Scarab Lords
Lo he comprado hoy. Scarab Lords es un juego de cartas no coleccionable para dos jugadores, con un trasfondo vagamente egipcio.
Es un juego de Reiner Knizia que también creó, entre otros, Tigris & Euphrates.
Lo he comprado hoy. Scarab Lords es un juego de cartas no coleccionable para dos jugadores, con un trasfondo vagamente egipcio.
Es un juego de Reiner Knizia que también creó, entre otros, Tigris & Euphrates.
Stowe Boyd tenía un monitor Apple de 30 pulgadas. Luego se compró un MacBook, pero lo tuvo que devolver, porque no era compatible con el dichoso monitor. Por supuesto, es culpa suya, porque siempre hay que comprobar que las cosas que compras son lo que quieres. Pero por otra parte, en cierta medida, los años y años que Apple lleva diciendo que sus productos simplemente funcionan, que simplemente basta conectarlos para usarlos, también alimentan la creencia de que puedes comprar dos productos de Apple y que serán compatibles entre sí. Pero no.
En El rincón de Blagdaros podemos encontrar un divertido generador de guiones para House:
Después de un (3), resulta difícil hacer diagnóstico. House insulta a alguien. House escribe sobre una pizarra los síntomas y sus asistentes (que son unos paquetes) sugieren que se trata de (4). House insulta a alguien y dice que es (4) y comienza un tratamiento que hace empeorar al paciente hasta que casi lo mata, porque al final no es (4), sino que es (5). House insulta a alguien.
Se está acabando. Ya sólo queda un libro.
Tras el indiscutible tour de force que representó Criptonomicón, Stephenson se atreve a novelar en el Ciclo Barroco cómo pudo ser el nacimiento del mundo moderno, la creación de la ciencia y el paso de la alquimia al empirismo y el racionalismo. Y lo hace con la misma facilidad y amenidad que sorprendieron a todos en Criptonomicón con esa mezcla abigarrada de historia, aventura, ciencia, hechos verdaderos e invenciones, y enfrentando la locura al racionalismo, la alquimia al empirismo, y sin olvidar contarnos con ironía el nacimiento de la Bolsa, la política y la economía modernas, en medio de guerras espías intrigas, corsarios y piratas.
La ciudad de Londres es el nueva e imponente protagonista de este incomparable fresco sobre el origen histórico de nuestro tiempo, con el enfrentamiento entre la nueva ciencia moderna de la Royal Society y la vieja alquimia, no siempre tan alejadas como parecería a primera vista. La confusión inevitablemente asociada al nacimiento del mundo y la mentalidad modernos es en realidad el eje central de una vasta peripecia humana, social e Intelectual que configura el tercer y último volumen de esta magna obra que es el Ciclo Barroco. Un libro de inmensa ambición, erudición y alcance.
Sir Isaac Newton usa su poder como director de la Casa de la Moneda de Inglaterra para buscar el mítico «Oro de Salomón» del que supone que contiene el Mercurio Filosófico que ha de ser imprescindible en sus estudios alquímicos. Eso le enfrenta irremediablemente a Jack Shaftoe el llamado Rey de los Vagabundos, conocido ahora como Jack el Acuñador. Mientras, Daniel Waterhouse, puritano y filósofo natural, fundador del Instituto de las Artes Tecnológicas de la Bahía de Massachusetts (el precedente del actual M.I.T.), es llamado de nuevo a Europa para mediar en la disputa intelectual que enfrenta a Newton y a Leibniz para dilucidar cuál de los dos ha inventado primero el cálculo infinitesimal. En Massachusetts, Waterhouse había empezado a construir el Molino Lógico de Leibniz, el precedente de los modernos ordenadores y, llegado ahora a Inglaterra, recibe de Leibniz un encargo del zar Pedro I el Grande: colaborar en el desarrollo de la ciencia con un envío de material científico para Rusia.
Política e intrigas, ciencia y alquimia amores y odios, el amplio fresco de la vida se da cita en el Ciclo Barroco de manera inédita hasta hoy. Otro verdadero tour de force,
Alvy de Microsiervos me lanza un meme: mostrar el objeto más friki que tengo. Todo se debe a que alguien ha decidido que hoy es el día del orgullo friki. Pero tengo un problema: yo no soy un friki.
Tengo varias pruebas. De la nueva trilogía, sólo me gusta la primera película. No vi la dos siguientes de Matrix; las críticas eran muy negativas, así que pasé. Nunca he visto un episodio completo de Stargate. Star Trek me resulta sólo vagamente interesante. Hay muchos escritores de ciencia ficción a los que no he leído (ni leeré). Fui incapaz de terminar El señor de los anillos a pesar de llegar hasta la página 400. No llevo ningún dado de 20 en el bolsillo (ni siquiera tengo un dado de 20, sólo varios de 10). Y la prueba definitiva, cuando veo Revenge of the Nerds me caen más simpaticos los Alfa Beta.
Me encuentro un poco en la situación de Álvaro de La cárcel de papel. Sólo que él prefiere definirse como gafapasta y yo no sé si no será peor el remedio que la enfermedad. Después de todo, los frikis no merecen morir.
Todo lo que en mi persona se podría considerar friki, me parece simplemente cultura general. Por ejemplo, llevar en el coche la banda sonora de The Rocky Horror Picture Show y cantar «Don’t judge a book by its cover» me parece simplemente buen gusto, como lo es bailar Time Warp (tuvimos una época es que lo bailábamos en todas las fiestas). ¿O quién no ha llevado nunca un Malkavian? Y un duelo a espada con insultos forma parte de la educación sentimental de todos.
Pues eso, que en vano he buscado mi friki interior y no he dado con él. Quizá lo asesiné en su momento, pero la verdad es que ahora soy un señor normal y corriente al que le gusta ver la tele y aspira a ser funcionario. Y en vano he buscado también un objeto raro y friki. No tengo ninguno. O al menos, ninguno que no se pueda comprar en cualquier tienda sin problemas. Me gustaría tener, por ejemplo, una granada de mano firmada por Centurión Chape y Capitán Sevilla, pero no. O incluso la cadera de Ficus Pandorama cuando el pobre tenía 12 años para enseñarles.
Lo único que tengo curioso no es excesivamente friki. Se trata de una edición en seis volúmenes -pero sólo tres tomos- bastante bonita de las 1000 noches y una noche traducidas por Richard F. Burton. La compré hace muchos años, guiándome por mi pasión por el personaje. Incluso contiene el famoso Terminal Essay. Afirma ser edición de una edición de la edición de 1885 y no contiene las noches adicionales. No, no la he leído. Pero si alguien siente curiosidad, pueden leerlo aquí.
Hace muchos años, en Cambridge, estuve a punto de compra la traducción de Lane. Pero me eché atrás en el último momento.
Por supuesto, doy puntos extras de frikismo si descubren el origen de mi interés por Richard F. Burton (leí como cuatro biografías). Vamos, que es muy fácil. Una pista, NO fue el ensayo de Borges.
En El Blog de Jotace descubrimos qué disfraz hubiese podido escoger un Bruce Wayne de color verde para dar todavía más miedo que disfrazado de muerciélago. Esa idea sí que merece una serie.
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Top Ten Stock Photography Cliches son esa diez imágenes que aparecen una y otra vez en las campañas de publicidad. En realidad, no significan nada, pero parecen significar. Por ejemplo, el apretón de mano de la sinergía:
(vía Reddit.com)
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No nos íbamos a quedar sin vídeo gracioso para empezar el día en este valle de lágrimas que es nuestra patética existencia. Weird Al Yankovic le echa más imaginación al asunto que todo el tríptico inaugural (no era tan difícil):
¿El que toca el piano es el emperador? «Soon I am gonna be a Jedi» 🙂
Recuerdo que este hombre hizo hace algunos millones de años una versión buenísima del Bad de Michael Jackson. Todavía me río de una escena.
(vía Psicofonías)
La chica de la tele habla de Classictvhits, donde puedes ver qué era éxito en televisión -americana- el año de tu nacimiento (por ejemplo). En mi caso, triunfaba Bonanza (sexto puesto) o El virginiano (14). El show de Jackie Gleason andaba por el puesto noveno.
En los comentarios se apunta a ¿Te acuerdas?, donde puedes enterarte de que en ese año TVE daba Historia de la frivolidad de Narciso Ibáñez Serrador o que en España se estrenaba Planeta prohibido.