Tecnociencia

Recibí hace unos días el número 1 (años 1, marzo 2006) de Tecnociencia, un «periódico grauito de divulgación científico-técnica». Cubre un poco de todo, con un monográfico en medio dedicado, en esta ocasión, a la política científica. También dispone de una sección de libros bastante amplia. Al ser gratuito, te lo puedes bajar de su web en PDF.

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Pilot G-2 XS

Mi bolígrafo preferido es el Pilot G-2. Es idea para escribir en una Moleskine y sobre casi cualquier cosa. La tinta fluye de maravilla y es muy cómodo de sostener. Me gustan tanto esos bolígrafos, que los compro a puñados cuando los veo. La casa está rociada de Pilot G-2 de colores rojo y negro (aunque tengo algunos verdes y azules). Pues bien, desde hace un tiempo sabía que había una versión algo más corta -ideal para llevar por ahí, meter en bolsas, bolsillo, fijar a libros…- pero no había conseguido dar con ella. Hasta hace unos días, que al entrar en una buena papelería me encontré el Pilot G-2 XS. Es más, tenían 8 bonitos colores (creo que son todos los que hay). He empezado comprándome dos de cada, aunque confieso que estuve tentado de llevarme la caja entera.

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He puesto uno normal junto a los cortos para que se aprecie la diferencia.

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Club de científicos con mucho pelo

La idea de un club de científicoa con mucho pelo parece ridícula, hasta que uno se lo piensa y llega a la conclusión de que es totalmente absurda. Sin embargo, hay algo en su misma idoneidad que obliga a la aparición de una entidad como Luxuriant Flowing Hair Club for Scientists.

Yo creo que nuestro BioMaxi debería ser miembro de pleno derecho.

(vía grow-a-brain)

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Harry Potter y el cáliz de fuego y Harry Potter y el prisionero de Azkaban

Este fin de semana tuvimos sesión de DVD, y aprovechamos para ponernos al día con las últimas entregas de Harry Potter. Aquí unas impresiones rápidas.

Harry Potter y el cáliz de fuego me produjo una sensación extraña. No me dio la impresión de ser tanto una película como una especie de estructura que no se sostenía demasiado bien, con piezas que no encajaban entre sí. Para dejar la película en dos horas y media, tuvieron que cortar tanto del libro que lo que dejaron es una ilación de escenas que parecen formar una historia, pero que en realidad no lo hacen. Los personajes hacen cosas, pero tampoco tienes claras las razones. Es más, ni siquiera tenía claro por qué debería importarme la vida o muerte de cada personaje individual, cuando ni siquiera se molestaban en mostrarlo como persona, llegando a sus conclusiones, haciendo algo, no sé, equivocándose.

Tiene tantas peripecias que contar, es tan necesario avanzar e ir rápido, que la película lo arrastra todo consigo. Al final, sólo queda un torneo con tres pruebas, que desprovisto de todo soporte se ve hasta tonto (yo llegué a la conclusión de que los magos son unos peligroso criminales psicópatas capaces de meter a niños indefensos en el fondo de un lago). Y al final, el malo aparece y ni siquiera da miedo. Sí, es un señor sin nariz, pero vamos, no le llega a la suela de los zapatos a Vito Corleone. No es que la película me pareciese mala. Es simplemente que no me pareció.

Que diferencia con Harry Potter y el prisionero de Azkaban. Tenían un libro más corto para resumir y aquí sí que hay historia. Cierto, sufre del síndrome de capítulo a mitad, y realmente no termina. Pero tiene ingenio, momentos muy bien resueltos, una trama que realmente avanza, personajes que hablan y se expresan, y que consiguen que te preocupes por su destino. Al menos las partes que le tocaban a esta película se cumplen, y la trama se resuelve, cerrándose sobre sí misma. Hermione, por cierto, es la que tiene más protagonismo; si no fuese por ella, a ver quién iba a sobrevivir en esa escuela.

Harry Potter y el prisionero de Azkaban me ha parecido la mejor de las cuatro (posiblemente pase lo mismo con el libro). Realmente lo pasé bien con algunos momentos -el viaje en bus inicial- y los tres adolescentes protagonistas están muy bien llevados. Me gusta que se les conceda tiempo para interaccionar entre ellos. El actor que hace de Harry sigue haciéndolo fatal, pero bueno, casi no molesta.

En realidad, lo lógico hubiese sido reinterpretar a Harry Potter para el cine. Pero eso hubiese sido imposible, porque los fans se hubiesen comido crudos a los directores. Pero no estoy seguro de que ser tan fieles a los libros sea una buena idea. Condensar volúmenes tan grandes en menos de tres horas es tarea imposible. Cuentan en la IMDB que fue Cuarón (director de la tercera) el que convenció a Newell (director de la cuarta) de que no hiciese dos películas partiendo el libro por la mitad. Visto el resultado, más bien parece que fue un hábil truco de Cuarón para que su película se quedase como la mejor.

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El día que encontremos extraterrestres

Comenta Pepe Cervera que el proyecto SETI, el proyecto de búsqueda de vida extraterrestre, necesita dinero. Dejando de lado el valor científico de SETI -que en ocasiones parece más una seudociencia que otra cosa- hay un comentario de Pepe Cervera que me ha llamado la atención. Dice a propósito de la posibilidad de descubrir vida inteligente fuera de la Tierra:

Cambiaría nuestra historia, afectaría a nuestra tecnología, pero sobre todo sería una verdadera revolución filosófica y hasta teológica, un terremoto que sacudiría los mismos cimientos de la experiencia humana.

No sé, me suena un poco excesivo. Es ciertamente uno de los mitos más querido de la ciencia ficción. Los ETs aterrizan en una gran ciudad, y el mundo queda totalmente conmocionado, la sociedad se pone patas arriba y pronto nace un nuevo orden mundial. Otro cliché apreciado es la idea de que el gobierno oculta la existencia de extraterrestres para no producir un caos mundial. Muchas novelas y películas han jugado con esa situación, y hay pocos autores de ciencia ficción que se hayan resistido a su atractivo.

Pero en la realidad, no estoy seguro de que llegase a pasar a semejante escala. Si el proyecto SETI tuviese éxito -y se trata de un gran condicional- estaríamos hablando de una civilización muy lejana con la que el contacto sería muy difícil o imposible. Sí, la noticia sería muy importante. Algunas personas tendrían que cambiar sus creencias. Y quedaría claro que la inteligencia puede ser algo más que un accidente (seguiríamos extrapolando a partir de dos casos, pero bueno). Los filósofos lo debatirían durante mucho tiempo y los científicos analizarían con cuidado el contenido de la transmisión. Posiblemente fuese portadas de medios de comunicación durante bastantes meses, hasta que se apagase la novedad y pasase al fondo de la experiencia. Con el tiempo, se convertiría en un hecho integrado entre otros muchos detalles sobre el mundo y la humanidad seguiría su existencia como siempre. Ha pasado otras veces; no veo por qué no iba a pasar con esto.

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Autores de verdad

Otro maravilloso titular de El País (que últimamente se está convirtiendo en inagotable fuente de diversión): «De Gutenberg a Amazon: cómo convertirse en autor de verdad, sin salir de casa«. ¿Qué será un autor de verdad?, me pregunté. ¿Habrá autores de mentira? Lo medité unos segundos y sólo llegué a una conclusión: alguien que afirma haber escrito sin haber escrito en realidad, o quizá un plagiario. Aunque eso sí, el titular podría referirse a ser «de verdad», es decir, a escribir «verdadera literatura» o «prosa real» o cualquier lucubración similar.

Pero no. Nada de eso. Es mucho más simple. Un autor de verdad es un señor que ha publicado un libro en papel. Como lo oyen.

El problema es que eso de publicar un libro en papel está complicado, porque hay unos señores, llamados editores, empeñados en leer los libros antes de publicarlos, y sólo escoger lo que les gusta o lo que creen que va a dar dinero (que rara vez es lo mismo). Pero no hay nada que temer: «Al menos así era hasta hoy, ya que Internet permite a cualquiera publicar un libro auténtico y a un precio muy bajo». Se ofrece además el ejemplo de John Kennedy Toole, que se suicidó al no poder publicar su libro. Según la lógica del artículo, murió autor de mentiras hasta que su madre consiguió que le publicasen en papel y lo convirtió -post morten, digamos- en autor de verdad.

Hay dos métodos. El primero consiste en usar un servicio para convertir un borrador de libro (que, recordemos, no es de verdad) en un libro (que ahora lo es). Incluso puedes montarte el libro a tu gusto, con tus colores preferidos y demás detalles.

El segundo método es incluso más interesante. Te permite convertir una bitácora en libro. Eso te convierte en autor de verdad. Lo que hacías antes en tu bitácora -quizá incluso durante años- era algo totalmente diferente: ciberescribir, quizá, lo que te convertía, como mucho, en ciberautor. Pero los cibertextos así cibercreados son ciberiadas varias y ciberestán ciberlejos de ciberconvertirte en autor.

Resumiendo. El fondo del artículo es un hecho innegable: el papel es una sustancia mágica, una suerte de Piedra Filosofal, que tiene la habilidad de convertir a un emborronador de cuartillas o bitacorero cualquiera en autor. Tan innegable, digo, que estoy plenamente convencido de que el hecho de que El País sea un medio principalmente en papel no tiene nada que ver con esa querencia hacia la madera procesada.

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Just a Geek, de Wil Wheaton

Debe ser una sensación curiosa, saber que el triunfo en la profesión que has elegido lo lograste a los 12 años. Eso le pasó a Wil Wheaton. A los 12 años actuó en Stand By Me (¿Cuenta conmigo?) y luego pasó a interpretar al personaje de Wesley Crusher en Star Trek: La nueva generación. Después de unas temporadas, abandonó la serie para seguir con su carrera de actor y…

Y nada. Ya está. Ahí acaba su historia como actor.

Sí, algún trabajillo por aquí y por allá, pero nada que se parezca ni remotamente a una carrera. Y lo que es peor, cargando con el peso (aparentemente) muerto de Wesley Crusher.

Just a Geek cuenta la historia de Wil Wheaton. Su ambivalente relación con Star Trek (haber estado y haberse ido), el amor/odio por el personaje (en un momento dado, discute con un muñeco de Wesley Crusher; lo más divertido es que el muñeco tiene mejores argumentos), la desesperación de no lograr trabajo, los sacrificios familiares ante un sueño que no se cumplirá nunca… Y finalmente, una forma de redención, admitir que el hecho de tener sueños no implica que éstos se vayan a cumplir. Reconocer que en ocasiones es mejor renunciar y dedicarse a cosas más importantes; o al menos, diferentes.

Y es que un día montas una página web y tu vida vuelve a cambiar. Y de hecho, algunos de los mejores trozos del libro están sacados directamente de su bitácora.

Lo mejor de Just a Geek es que la historia está contada con mucho sentido del humor y de la ironía. Wil Wheaton llora mucho, pero es siempre consciente de que sus lágrimas tienden a ser patéticas y que su personaje -el actor infantil que no llegó a nade en su profesión- es un poco ridículo. Paradójicamente, eso desarma al lector y se gana su empatía. Es más fácil sentir simpatías por un Wil Wheaton que se sabe algo tonto que por uno que reclamase atención ante su desdichada (relativamente) situación. Es lo que hace que sus peripecias se universalicen, hasta reconocer que algún día a todos nos pasará lo mismo. Algún día despertaremos y habremos superado el mejor momento de nuestra vida. A él, simplemente, le tocó a los doce años.

Descuiden, la historia tiene final razonablemente feliz. Como en las buenas historias, el protagonista cambia con la narración y aprende. Consigue hacer otras cosas y obtener cierto módico de nueva fama (y aprende a aceptar la que ya tenía), pero eso es menos importante que saber que las cosas vienen y van, y que ese proceso tampoco tiene nada de malo.

Para los aficionados a Star Trek, hay muchísimo que disfrutar en el libro. Actores y productores, organizadores de convenciones y fans, de la serie entran y salen de la narración continuamente. No en vano el libro se subtitula «Unflinchingly honest tales of the search for life, love, and fulfillment beyond the Starship Enterprise», porque Star Trek define el núcleo emocional del propio Wheaton. No es de extrañar. Para los otros actores, Star Trek es un trabajo más o menos interesante. Pero él, literalmente, creció en la nave Enterprise.

Para los nos aficionados a Star Trek (como mi caso), el tratamiento irónico y humorístico eleva una vez más el material. Incluso acabas lamentando -durante unos segundos- no haber visto más episodios de la serie.

Just a Geek suena a sincero, porque a Wil Wheaton no le importa quedar mal; sabe perfectamente que así son los mejores relatos. Se lee de un tirón y es extremadamente divertido. Una curiosa inmersión en el alma de un hombre que se dejó demasiadas cosas en una nave espacial de cartón piedra.

[50 libros] 2006

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«Científicos españoles crean un sistema de simulación informático»

Es el titular de una noticia que me he encontrado hoy en El País. He sentido de inmediato un momento Homer Simpson, también conocido como momento obviedad, preguntándome si pronto veríamos noticias con otros titulares del calibre de: «Científicos españoles salen a comer», «Científicos españoles van a un congreso», «Científicos españoles presentan un artículo» o «Científicos españoles aparecen en un titular de prensa».

Pero leyendo el primer párrafo se aclara el misterio:

Un equipo compuesto por los científicos españoles Pablo Ordejón, José María Soler, Emilio Artacho, Alberto García, Javier Junquera y Daniel Sánchez-Portal ha creado un sistema de simulación informático que permite estudiar sistemas de hasta miles de átomos.

Se ve que en la redacción alguien pensó que «simular» es algo que no sabe hacer nadie. Es curioso, cuando tienen a tantos periodistas simulando entender de ciencia.

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Caylus

Ayer, en la tertulia de ciencia ficción, pudimos estrenar el juego Caylus. Por cuestiones de tiempo, tuvimos que dejar la partida a la mitad, pero al menos nos sirvió para ver la mecánica y hacernos con las reglas. Caylus es un juego en el que cada jugador asume el papel de un constructor. Hay que construir el castillo del rey, y para hacerlo -y obtener los materiales necesarios- también hay que desarrollar la pequeña villa de Caylus que al inicio de la partida cuenta con servicios mínimos. Para ayudarte en tu labor, tienes una serie de obreros que sitúas allí donde quieres actuar -por ejemplo, en un edificio para poder construir algo o ganar recursos, o en el castillo, para construir una sección. Una gracia del juego es que si un jugador construye un servicio -por ejemplo, un albañil, que permite construir edificios de piedra-, gana puntos cuando otros jugadores lo usan -en este caso, para construir sus propios edificios de piedra. Hay que administrar recursos -comida, madera, piedra, tela y oro- y decidir dónde es mejor invertirlos en cada momento. También es posible construir edificios que den dinero o realizar acciones que te ganan favores reales que a su vez te permiten obtener ciertas ventajas.

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Se va jugando por turnos y cada turno está compuesto de una serie de fases. Aunque las reglas parecen complicadas al principio, están muy bien encapsuladas dentro de cada fase, por lo que es muy fácil hacerse con la mecánica a los pocos turnos. Ayuda mucho, por supuesto, si los jugadores tienen ya experiencia con otros juegos. Cada fase ofrece varias posibilidades, por lo que es posible seguir varias estrategias diferentes. Esa riqueza inicial fue algo que quedó muy claro en nuestra pequeña partida.

Hay dos marcadores que controlan el juego: el provost y el bailiff (los nombres en inglés). La villa Caylus forma una línea sobre la que se van construyendo los edificios. Pero que un edificio esté construido no significa que se pueda usar. La posición del provost indica qué edificios están activos; los edificios que queden por delante están inactivos. Pero los jugadores tienen la opción de sobornar al provost y moverlo cierto número de espacios a cambio de dinero. De esa forma, los jugadores luchan por ponerse la zancadilla unos a otros, intentando desactivar los edificios que va a usar el contrario. Mientras tanto, el bailiff avanza inexorablemente hacia el final del tablero (más o menos rápido dependiendo de su posición relativa al provost al final del turno); cuando llega al final, la partida termina aunque el castillo esté a medias.

Gana el que tiene más puntos de prestigio al final de la partida. Los puntos se prestigio se van ganando de muchas formas: construir edificios te gana puntos de prestigio, construir secciones del castillo te gana puntos, si alguien usa uno de tus edificios también ganas puntos, el oro que tengas al final de la partida te da puntos, los favores reales pueden servirte para obtener puntos, etcétera… Es más, hay edificios que sólo tienen como propósito dar puntos de prestigio al construirlos; dan muchos puntos, por lo que son muy caros de construir.

Soy consciente de que lo que acabo de contar no explica en realidad nada sobre el juego. Me pasó un poco lo mismo leyendo las instrucciones. Es difícil leerse una serie de reglas y hacerse una idea de la mecánica del juego. Tenía un poco miedo de que fuese demasiado lento o que los jugadores lo encontrasen aburrido. Al jugarlo, esos temores se disiparon. Cada jugador puede seguir una estrategia muy diferente, y la interacción con los demás es muy rica. Apenas hay azar (sólo en el orden inicial del partida), por lo que mucho depende de la capacidad de los jugadores para entender lo que está pasando. Yo, que había leído las reglas cinco veces, me sorprendí de lo divertido que me resultaba.

Conocí Caylus gracias a esta entrada de Juegos de mesa (Eurogames). Al principio pensé que debía ser alguna versión de Carcassonne, porque las cajas me resultaron muy similares. Pero no, la ciudad resultó ser otra completamente diferente, y el juego también. Investigué un poco más y descubrí que hablaban muy bien de él por todas partes. Al ser un juego alemán, pensé que quizá lo vendiesen en amazon.de. Y así fue. Lo pedí y lo recibí en una semana. Las piezas del juego son independientes del idioma, por lo que sólo las instrucciones vienen en alemán. Por suerte, vivimos en el siglo XXI y puedes conseguir las instrucciones en inglés con toda facilidad.

Caylus tiene entrada en la Wikipedia. Ocupa ahora mismo, la tercera posición en el ranking de juego de BoardGameGeek, detrás de Puerto Rico y Euphrat & Tigris.

Ahora sólo nos falta quedar y jugar una partida hasta el final. Veremos qué tal. Yo al menos estoy contento de haber podido estrenar el juego, que ya me lo veía languideciendo en la estantería.

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