Relatos japoneses de misterio e imaginación (Ediciones Jaguar. ISBN: 84-96423-22-0) es una recopilación de cuentos del escritor japonés Edogawa Rampo, quien, según cuenta la introducción, admiraba tanto a Edgar Allan Poe que adoptó como seudónimo -siendo su nombre real, Hirai Taro- una versión japonesa del nombre del americano. La recopilación es apetecible y muy interesante, con un sabor marcadamente clásico, pero con cierto regusto exótico, diferente.
Hay tres aspectos que llaman la atención de estos cuentos.
En primer lugar, tienen mucho de engarce, de conjunción perfecta de piezas. Una vez iniciada la narración, hay una lógica inexorable y magistral que conduce al final. Pero en todo momento un elemento deviene de forma natural del anterior. La introducción relaciona los cuentos con las ficciones de Borges y Bioy Casares, y algo de eso hay; una cierta forma de clasicismo cristalino. Lo que no excluye, por supuesto, la sorpresa. Pero siempre es satisfactoria una vuelta de tuerca lógica.
En segundo lugar, no se limitan a lo puramente estructural, sino que también poseen un profundo interés por el carácter de los personajes. No se trata de psicología, en el sentido de que las reacciones de los personajes no son necesariamente realistas, sino de un paralelismo entre la trama y los personajes. Unas tramas retorcidas exigen personajes igualmente retorcidos, y en ocasiones no queda claro qué surgió primero de la imaginación del autor. Al final, tramas deliciosas se vuelven más interesantes precisamente por esos personajes algo perturbador pero asombrosamente lúcidos. En ocasiones, el momento en que un personaje explica sus actos -siguiendo una lógica interna algo desquiciada- puede ser el mejor punto del relato.
Y tercero, una ausencia casi total de elementos sobrenaturales -sólo el último relato, «El viajero con el cuadro de las figuras de tela», parece contener hechos fantásticos. No hay soluciones mágicas ni redenciones milagrosas. Los personajes son como son porque así son, sin que nadie les fuerce a cualquier otra cosa. Y los hechos son todos igualmente terrenales. Todo es atmósfera.
Esos tres elementos se aprecian muy bien en el primero de los cuentos: «La butaca humana», un relato que nos pide suponer una persona capaz de pasar meses convertido en butaca en un vestíbulo de hotel. Durante las peripecias de la narración, debemos además aceptar las personalidades de personajes que encajan en cada punto del relato. Y al final, nos toca reevaluar todo lo que hemos leído, rectificando muchas de nuestras impresiones anteriores.
El efecto final es de una serie de cuentos inquietantes, que sacan a la luz comportamientos aberrantes y luego nos piden que los comprendamos. No provocan exactamente miedo, sino más bien una profunda sensación de abismo, de adentrarse en una realidad -cuidadosamente fundamentada- que sin embargo suena a fantástica por puro efecto del punto de vista. Ayuda también ese distanciamiento tan típico de la literatura japonesa, donde vale más lo que no se está contando que lo que se está diciendo explícitamente.
De los cuentos, «La butaca humana» probablemente sea el más representativo. «La oruga», un impresionante alegato antibélico sobre un hombre que ha perdido todas las extremidades, es posiblemente el más impactante. «La cámara roja» y «El precipicio» son de los que te obligan a replantearte todo lo contado. Y no dejaría de leer «Los dos inválidos», un delicioso juego de espejos, dobles, simulaciones y demás.
Relatos japoneses de misterio e imaginación está compuesto por ficciones extrañas escritas desde un punto de vista extraño. De eso se trataba.
Desde luego, es uno de los libros que más me han gustado últimamente. Se habla mucho de la fascinación de Edogawa por Edgar Allan Poe y sir Arthur Conan Doyle, pero es que en algunos casos me ha verdaderamente la sensación de leer a uno u otro, aunque con el toque exótico que comentas. Lástima que mientras que Poe me ha vuelto siempre loco, en mi caso, Doyle nunca me ha gustado especialmente . En todo caso, me ha gustado mucho la recopilació. «La oruga» y «la butaca humana», mis favoritos.