El caso Jane Eyre
El caso Jane Eyre de Jasper Fforde es el último libro que he traducido. Transcurre en un 1985 alternativo, donde Inglaterra es una república, Gales es un país comunista (Lenin se enamoró de una galesa), la guerra de Crimea continúa 130 años después, hay animales recreados -dodos, tilacinos, etc…-, se cazan vampiros y hombres lobo, y a la gente le gusta la literatura. Pero a la gente le gusta mucho la literatura, mucho de verdad. Tanto, que la red de operaciones especiales -una especie de cuerpo policial dedicado a casos raros- tiene una división, OpEspec 27, dedica exclusivamente a los crímenes literarios: falsificaciones de Shakespeare, robos de preciados manuscritos, interpretaciones teatrales demasiado libres… Por ejemplo, una supuesta segunda parte del famoso poema de Coleridge: «Rima II – El retorno del marinero».
Entra aquí la protagonista, Thursday Next (literalmente, Jueves Próximo), hasta hace poco detective literario en Londres, pero que ha vuelto a su ciudad natal de Swindon tras un encuentro casi fatal con el supercriminal Acheron Hades -un hombre de extraños poderes y más alto de lo que esperabas- que acaba de robar un manuscrito de Dickens. El tío de Thursday es un genio de la invención llamado Mycroft que acaba de desarrollar el Portal de Prosa, que te permite entrar en un libro. Su padre no tiene nombre, porque es ahora miembro renegado de la CronoGuardia y fue completamente erradicado de la historia por sus propios compañeros. Pero aparece de vez en cuando para hacerle a su hija preguntas históricas muy enigmáticas. Además, el hombre tiene una cara capaz de parar el tiempo.
Leí El caso Jane Eyre hace unos años. No recuerdo exactamente cómo decidí comprarla, pero fue una de esas situaciones donde mi mujer compró el mismo libro que yo exactamente al mismo tiempo y acabamos con dos ejemplares. Me encantó ya en su momento, tanto, que en cuanto Amazon anuncia la publicación de un nuevo libro de la serie (cuatro hasta ahora), yo me lanzó a hacer un pedido. Fíjense lo que les digo: el año que viene se publican dos libros que me interesa leer, el séptimo de Harry Potter y el quinto de Thursday Next (The War of the Words). Pues bien, si tuviese que elegir sólo uno, sería el de Next.
Pero volvamos al libro en sí. Es una verdadera delicia, con una inventiva desbordante y un sentido del humor que alcanza cotas asombrosas -rara es la página que no contiene algún chiste, juego de palabras o invención chocante. Mis dos ejemplos favoritos es la representación de Ricardo III como si fuese The Rocky Horror Picture Show y la batalla campal entre surrealistas y rafaelistas tras la legalización del surrealismo cuatro años antes (según los rafaelistas, los surrealistas intentan destruir el arte amparándose en una supuesta libertad). La gente se va de copas y a comer y habla sobre quién escribió realmente las obras de Shakespeare. Y los baconianos van de puerta en puerta intentando convencerte de que el verdadero autor fue Bacon.
Pero lo que más me llama la atención del libro es el absoluto deleite que transmite hacia la literatura. En El caso Jane Eyre, la literatura no es algo que está en los libros, sino algo que la gente vive intensamente. La casa de Dickens es uno de los lugares más visitados de Inglaterra, y cuando un famoso personaje literario desaparece, el primer ministro interviene ejerciendo toda la presión posible. No sé, quizá sean limitaciones mías, pero me da la impresión de que esa capacidad para tomarse la literatura tan en serio de forma que puedes hacer bromas sobre ella es muy anglosajona.
Por cierto, a algunos les interesará saber que el tercer libro de la serie, El pozo de las tramas perdidas, trata sobre los sistemas de protección de copia. En el mundo de los libros, han decidido modificar el sistema operativo que hacer funciona a los libros. Pero la nueva versión impone abominables restricciones al disfrute literario.
Vaya, no he hablado del Porsche de colores.