Jesús sobrevivió, se mudó a Japón y vivió hasta los 106 años

Lo he leído en internet -concretamente, en Jesus Christ was their ancestor, they keep His grave in Japan!– así que debe ser cierto:

If you did ever read or hear of the best-seller «Da Vinci code», you know its main topic: Jesus Christ lived after the cross, married, had children, and so on, and his descendants are still living nowadays… but your aren’t as likely to have heard of some remote village located in the northern regions of Japan, where since ancient times are located Jesus Christ’s tomb, his testament (yes, He wrote His will, in Japanese!), as well as his still living descendants!

(vía Unscrewing The Inscrutable)

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#46 La revolución de los blogs de José Luis Orihuela

No sabía qué esperar de La revolución de los blogs (La esfera de los libros. ISBN: 84-9734-498-7). Su autor, José Luis Orihuela, es un reconocido experto en ese tema, pero aún así, sospechaba que no me iba a contar nada que yo no supiese ya. Y así fue, apenas nada en el libro me resultó desconocido. Pero también descubrí con alegría que no es un libro dirigido a mí o cualquiera como yo, y que su gran valor radica en haber reunido en un solo volumen una rica selección de recursos, preguntas, comentarios y tablas que facilitarán la labor de cualquiera que desee iniciarse en el mundo de las bitácoras.

En primer lugar, comentar lo que no es. No es un libro de estudio, ni aspira a plantear un marco teórico de la blogosfera. Tampoco es una introducción histórica, ni se pierde en detalles. No es un catálogo de todos lo que son -aunque están bastantes-, ni una relación prolija de los méritos de cada uno.

Es simplemente un manual de iniciación. Un manual dividido en cinco grandes capítulos que pueden leerse independientemente dependiendo de lo que interese a cada uno. A su vez, cada parte está perfectamente estructurada, con una mentalidad netamente pedagógica. El libro quiere transmitir y quiere hacerlo lo más rápidamente posible. Por esa razón abundan las tablas, las listas, los cuadros comparativos y unos completos anexos finales.

Es, en general, una acumulación de recursos sobre cómo llevar una bitácora (no se mete en el mecanismo de abrirla), todos colocaditos y ordenados para que sean lo más útiles posibles. Hay consejos sobre cómo escribir una bitácora (aunque algunas de las «reglas» pertenecen a la variedad de: aprenderlas para poder romperlas), consejos sobre cómo escribir comentarios, preguntas qué debes plantearte si quieres lanzar una bitácora empresarial (imprescindibles), etc… Es decir, tiene una orientación decididamente práctica, está pensado para usarse. Casi todo lo que dice se podría encontrar navegando por la red, pero hacerlo así te llevaría mucho más tiempo. Orihuela lo ha seleccionado todo y lo explica muy bien.

Tampoco quiero dar la impresión de que no hay nada de teoría. Claro que lo hay, pero no es el fin último del libro. Por ejemplo, se enfrenta valientemente al mito de que los bitacoreros hacen periodismo. Y también hay algunos interesantes comentarios sobre el carácter del autor de bitácora, destacando sobre todo el aspecto comunitario.

Si ya llevas muchos años en la blogosfera, el libro probablemente no te aporte nada. Sin embargo, si estás pensando iniciar tu bitácora, probablemente te ahorre muchos rodeos y callejones sin salida. Si yo diese cursos sobre bitácoras, es un libro que recomendaría y usaría. Dentro de su sencillez, me ha parecido provechoso.

Una advertencia: pjorge.com aparece referenciada en el libro un par de veces. Incluso pone que nací en Lanzarote.

[50 libros] 2006

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#4 El oficio de oír llover de Javier Marías

08012006(002).jpgCuriosamente, nunca he leído una novela de Javier Marías. Una vez lo intenté y la dejé a las pocas páginas. No es el libro me pareciese malo, no lo leí lo suficiente para formarme esa opinión, sino más bien me resultó indiferente. Es decir, el libro no me estaba contando nada que a mí me resultase interesante leer. Ya decía Borges que hay libros que no están hechos para ti, y si el maestro lo decía… En esas condiciones, lo mejor es dejarlo y seguir con otro. Será por falta de libros para leer.

Pero lo divertido es que me encantan las columnas de Javier Marías. De hecho, me parece lo único potable e interesante de El País Semanal, o como se llame ahora (sí, compro el periódico los domingos básicamente para leer su columna; un poco caro por página sí que sale). Y no porque esté de acuerdo con él, que no me sucede siempre (incluso en alguna ocasión me ha puesto de mal humor). No sé, me entretiene y me divierte su forma de escribir las columnas. Incluso cuando se equivoca, hay siempre un cierto rigor subterráneo, una forma hilvanada de pensar. La mayoría de los intelectuales de prensa española razonan por analogía: encuentran varios fenómenos que externamente son similares, y los van encadenando como si las similitudes superficiales indicasen una unidad fundamental (véase cualquier columna de Vicente Verdú). Supongo que en el caso de Javier Marías le beneficia mucho el haber tenido un padre filósofo.

El oficio de oír llover recopila la primera tanda de columnas para EPS, las primeras que escribió allí después de su precipitada salida de aquel otro sitio. Son, como ya he dicho, textos divertidos, agradables, fáciles de leer y, lo más importantes, de releer; las ideas siguen estando ahí y la primera lectura no las ha agotado todas. Se agradece en una columna. Si tienen un defecto, es uno comprensible: Javier Marías cree que tener una columna periodística es un servicio público; una opinión que posiblemente fuese razonable cuando había muy pocas, pero más difícil de defender cuando ahora el arte de generar opinión está más diseminado. Eso le lleva a hablar mucho del gobierno de José María Aznar, detallando sus torpezas y falsos razonamientos. Está bien, supongo, tener un registro de lo que se dijo en esa época, y son ciertamente muy divertidas leídas años después. Pero columna tras columna es la parte que más cansa de libro.

Es mucho mejor cuando habla de nuestros vicios públicos y privados, cuando comenta nuestras pequeñas bajezas. Es ahí donde el rigor se le nota más y donde defiende una sociedad más tolerante y más justa. Mi ejemplo sería, «Incendiarios» (p. 146).

Pero confieso que soy un malvado: las columnas que me resultan más graciosas son las referidas a las leyes para limitar el consumo de tabaco. Ahí el hombre pierde totalmente los papeles y se lanza a hablar de esas prohibiciones casi como si estuviesen metiendo a los fumadores en campos de concentración para su posterior ejecución (cuando en realidad es difícil encontrar un bar donde no se fume). El derecho a fumar le parece un ejercicio de libertad y así lo repite en varias ocasiones (por ejemplo, en «Roben pero no fumen», página 227). Curiosamente, los deseos de libertad se le olvidan en «Como un mafioso» (p. 167), donde confiesa su admiración por Tony Soprano, que en un restaurante obliga a un tipo a quitarse la gorra de béisbol que lleva puesta; porque no hay mayor crimen -que merece incluso la intervención de un gangster- que comer con la cabeza cubierta. Pues eso, fumar delante de un bebé es un sano ejercicio de libertad, pero comer con la cabeza cubierta no (sí, ya sé que no defiende fumar delante de los bebés; es pura retórica por mi parte).

(En realidad, el texto es más irónico de lo he dado a entender. Al final, se pregunta si eso de identificarse con mafiosos no será peor que tenerle aversión a las gorras.)

Pero de contradicciones como ésas estamos hechos todos. Es lo que humaniza a los autores y a los lectores. En este caso, humaniza a Javier Marías y me humaniza a mí al preguntarme si no tendrá razón. Creo que seguiré sin leer sus novelas, pero aguardo pacientemente el siguiente libro recopilatorio para volver a leer sus columnas.

[50 libros] 2006

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#35 Parménides de César Aira

ParménidesEs curioso como los escritores están fascinados por la escritura. Mejor dicho, asumo que los fontaneros están profundamente fascinados por la fontanería, pero digamos que tienen menos oportunidades de manifestarlo al mundo. Los escritores, sin embargo, escriben, y hay pocos temas que les gusten más que el propio proceso de escribir. De ahí la gran cantidad de novelas sobre escritores, escrituras y libros.

Parménides entra dentro de ese grupo. Trata de un rico comerciante de una colonia griega, llamado Parménides -el comerciante, no la colonia-, que contrata a un escritor desconocido para que le ayude a escribir un libro. Un libro sobre el mundo y la naturaleza. Por desgracia, Parménides no tiene ni la más remota idea sobre lo que quiere contar y sólo sabe hablar en vaguedades. El escritor, Perinola, pasa así diez años de cómoda existencia cobrando por escribir un libro y, por supuesto, sin escribir ni una sola línea; ni suya ni de Parménides. Bueno, sí, dos veces. En dos arrebatos literarios, el escritor escribe de un tirón dos partes del libro. Una vez la principio de los diez años y otra justo al final. Los dos textos en cuestión son dos tonterías totales, una mezcolanza de lugares comunes, obviedades y claras contradicciones, cuya ilación viene dictada única y exclusivamente por las necesidades del metro poético.

Hay poco más en Parménides. Quizá algún comentario sobre la relación entre ricos y pobres -no tan simple como parece. Pero por lo demás, ni siquiera se esfuerza por fingir que transcurre en la época en la que está situada. Podría se Madrid en el siglo XXI o Madrás en el XVIII. Es, en ese aspecto, terriblemente insustancial. Pero esa insustancialidad es deseada y buscada por el autor. Esa insustancialidad es el punto fundamental de la obra. En el fondo viene a decir que la insustancialidad es el origen fatal y destino glorioso de toda literatura, que no hay obra literaria que no esté impulsada por el deseo vago de escribir algo -lo que sea- y que no venga dictada por las reglas del metro o la composición. Las ideas no son más que artefactos, sin mayor correlato con la realidad. Su única función en el texto es permitir la aparición de otras ideas preservando la lógica narrativa, que rara vez se corresponde con la lógica del mundo.

Parménides, al menos, sabe lo que quiere: su libro (y hablar de él). Perinola, gira y gira como una peonza, cómodamente, aspirando a un vago destino literario sin hacer nada. Poco sabe que la lógica de la narración de César Aira le tiene reservado un destino más irónico. Parménides es uno de esos libros escépticos de sí mismos.

[50 libros] 2006

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Hay traducciones…

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Hay traducciones que quizá no sean fieles al original, pero son tan llamativas y sugerentes en español que uno no comprende por qué se molestan en cambiarlas por la versión «correcta». Mi ejemplo de siempre es «El reverso tenebroso de la fuerza». «El reverso tenebroso de la fuerza» ya acojona sólo de oírlo. Hay que tener mucho valor para entrar en algo que se llama «El reverso tenebroso de la fuerza». Nadie puede decir que no se dio cuenta y que pasaba por allí. En «El reverso tenebroso de la fuerza» se entra con decisión y de frente. Sin embargo, para pasar al «lado oscuro» da la impresión de que te basta con dar un traspié.

Pues lo mismo he pensado con «Batman: el regreso del señor de la noche». Porque vamos, «Batman: el regreso del caballero oscuro» no me suena igual de interesante. Un poco más, y nos ponemos en Camelot y hacemos un sketch de los Monty Python.

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La bitácora de The Criterion Collection

Compré mi primer DVD creo que en 1998 (fue con una devolución de hacienda). Costó bastante caro y casi no había películas que ver. Por tanto, uno de mis primeros descubrimientos fue The Criterion Collection, una pequeña empresa que sacaba exquisitas ediciones en DVD de clásicos del cine. Por ejemplo, les compré El séptimo sello y El tercer hombre. Hicieron incluso una edición maravillosa de Brazil en tres discos.

Pues resulta que tienen bitácora recién estrenada, donde van contando un poco los entresijos del negocio. Por ejemplo, comentan que van a tardar en sacar ediciones en alta definición debido a la guerra de formatos. Tengo que comprarles más, la verdad.

(vía DV Guru)

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