En la pasada tertulia de ciencia ficción de Santiago (nos hemos vuelto a cambiar, ahora estamos en el Generaciones, cerca de Cervantes) jugamos a Puerto Rico. Se trata de un juego que te traslada a la época colonial. Básicamente, tienes que cultivar las tierras asignadas, construir edificios -que te dan ventajas durante el juego y también al final- y ganar dinero como puedas (normalmente, vendiendo). La gracia principal del juego es que tiene una serie de personajes, y tu turno consiste en escoger personaje y realizar su acción, y luego permitir a los otros jugadores actuar según ese personaje (tú tienes algún tipo de ventaja inicial). Como hay más personajes que jugadores -8 frente a 5- hay acciones que no se pueden realizar en un turno dado. Ese detalle añade unos deliciosos niveles de complejidad al juego. Por ejemplo, a ti te puede convenir que los personajes se jueguen en cierto orden, mientras que otro orden puede resultarte fatal.
Para explicaciones más detalles -y más claras- esta entrada de Juegos de Mesa (Eurogames) es perfecta.
Resumiendo. El juego me encantó. La interacción con los otros jugadores no es directa, sino a través de los efectos de tus acciones. El nivel de sutileza me parece impresionante. Lleva un punto en que todo el juego se convierte en un único sistema complejo y tu tarea consiste en desviarlo hacia ti.
El número de posibles estrategias es enorme. Yo empecé con una que me parecía muy conveniente a largo plazo y pasé muchos turnos prácticamente sin poder hacer nada. Sin embargo, al final obtuve un buen montón de punto y pude construir varios edificios muy importantes. No sé si es posible quedarse atascado en Puerto Rico, porque da la impresión de que siempre tienes alguna opción. Me encanta porque es uno de esos juego que te obligan a usar toda la cabeza.
Me muero por volver a jugarlo (es más, me compraría uno, pero no tengo a nadie más con quién jugar). Pero voy a tener que esperar al próximo jueves.