reclama su derecho a ser untada; después de todo, la hornearon para eso.

Corre el año 300X y el emperador Bola de Billar IV -del Imperio Margarita- controla el mundo. Como odia a la gente con pelo, crear un ejército de cazadores de pelo que van por ahí rapando a la gente. Bobobo -que domina en arte del combate de pelo nasal- se convierte en el liberta cabelleras y lucha contra el imperio. Lástima que Bobobo y sus amigos estén como verdaderas cabras. Locos de remate es poco.

De hecho, el único personaje cuerdo parece ser Beauty, una niña rescatada de las garras de los cazadores de pelo. Lo demás, están tan trastornados como raros son. Por ejemplo, tenemos a Ten no suke, un hombre de gelatina azul. O Softon, que tiene un helado por cabeza, aunque hay otras opiniones que se inclinan más hacia lo escatológico. Pero mi preferido es Don Patch, una especie de bola con pinchos que insiste repetidamente en que él es el verdadero protagonista. Hay otros muchos personajes igualmente extravagantes.

Como buena serie japonesa, está basada en un manga, obra de Yoshio Sawai. Sentía curiosidad, así que compré el volumen publicado en inglés. Por desgracia, Bobobo-bo Bo-bobo no es el comienzo de la serie, sino una selección de aventuras intermedias que forman un arco razonablemente independiente. Comienza cuando deciden ir a por Halekulani -el último de los cuatro principales del Imperio Margarita- y termina con su derrota. De camino, se enfrentan a algunos esbirros como «El de arriba del tren» o los desternillante Tres hermanos infernales. Para derrotar a Halekulani deben superar su juego de la oca mortal, en el que las almas de los participantes -que no pueden ganar hagan lo que hagan- se convierten en dinero, y luego contraatacar con la idea que tiene Bobobo de un juego de tablero: una locura sin pies ni cabeza donde sale una base lunar que realmente no es una base lunar. Al final -ya que el Halekulani es una especie de Creso- descubrimos qué es más importante que el dinero.

Acostumbrado a la serie, al principio el cómic se hace un poco complicado de leer. El sentido del humor es el mismo, las parodias de famosas series japonesas -que yo apenas entiendo- están presentes, pero el autor tiene que luchar contra las limitaciones de la página impresa. Pero poco a poco vas entrando y aprecias que se usen todos los recursos -por ejemplo, dibujos realistas cuando conviene, infantil cuando hace falta- para provocar el humor.

En este libro lo de los homenajes está un poco más claro. En un momento dado, del pelo afro y rubio de Bobobo sale Yugi -con una de sus cartas- quien procede a invocar a un dragón e irse de inmediato. Mientras tanto, el resto de los personajes comentan que ese tipo es famoso y que en persona parece más joven.

Lástima, como dije antes, que este sea un volumen único. Me gustaría poder leer más. Al menos, podré seguir la serie.

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