Superman II, la versión de Richard Donner

Navegando por ahí, me he enterado de que han sacado (al menos en el Reino Unido) la versión de Richard Donner de Superman II. Donner dirigió la primera película, pero cuando tenía ya filmada un 75% de la segunda (simultáneamente con la primera), tuvieron follón y lo cambiaron por Richard Lester, quien rehizo varias de las escenas ya filmadas. Esta nueva versión recoge gran parte del material de Donner, un poco del de Lester, algunas pruebas de pantalla y unas pocas escenas generadas por ordenador, para recrear la película tal y como hubiese sido. Aparentemente, esta versión explica cómo se las arregla Clark para recuperar sus poderes.

Hace muchos años, en Estados Unidos, vi una versión de Superman II que incluía más escenas al final, tras la pelea en la fortaleza de la soledad. Como nunca más volví a verlas, me planteé si no las habría imaginado.

Curioso, la verdad.

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El paraíso no era tan paradisíaco, pero estaba bien

Mi amigos, que saben de mi aprecio por el agua con gas (es más, considero que el agua con gas es la única agua real y el agua sin gas es de alguna forma falsa), me enviaron una noticia aparecida en El correo sobre un café llamado Bonche. Por tanto, aprovechando una tarde de paseo, me llegué hasta allí.

La verdad es que el local no estaba mal. Muy agradable en la parte de atrás, con una selección de puros. Lo malo, claro, es que en esa parte del local la gente se fuma los puros y el humo puede molestar; aunque fumar puros no es realmente fumar (es calidad de vida, según mi médico).

No vi tantas aguas diferentes como comentaba el artículo, aunque quizá el fallo fuese mío por no conocer los gestos secretos necesarios para identificarme como bebedor de agua con gas. En particular, no encontré el agua neozelandesa que me apetecía. Me conformé con un té que estaba bastante rico y un agua noruega.

Aunque supere mi natural timidez y me atreva a preguntar por el agua de Nueva Zelanda, volveré a informar.

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Enlaces PS3

En algunos continentes, la Sony PS3 se vende ya. En otros, tendremos que esperar algo más. Para amenizar, algunos enlaces.

PlayStation 3 on rescue mission. Hay quien afirma que Sony necesita la PS3 para salvarse, pero antes, tendrá que recuperar los enormes costes de desarrollo.

Sony’s PS3 Plan: Lose $300 On Each Unit, But Make It Up In Volume. El título es irónico. Habla de como Sony lo lleva crudo para recuperar en juegos lo que pierde en cada consola.

Sony taking big hit on each PS3 sold; Xbox 360 in the black. Incide en lo anterior: un análisis del dinero que Sony pierde con cada consola que vende. Mientras tanto, por lo visto la Xbox 360 ya da dinero.

PS3 Line Insanity; Pregnant Woman Tries Not To Give Birth While Waiting. Francamente, no sé si será verdad.

Y ya puestos:

Un gran chiste sobre PS3 y Xbox 360.

Y la gran diferencia entre los jugadores de PS3/Xbox 360 y los jugadores de Wii.

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The Philosophy Files, de Stephen Law

The Philosophy Files es otro de esos libros de divulgación filosófica (como Making Sense), sólo que en este caso el público objetivo son los adolescentes. Los problemas tratados siguen siendo duros, pero el lenguaje es todavía más coloquial y cercano, además de contener muchas ilustraciones y exhibir un gran sentido del humor. Pero para legos como yo, el libro sigue siendo tan interesante, o más, que sus hermanos más mayores.

Ya el primer capítulo centra el tono general. Trata sobre si debemos comer carne o no. El autor, Stephen Law, va ofreciendo los argumentos a favor y en contra, introduce diálogos entre partidarios y detractores, aclara las cuestiones y las acusaciones, todo con la mayor ecuanimidad posible. Pero al final, admite su propia contradicción personal: él come carne, pero los argumentos morales en contra le parecen muy sólidos. Por tanto, le toca al lector decidir.

En la misma tónica, casi todos los capítulos terminan con alguna versión de la pregunta, ¿qué opinas tú? El 2 habla de si el mundo es real o virtual, y acaba preguntándose si los escépticos no tendrán razón. El 3 es uno de mis preferidos. Presenta extraterrestres y otros artefactos de ciencia ficción -como un teletransportador- para interrogarse por la naturaleza de la identidad personal. ¿Cómo sé que yo ahora soy el mismo yo de hace cinco minutos? Ofrece convincentes argumentos para negar que la continuidad del cuerpo pueda ser la base de la identidad y otros para aceptar que la continuidad de los recuerdos es clave. Cuando todo parece ya fijado, ofrece un contraejemplo que da a entender de nuevo que el cuerpo no es del todo irrelevante. Y para rematar, deja al lector con un dilema: varados en un planeta lejano, ¿entramos o no entramos en el teletransportador?

So what should I do? Should I remain here alone, stranded for ever on the far side of the Galaxy? Or should I step into the cubicle, dial in home, and press that red button? If I do, will the person who steps out of the cubicle on Earth really be me? Or will he merely be a copy? Will I return home? Or will I die? What do you think?

En otros capítulos se pregunta si el platonismo será real; si podemos nadar dos veces en el mismo río (la única ocasión en la que ofrece una respuesta, aunque se las sigue arreglando para terminar con la pregunta de siempre); sobre el origen de nuestras ideas sobre el bien y el mal (de nuevo extraterrestres, presenciando un robo y preguntando dónde están los hechos morales que vemos los humanos; ¿tendremos un órgano para eso?); sobre si la mente es parte del mundo físico o no; y, asombrosamente, sobre la existencia de dios (que realmente acaba siendo un repaso al propósito de la existencia).

Pues eso. Entretenido, educativo, divertido y, sobre todo, un buen ejercicio intelectual. Para algunos, todo lo que cuenta será más que sabido, para otros, como yo, siempre hay un nuevo descubrimiento.

[50 libros] 2006

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Pensamientos navideños (II)

Fernand0 comenta tener la impresión de que este año la Navidad ha llegado antes. Pero en retrospectiva, encuentra esa impresión falsa. Yo también tengo la misma impresión todos los años, pero sin ir más lejos, hace más de una semana que me comí mi primera tableta de turrón.

En cualquier caso, sí que es cierto que falta todavía un poco para tener pensamientos plenamente navideños. Excepto uno: ya tengo una hojita de papel en la que voy apuntando la gente a la que quiero regalar. Antes me guiaba por la memoria, pero de un tiempo a esta parte, la memoria está fallando. Además, mucha de esa gente vive lejos de mí, por lo que regalarles habitualmente significa comprarles algo de su lista de los deseos (si la tienen, claro). El envío suele tardar un tiempo, por lo que es conveniente empezar pronto.

Lo fastidioso del asunto es la gente que se niega a tener lista de los deseos, o que si la tienen, sólo hay cuatro artículos, tres de los cuales ni siquiera están disponibles. En el primer caso, tienes que recurrir al trámite de pedirles la dirección, con lo que la cosa pierde parte de gracia: lo divertido es que reciban el regalo sin saber siquiera que se lo han enviado. El segundo tiene mejor solución, usando un truco en la web de Amazon: compras el regalo que sí tienen y otra cosa, al pagar, pones la dirección secreta -las direcciones de las listas de los deseos no son públicas- a la otra cosa y al terminar, borras el regalo original. No es muy ortodoxo, pero funciona.

Alternativamente, les puedes comprar un certificado de regalo.

Supongo que el problema en realidad se reduce a que conozco a mucha gente que vive lejos de mí y a la que aprecio lo suficiente como para regalarle. Hace años que es así, aunque mi condición actual de medio apátrida no ha hecho más que exacerbarlo…

Ah, el pensamiento navideño, lo olvidaba: Aunque son fiestas que invitan al exceso, se trata de comer bien, no de morir comiendo. Eso sí, comer hasta reventar no tiene nada de malo.

Ya está.

Anteriormente:

Pensamientos navideños: cinco puntos a favor

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Making Sense: Philosophy behind the headlines, de Julian Baggini

En el mundo anglosajón parece haber todo un género de divulgación filosófica, es decir, libros claros y sencillos para transmitir los fundamentos de la filosofía -que no su historia- a un público amplio. Es más, tienen al menos dos revistas de divulgación filosófica: THINK y The Philosophers’ Magazine (la segunda es mejor que la primera), simultáneamente accesibles y profundas.

Me parece una corriente curiosa, a la que no acabo de encontrarle correlato en España. Incluso los libros filosóficos más accesibles parecen escritos con bastante rigidez, como si el autor esperase más la censura de sus colegas que el aprecio del lector. En muchas ocasiones, además, siguen la forma de escribir continental, que tiende a la ofuscación (como si tuviesen miedo de que se les entendiese), mientras que los anglosajones parecen sinceramente desear ser comprendidos.

Sea como sea, he leído varios de esos libros recientemente (y tengo todo un montón más por leer) y me encantaría que alguno de ellos se tradujese. Dentro del conjunto, Making Sense: Philosophy behind the headlines de Julian Baggini (director de The Philosophers’ Magazine) es especial al usar las historias aparecidas en la prensa para despertar el sentido filosófico del lector.

Temas como la política, el terrorismo, la guerra justa, la eutanasia, las sectas y demás se analizan por su contenido filosófico y por lo que la filosofía -tal y como la usa el autor- puede clarificar. Esos titulares se prensa se transforman así en discusiones sobre la naturaleza del conocimiento, sobre la fe y la razón, sobre el valor del arte, la ética y demás. Ética y vida privada con el caso Clinton. La naturaleza de la verdad con el vídeo de Bin Laden. El caso Wacko para analizar qué entendemos por religión y qué entendemos por secta. Son temas en los que casi todos tenemos una opinión formada, y por tanto resultan ser un buen punto de arranque.

Pero no se trata de ofrecer respuestas a los problemas planteados por los titulares. De lo que se trata es de usar la filosofía para aclarar las preguntas, y una vez lograda es aparte, el problema se resuelve de otra forma. Por ejemplo, al hablar de los alimentos modificados genéticamente la discusión se centra en lo que entendemos por natural y por naturaleza, o la relación entre lo bueno y lo natural. Pero una vez realizada esa tarea, las decisiones se deben tomar con hechos que se alejan de lo filosófico. La labor es principalmente de cuidadosa aclaración.

Making Sense es uno de esos libros estimulantes, porque te obligan a pensar sobre cosas que das por supuestas. El autor va presentando argumentos a favor y en contra de ciertas ideas o posiciones, y en ocasiones, incluso admite que no hay ninguna posición clara. Pero lo que importa es el proceso en sí de análisis, la voluntad de pretender analizar racionalmente lo que sucede a nuestro alrededor y las noticias del día. El procedimiento al final se describe como doble. Usar la filosofía para aclarar lo que dicen los titulares, pero a la vez, los casos presentados por los titulares cambian nuestras creencias.

Y una cita final:

Philosophical thinking has a role to play in life, but that does not mean it must dominate all aspects of life.

[50 libros] 2006

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Las cosas que dicen de mí

Los premios BOBs han sido muy comentados. No gané -ganaron La Huella Digital y Mangas Verdes– pero la gente comenta a todos los candidatos. En particular, me ha encantado el comentario de TecnoBlogia:

El blog más personalista y heterogéneo de los diez nominados, temáticamente hablando, y el que posee más curiosidades «frikis» por post cuadrado.

Ahí queda.

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Últimas adquisiciones

Hace tiempo que no pongo mis adquisiciones recientes. Aquí están. No es mucho, porque la verdad es que estado ocupado con una traducción.

Teacher's petLa conexión divinaPor qué las personas inteligentes pueden ser tan estúpidasThe infinite cosmosThe state of the universeCarta sobre los ciegos para uso de los que venWhat good are the arts?Borges

What good are the arts? resultó ser un libro de lo más adictivo. En cuanto lo saqué de la caja lo empecé a leer, y no lo dejé hasta terminarlo.

Borges es un tomo curioso. No sé exactamente a quién está dirigido. Tiene más de 1.600 páginas, cuesta 60 euros y contiene las referencias a Borges en los diarios de Bioy Casares. No veo yo a un lector de Ficciones leyendo algo así. Más que nada porque no ilumina nada sobre su obra -los diarios comienzan cuando Borges ya ha escrito sus cuentos más importantes y famosos-, y francamente, el hombre tampoco tuvo la vida de un Richard Francis Burton, aunque escribiese sobre los traductores de Las mil noches y una noche, ni tampoco sabía saludar a la estrellas en catorce lenguas antiguas y modernas.

Lo que queda es un poco como leer el Hola: la cotidianidad más absoluta y los chismes sobre estos y aquellos. Descubrimos, por ejemplo, que Borges comía en casa de Bioy cada dos días, que odiaban a Sábato, que Estela Canto esto o aquello… Ambos dos -Borges y Bioy- exhiben una mala leche considerable, una meanness que supieron aprovechar muy bien en muchos cuentos escritos en colaboración. Es también curioso comprobar que las entradas están salpimentadas con palabras en inglés.

And yet, and yet, and yet.

Lo estoy leyendo. Voy por la página 250, que considerando la desmesura del volumen, es casi como no haber empezado. Quizá se explique porque fui -me estoy quitando- un ávido lector de libros sobre Borges (debí leer más de 50) y éste, en suma, es uno más. Pero me sorprende, porque lo compré por coleccionismo, pensando que jamás lo leería, que como mucho lo hojearía de tiempo en tiempo. Aunque no hay que desesperar, todavía quedan muchas páginas para abandonarlo.

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