Ayer terminé mi quincuagésimo libro de este año, completando así el desafío. El afortunado fue Juglar, de Rafael Marín. Por supuesto, leer 50 libros no tiene nada de especial y es un desafío tan bueno o tan malo como otro cualquiera. Es más una prueba de constancia que otra cosa. Uno decide hacerlo y luego busca el tiempo. Es más fácil si te gusta leer.
Siempre hay alguien que me llama prepotente o presuntuoso por haber leído los 50 libros. Lo que no deja de parecerme curioso. En primer lugar, porque 50 me parece más bien una cifra razonable. Como ver 100 películas, o 200 capítulo de series de televisión. Igual de interesante, igual de agradable e igual de bueno.
Supongo que el libro tiene una mística especial y mucha gente asume que un libro es bueno por ser libro, y que leer es, por tanto, automáticamente mejor que cualquier otra actividad. Creo que no hay nada más lejos de la realidad.
En honor a mis troles, este año pensaba escribir sobre las maravillas de leer 50 libros y la grandeza que concede a quien lo consigue. A continuación, iba a guardar silencio, irradiando la cálida luz de mi grandeza.
No creo que pillasen el chiste.
Bueno, voy a ser breve. Este año no sé qué decir. Por suerte, esto es internet y puedes buscar las palabras adecuadas en otro sitio y pagar con un enlace. Por tanto, me limitaré a decir que Josué Gómez lo expresa muy bien en Cincuenta libros en un año:
No voy a decir que todo el mundo debería leer cincuenta libros al año pero yo he disfrutado mucho. Primero porque me he dedicado voluntariamente a hacer algo que me gusta. He definido mis tiempos y he buscado el lugar para disfrutar de una actividad. Segundo porque de tanto leer he abierto mis horizontes y me he llevado a los ojos obras que de otra manera nunca hubiesen llegado a mi conocimiento. Creo que todo el mundo debería hacer algo así, ver un número de películas al año, o de escuchar un número de discos de música o de dar un número de paseos. Y sobre todo, al terminar cada uno, apuntar un breve resumen de lo hecho. En un blog, en un cuaderno, en una ficha. Es curioso como la memoria se refresca cuando tienes a mano una ficha que te sirve de muleta y vuelves a saborear todas las sensaciones obtenidas. Una actividad muy recomendable, dedicarse tiempo a uno mismo.
No lo puedo mejorar.