On SF, de Thomas M. Disch

A Thomas M. Disch le gusta tanto la ciencia ficción, que periódicamente saca toda su colección y le orina encima (¿o eso lo hacía Vonnegut?). Con ello, logra dos objetivos. Por un lado, aflojar un poco las cadenas de un género que no le resulta del todo digno. Por otro, se divierte un rato, lo que nunca está de más.

Aunque siendo justos, Thomas M. Disch es un hombre muy inteligente y sabe perfectamente que si bien la ciencia ficción contiene muchos elementos despreciables, es mejor destacar lo bueno y comentar lo valioso. Sus comentarios contra la ciencia ficción son más bien contra la generalidad del género:

Ideological silliness is an affliction more tolerable in the young, and, for reasons I’ve tried to lay out, exactly the same may be said of a taste for science fiction.

En mi ejemplar, ese comentario está marcado con una cara sonriente.

Lo que no quiere decir que no se meta con personas concretas. Hace una estupenda disección de Un mundo feliz, dejándola como la novela insoportablemente clasista que es. A Ray Bradbury lo pisotea como un felpudo; «He is an artist only in the sense that he is not a hydraulic engineer», dice. Y de Clarke que es «an expert at inventing scenarios that illustrate Newton’s laws of motion, of deploying vector quantities with human names in the ideal frictionless environment, not of green baize, but of outer space».

Pero por divertidos que puedan ser esos comentarios, a Disch lo que le molesta de verdad es la ciencia ficción organizada, el fandom sobre todo. Ensayo tras ensayo, lanza todo tipo de acusaciones contra el fandom, la mayoría más que razonables, otras menos fundamentadas. En general, aplica su estilo pirotécnico a desnudar los más bajos instintos del género, la inercia hacia la uniformidad que convierten en tan conservadores a los lectores de ciencia ficción. Incluso en un momento dado, acusa a la ciencia ficción de haber secuestrado el programa espacial, al haber creado y perpetuado el mito de la exploración humana del espacio.

Pero lo mejor del libro no son esos comentarios, sino los análisis de obras concretas. Algunos son negativos, pero en su mayoría son muy positivos. Se trata de ese tipo de comentario inteligente que te deja ganas de leer el libro comentado. White Light de Rudy Rucker, Cronopaisaje de Gregory Benford o El libro del sol nuevo de Gene Wolfe son algunas de las obras examinadas.

Esa es la gracia de la obra. Thomas M. Disch es uno de los críticos más feroces del género, porque lo conoce desde dentro y sabe cando se está intentando hacer pasar por otra cosa. Pero también es capaz de reconocer la buena ciencia ficción cuando la encuentra y entonces no vacila en recomendarla.

[50 libros] 2006


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Mis series del 2006 (III): The IT Crowd

The IT CrowdDiría que The IT Crowd es la exaltación del geek, pero sería mentira. En The IT Crowd salen dos geeks -tienen una jefa directa que debe lidiar con ellos sin saber nada de informática-, los típicos informáticos tan inteligentes como tarados socialmente, de sexualidad tan desbordada como insatisfecha. Pero en el fondo, unos tipos encantadores, porque se enfrentan al mundo con la ansiedad y la inocencia de un niño que no sabe dónde está pisando. Son una fuente interminable de humor, pero también son sinceros en su humanidad.

Pero el gran truco de la serie es hacer de ellos los mejores tarados de todos, porque en el resto de los personajes no hay nadie que no tenga graves carencias humanas. Los normales no son mejores que ellos, todo lo contrario, en muchos aspectos son peores. The IT Crowd es una de esas comedias británicas que finge estar riéndose de alguien, los pobres informáticos que tienen una dibujo del monstruo de espagueti volador pegado a la pared, cuando en realidad se ríe de otro grupo completamente diferente. Es una serie de humor sobre el mundo de la empresa, de sus mezquindades, de los jefes que no se enteran de nada, de la indiferencia despreocupada de los compañeros de trabajo. Una serie a la que no le importa recurrir a elementos casi surrealistas -tienen a un gótico desterrado a la sala del mainframe- para reírse de toda una cultura empresarial.

He visto cada capítulo dos veces -no tiene mérito, son sólo seis- y la segunda vez me reí aún más que la primera. Hay chistes y situaciones antológicas, y el final de temporada es uno de los mejores y más divertidos que se pueden hacer. Además, te puedes entretener mucho intentando identificar los muñequitos, dibujos, cajas y demás elementos que se ven de fondo. Si hasta sale Samurai Jack.

He copiado una idea de CP y Davidgp que consiste en comentar las series de televisión que más me han gustado este año. Es decir, ellos comentan las que les han gustado a ellos y yo las que me han gustado a mí. Ellos no comentan las que me han gustado a mí. No sé si me explico.

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Everything bad is good for you, de Steven Johnson

Everything bad is good for you es un libro peligroso. Te dice cosas que te apetece oír. Como consuelo, eran cosas que ya creía y no necesitaba a Steven Johnson para confirmarlas. Por otra parte, él ha hecho sus deberes y cita a más gente de la que podrías citar yo. Eso está bien.

La tesis del libro es simple: cada vez somos más listos, y los responsables son los medios culturales populares que ganan cada vez más en complejidad.

La primera parte de libro analiza la segunda parte de esa afirmación. Examinando videojuego, internet, televisión y películas, llega a la conclusión de que son medios cada vez más complejos que exigen aplicar con mayor profundidad y extensión nuestras capacidades cognitivas. Esta parte es divertida de leer, aunque en mi caso está predicando a un converso. Que las series de televisión se estén volviendo cada vez más complejas de seguir y exigen más atención por parte del espectador me resulta más que evidente. Desde Canción triste de Hill Street la tónica ha sido incrementar la complejidad de los argumentos y el número de personajes. Algunas exigen una visión tan atenta, que se convierten casi en trabajos a tiempo completo para sus seguidores. Además, la aparición de medios como el DVD permite el visionado repetido, y por tanto, la inclusión de claves y detalles que sólo se aprecian a posteriori.

Lo mismo pasa con los videojuegos, que ponen en funcionamiento mecanismos que la ficción tradicional -tan rígidamente lineal- deja de lado, Internet o el cine (aunque, la verdad, la tele le gana en complejidad).

Somehow in this age of attention deficit disorder and instant gratification, in this age of gratuitous violence and cheap titillation, the most intellectually challenging titles are also the most popular. And they’re growing more challenging with each passing year.

La segunda parte del libro es quizá más controvertida y menos convincente. En ella trata de demostrar que hay pruebas de ese incremento de la inteligencia debido al consumo de productos populares cada vez más complejos. Para ello establece como hipótesis una relación entre el efecto Flynn y el incremento de la complejidad de los productos culturales. Por desgracia, el efecto Flynn es una de esas cosas que no están muy claras, y su defensa queda coja.

Eso sí, da la misma respuesta que yo a la pregunta de Flynn: si el CI está creciendo, ¿cómo es que no vivimos en el Renacimiento? Mi respuesta desde que conocí el efecto, y la que da Johnson en este libro, es la misma: vivimos en el Renacimiento. Sólo que el Renacimiento no estás donde tú crees que debería estar. Me parece indudable que hay una explosión asombrosa de creatividad humana.

Pues eso, creo que Johnson tiene esencialmente razón, que el supuesto descenso al fondo de la cultura popular es un mito como otro cualquiera. El entretenimiento popular es cada vez más complejo y exige más de nosotros. El único problema del libro es que no acaba de demostrarlo. Aunque, mientras sigan haciendo buenos vídeojuegos y buenas series de televisión, poco importa si lo demuestra o no.

[50 libros] 2006

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Everything I know I learned from TV: Philosophy for the unrepeantant couch potato, de Mark Rowlands

Everything I know I learned from tv de Mark Rowlands se distingue en dos aspectos muy importantes de su The philosopher at the end of the universe. 1) En lugar de películas usa series de televisión. 2) Los temas tratados son mucho más importantes.

Sí, más importantes. ¿A quién le interesa en realidad el libre albedrío? Estoy seguro de que si mañana se demostrase que el libre albedrío no existe, la sociedad seguiría funcionando exactamente de la misma forma. ¿A quién le importa si al entrar en una máquina teletransportadora quizá acabes convertidos en dos individuos que podrían afirmar, con los mismos derechos, ser tú? ¿Importa si es razonable o no actuar moralmente? Actuamos o no actuamos moralmente, y eso es lo único importante.

Este libro, decía, usa series de televisión en lugar de películas. Quizá se deba a que su propósito sea examinar la condición moderna (dice, sabiamente, que todavía no hemos aprendido a ser modernos, como para plantearnos ser postmodernos) y eso es más fácil en una serie, donde el desarrollo de los personajes puede hacer con mucho tiempo, acumulando muchas experiencias diferentes.

Examina, decía, la condición moderna: sus ventajas y sus defectos. La define más o menos de esta forma: nuestra meta principal es la realización personal y los demás importan en la medida en que nos ayuden a realizarnos personalmente, es decir, la define como una época de individualismo radical. Por desgracia, si la única guía es nuestra propia realización personal, ¿cómo sabemos que nos hemos realizado personalmente si no admitimos ningún baremo externo? ¿Cómo sabemos si alguien ha fracasado en su realización personal, si su realización personal es personal? Además, si los demás son instrumentos para nosotros, nosotros somos instrumentos para los demás. Empiezan a nacer tensiones entre lo que queremos para nosotros y lo que los demás quieren para nosotros. Y así sucesivamente, enumerando más problemas y tensiones.

(El libro no afirma que todos seamos modernos. Lo que dice es que aspiramos a la modernidad y precisamente muchos problemas surgen de que no sabemos ser modernos, aunque es lo que pretendemos. Otros problemas surgen de las contradicciones inherentes a la modernidad tal y como la define. En el libro comenta ambos tipos de problemas.)

Y luego coge las series de televisión, y las usa como ejemplo, elaborando más cada problema.

Las series son: Buffy cazavampiros (¿tenemos obligaciones?), Los Soprano (¿una buena persona puede hacer cosas malas?), Sexo en Nueva York (¿qué es la felicidad?), Friends (¿qué es el amor?), 24 (¿qué es la justicia?), Seinfeld (¿el egoísmo tiene algo de malo?), Los Simpson (¿cuál es la mejor forma de vivir?) y Frasier (¿cómo puedes conocerte a ti mismo?).

Los dos tratamientos que más me gustaron fueron los de Seinfeld y Frasier.

En el capítulo dedicado a Seinfeld, se trata el tema del egoísmo. Como la posición moderna es individualista, podría pensarse que es enteramente egoísta. El autor muestra que una cosa es decir que lo importante es tu realización personal y otra la forma en que se manifestará esa realización, y el egoísmo entra en ese segundo punto. Aprovechando la serie, y retomando una y otra vez el genial capítulo final, va exponiendo una visión del egoísmo. Su conclusión final es que es imposible demostrar con argumentos racionales que uno no debería ser egoísta, pero simultáneamente, es imposible demostrar racionalmente que uno debería ser egoísta. Ser un egoísta o un santo son posiciones que trascienden la razón, y la única forma de defenderlas o atacarlas es por medio de ejemplos. Como hace Seinfeld, mostrando cómo sería la vida de unos egoístas absolutos.

En el caso de Frasier, examina el yo. Uno de los problemas de la modernidad es que sitúa al yo en el centro de todo, un yo que reside dentro de nuestro cuerpo. Pero cuando vamos a buscarlo, es imposible encontrarlo, sólo apreciamos un confuso mundo de impresiones y nadie que las observe. Pero si no existe ese yo en el interior, ¿quién se supone que debe realizarse vitalmente? Los cuatro personajes principales de la serie se van usando como ejemplos de los problemas de la cara que presentamos al mundo y de la cara que nos mostramos a nosotros mismos. ¿Pero quién mira?

El libro me ha encantado, debo decirlo. Los problemas tratados me han parecido fascinantes, con muchas posibilidades para la reflexión. Tanto es así, que lo apartaré para volver a leerlo durante el 2007.

Y cito el último párrafo del libro:

Thanks for buying this book. If I could repay you with a wish it would be that you find something in your life so important that without it you would not be the same person. If you’re lucky you’ll have it already. Modernity can make no sense of this wish. And that, in a nutshell, is the problem of modernity.

Una última cosa. En la contraportada se pregunta a quién preferirías tener como profesor de filosofía, ¿a Homer Simpson o a Sócrates? Considerando que Homer es una buena persona -aunque tontorrón- y Sócrates es más bien un matón de patio de colegio, yo me quedo con Homer.

[50 libros] 2006


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The God Delusion, de Richard Dawkins

Según este libro, la existencia de dios es una hipótesis que puede comprobarse científicamente. La idea choca al principio, porque uno está acostumbrado a pensar lo contrario. Pero al ir leyendo, la cosa queda clara. En realidad, se trata de un problema del lector, no del autor, que es muy claro en este aspecto.

Digamos que -simplificando- hay dos concepciones de dios. Uno es el dios deísta, que puso en marcha el universo y luego básicamente se fue a hacer otra cosa. El otro es el dios teísta, que puso en marcha el universo, interviene activamente en su funcionamiento, escucha nuestras plegarias e incluso las responde. El primer dios fue el punto de partida inicial y poco más. El segundo dios interviene continuamente en el funcionamiento del cosmos.

Está claro que para Dawkins los deístas bien podrían ser ateos, porque su dios apenas -si lo hace- interviene en el mundo. Al no intervenir en el mundo, es difícil demostrar si existe o no (como mucho, una vez muertos, cuando ya sea demasiado tarde). Pero el otro, el dios en el que cree la mayoría de la gente, es un dios tan activo que inevitablemente su influencia debería poder comprobarse experimentalmente. Cuando muchos decimos que demostrar la existencia, o la inexistencia de dios, es imposible, nos estamos refiriendo al dios deísta. Dawkins habla del dios teísta.

Por otra parte, la hipótesis de dios, como la llama el autor, no es un intento de demostrar la inexistencia de dios. Dawkins sabe perfectamente que en última instancia es difícil demostrar inexistencias. Por tanto, no afirma la inexistencia de dios, sino la alta improbabilidad de su existencia. Así, uno de los capítulos se titula «Why there almost certainly is no God».

Por tanto, el libro se refiere a la visión de dios que tienen casi todos los creyentes y también, a un análisis empírico de dios. Por tanto, tiene poca paciencia para los intentos «filosóficos» por demostrar la existencia de dios. El problema de esas «demostraciones» es que siempre parten de premisas y hay que aceptarlas para que el argumento funcione, sin tener en ningún momento la posibilidad de contrastar el argumento con la realidad.

The God Delusion está dominado por dos grandes tema, que recorren todos los capítulo. Por un lado, una serie de explicaciones que hacen difícil creer en la existencia de dios. Por otro lado, una explicación de cómo un universo sin dios es perfectamente compatible con la moral -como ya sabía Platón-, con la bondad y otros muchos atributos deseables para el creyente. También hay unos capítulos finales explicando por qué considera la religión un tema tan importante como para escribir un libro como éste.

The God Delusion es Dawkins en su estado más combativo -guardando las formas- y entretenido. Es un libro dirigido al lector normal -no al especialista-, y el autor hace uso de toda su capacidad retórica y lógica para defender su postura. Uno de esos libros que se leen de un tirón. Y no dejan indiferentes.

[50 libros] 2006

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De la TV a Hollywood: un repaso a las películas basadas en series, de Concepción Cascajosa Virino

Concepción Cascajosa Virino es autora de Prime Time, un excelente análisis de las últimas dos décadas de la ficción televisiva americana, una verdadera edad de oro para el género de las teleseries. De la TV a Hollywood sigue en el mundo de la televisión, pero en esta ocasión centrándose en las series que han tendido un puente entre la tele y el cine. Y si alguien creía que lo de convertir series en películas era un fenómeno más o menos reciente (como me pasaba mí), se van a llevar una buena sorpresa. Prácticamente no habían terminado de inventar los formatos televisivos y ya estaban haciendo películas basadas en ellos (aunque el grueso de esas adaptaciones sí que parece concentrarse en las últimas dos décadas). Para que luego hablen de la velocidad del medio.

Lo curioso es comprobar cuántas buenas películas tuvieron su origen en series de televisión. Eso se debió al fenómeno de las series antológicas, que en cada capítulo mostraban una historia diferente con personajes diferentes. Por ejemplo, Marty surgió de Goodyear Television Playhouse, Doce hombres sin piedad de Studio One y El milagro de Anna Sullivan en Playhouse 90.

Dejando el mundo de las antologías, adaptaciones de series las hay a montones. Batman, Star Trek,

Saturday Night Live, Superagente 86, Agárralo como puedas, Los intocables, Maverick, La tribu de los Brady, Misión imposible, por comentar algunas de las más famosas. Dos capítulos finales, especialmente interesantes, comentan las series de dibujos animados que tuvieron película con personajes reales, y las series de dibujos animados que tuvieron película de animación (es que me gusta mucho la animación, ya saben).

De la TV a Hollywood es un libro algo menos teórico que Prime Time, o mejor dicho, la teoría está más repartida entre los distintos comentarios de películas. El libro está dividido en capítulos que delimitan grandes bloques cronológicos, y cada capítulo está compuesto por una serie de comentarios de las distintas películas: un poco de argumento, un pequeño análisis comparándola con la serie original, una reflexión sobre su calidad y un breve «veredicto» final fácil de localizar en la página.

De la TV a Hollywood es un libro asombrosamente fácil de leer. Al estar compuesto por comentarios de películas -de dos o tres página- lo puedes tomar y dejar casi en cualquier momento. A la autora se le da de maravilla explicar películas, y el equilibrio entre descripción del argumento y análisis es perfecto. Película a película, va construyendo una teoría de por qué algunas adaptaciones funcionan y otras no, sobre qué hace que el paso de la tele al cine sea un éxito o un fracaso total, qué elementos conservar y cuáles rechazar. Cuando la película le gusta, te deja ganas de verla (de hecho, he comprado un par en Amazon), pero incluso cuando es mala te deja ganas de verla, aunque sólo sea para comprobar si el análisis es exacto.

En ocasiones, no ahorra juicios brutales. Hablando de la versión cinematográfica de Dimensión desconocida dice: «Puede que Spielberg y Landis crecieran empapándose de Dimensión desconocida, pero no la entendieron». En muchas ocasiones su opinión coincide con la mía –La tribu de los Brady o Bob esponja-, pero incluso cuando no coincide -parece disfrutar de Star Trek bastante más que yo-, el análisis sigue siendo interesante de leer.

En resumen, un excelente libro sobre la tele. Lejos de ser una sucesión aburrida de argumentos, contiene opiniones y análisis. Ideal para cualquier aficionado a la tele. Y es perfecto para encontrar películas que te apetece ver. Teacher’s Pet, por ejemplo.

Mi sueño es que un día la autora tenga la oportunidad de escribir un libro sobre Buffy.

[50 libros] 2006

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Camouflage, de Joe Haldeman

Hay un extraterrestre en el mundo. Lleva mucho tiempo por aquí; es posible que incluso un millón de años. Puede adoptar cualquier forma y hace tiempo que vive en los océanos, estudiando este planeta casi todo agua. Un día se da cuenta de que hay unos seres que parecen dominar la superficie, y a comienzo de los años treinta del siglo XX se transforma en uno de ellos -al que mata brutalmente para copiar su estructura interna- y se prepara para estudiar a la humanidad.

No sabe la que le espera.

Una línea argumental va contando ese proceso de aprendizaje, que va pasando de una indiferencia brutal hacia la humanidad a una empatía considerable con nuestra especie (y también, por un curioso proceso de definición sexual). El ser no puede morir, y es por tanto testigo de grandes acontecimientos del siglo. Incluso -en la mejor parte del libro- participa en la segunda guerra mundial y ve de cerca el horror de la guerra. Un día se da cuenta de que es posible que haya otros como él en el planeta y se decide a buscarles (cursos universitarios mediante). Eso sí, si se les da tan bien ocultarse como a él, la cosa no va a ser fácil.

En una línea argumental alternativa, en los años veinte del siglo XXI, encuentran un extraño objeto imposible, enterrado bajo un coral de cientos de miles de años. Crearlo está claramente más allá de la tecnología humana. Por tanto, un grupo privado de investigación lo rescata y se prepara para estudiarlo en Samoa, lejos del mundo y de las interferencias de los gobiernos.

Evidentemente, esas dos líneas acaban convergiendo. El ser, que ha olvidado sus orígenes, está interesado en saber si se trata de su nave. Por otra parte, un segundo extraterrestre, también capaz de cambiar de forma -pero limitado a ser siempre un hombre-, un depredador brutal y feroz, se siente atraído por el mismo objeto: desde su punto de vista, podría ser su nave o, peor, la nave de otro como él.

Camouflage es una novela sobre primer contacto muy lograda. El truco de dos líneas paralelas, que se mueven a velocidades diferentes, añade una tensión extraña (sobre todo, porque lo que sucede en una realmente no afecta a la otra). En particular, el extraterrestre protagonista está francamente bien ejecutado y su visión de la humanidad es interesante. Si bien se acaba sintiendo más o menos cómodo adoptando forma humana, es consciente de que no lo es y eso le ofrece una perspectiva diferente. Está especialmente bien plasmado el proceso de aprendizaje y como la posibilidad de cambiar de forma le ofrece interesantes experiencias.

La segunda parte de la novela tiene un carácter más de thriller, con la lucha por la nave y el enfrentamiento con el otro extraterrestre. Como pasa con Haldeman, esa parte está muy bien desarrollada y explicada, y las cosas van sucediendo con lógica. Al ser protagonista no todo le sale bien y tiene que ingeniárselas para hacer lo que quiere. Leerle resolver los problemas es casi tan divertido como leerle aprender a ser persona.

Las dos mejores partes de la novela son la dedicada a la Segunda Guerra Mundial y a las peripecias del extraterrestre depredador a lo largo de la historia. Son dos muy buenos momentos.

Advertencia: Este libro está publicado en español con el título de Camuflaje. La traducción es mía.

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