Mis series del 2006 (II): Paranoia Agent
Cometí el error de comenzar a ver Paranoia Agent un día a las doce de la noche. Fue un error, digo, porque sólo pude irme a la cama tres horas y seis episodios después tras hacer uso de toda mi fuerza de voluntad. Y en realidad, pesó más el deseo de no consumir la serie toda de un golpe, de disfrutarla al menos durante un par de días o tres.
Todo arranca cuando una diseñadora de personajes monos -ya sabes, perritos rosas y esas cosas- está atascada con su nuevo proyecto. Tuvo mucho éxito antes con un personaje llamado Maromi, pero ahora no consigue avanzar y todos esperan su gran muestra de genio. Estresada por el trabajo -ella es tímida y no se comunica bien-, un día camina por la calle de noche y es atacada por un chico con patines, gorra y armado con un bate de béisbol dorado y doblado por la mitad.
A ese primer ataque le suceden otros, la policía interviene, se captura a un sospechoso, y la serie va retorciéndose, negándose a entregar una respuesta y adoptando cada vez tintes más simbólicos y surrealistas. ¿Qué está pasando en realidad? ¿Quién es el chico del bate y de dónde ha salido?
Paranoia Agent es una serie sobresaliente en todos los aspectos. La animación es espectacular -¿dije que era anime?-, el guión es una combinación perfecta de crítica social y elementos alegóricos, los personajes están maravillosamente definidos, y la música es soberbia. Un detalle de la animación es que va modificándose para adaptarse en cada momento a lo que se está contando. A veces el cambio es más sutil, para reflejar la lascivia de un personaje, a veces más explícito, como cuando el detective entra en el mundo del Japón de su infancia donde todo es bidimensional.
El desarrollo de la serie va cada vez a más. Los ataques inicialmente parecen incluso benéficos -ayudando incluso a cambiar la percepción que las víctimas tienen de su lugar en el mundo-, pero acaban tornándose más brutales e incontrolados. Con el paso de los episodios, poco a poco van saliendo críticas a la sociedad japonesas. Un capítulo habla sobre los pactos de suicidio, otro critica las condiciones laborales en el negocio del anime y en general el mundo otaku no sale nada bien parado.
Al final, la serie resulta ser una crítica del Japón actual. Un país que no ha aceptado sus culpas y que intenta enterrarlas en el pasado o en un mundo de juguetes monos y fantasiosos. Pero las culpas reprimidas acaban saliendo a la luz y desencadenan las mismas consecuencias que la primera vez. Sabiamente, el final deja que sea el espectador el que reflexiones y saque las conclusiones finales.
Pero desde mi punto de vista, el gran triunfo de Paranoia Agent radica en que toda esa crítica social está insertada en una narración apasionante, en un mundo rico de personajes fascinante, en una serie de trece episodios tan poética como hipnótica. Que no desees escapar a su fascinación es el mayor halago.
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