«Científicos españoles crean un sistema de simulación informático»

Es el titular de una noticia que me he encontrado hoy en El País. He sentido de inmediato un momento Homer Simpson, también conocido como momento obviedad, preguntándome si pronto veríamos noticias con otros titulares del calibre de: «Científicos españoles salen a comer», «Científicos españoles van a un congreso», «Científicos españoles presentan un artículo» o «Científicos españoles aparecen en un titular de prensa».

Pero leyendo el primer párrafo se aclara el misterio:

Un equipo compuesto por los científicos españoles Pablo Ordejón, José María Soler, Emilio Artacho, Alberto García, Javier Junquera y Daniel Sánchez-Portal ha creado un sistema de simulación informático que permite estudiar sistemas de hasta miles de átomos.

Se ve que en la redacción alguien pensó que «simular» es algo que no sabe hacer nadie. Es curioso, cuando tienen a tantos periodistas simulando entender de ciencia.

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Caylus

Ayer, en la tertulia de ciencia ficción, pudimos estrenar el juego Caylus. Por cuestiones de tiempo, tuvimos que dejar la partida a la mitad, pero al menos nos sirvió para ver la mecánica y hacernos con las reglas. Caylus es un juego en el que cada jugador asume el papel de un constructor. Hay que construir el castillo del rey, y para hacerlo -y obtener los materiales necesarios- también hay que desarrollar la pequeña villa de Caylus que al inicio de la partida cuenta con servicios mínimos. Para ayudarte en tu labor, tienes una serie de obreros que sitúas allí donde quieres actuar -por ejemplo, en un edificio para poder construir algo o ganar recursos, o en el castillo, para construir una sección. Una gracia del juego es que si un jugador construye un servicio -por ejemplo, un albañil, que permite construir edificios de piedra-, gana puntos cuando otros jugadores lo usan -en este caso, para construir sus propios edificios de piedra. Hay que administrar recursos -comida, madera, piedra, tela y oro- y decidir dónde es mejor invertirlos en cada momento. También es posible construir edificios que den dinero o realizar acciones que te ganan favores reales que a su vez te permiten obtener ciertas ventajas.

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Se va jugando por turnos y cada turno está compuesto de una serie de fases. Aunque las reglas parecen complicadas al principio, están muy bien encapsuladas dentro de cada fase, por lo que es muy fácil hacerse con la mecánica a los pocos turnos. Ayuda mucho, por supuesto, si los jugadores tienen ya experiencia con otros juegos. Cada fase ofrece varias posibilidades, por lo que es posible seguir varias estrategias diferentes. Esa riqueza inicial fue algo que quedó muy claro en nuestra pequeña partida.

Hay dos marcadores que controlan el juego: el provost y el bailiff (los nombres en inglés). La villa Caylus forma una línea sobre la que se van construyendo los edificios. Pero que un edificio esté construido no significa que se pueda usar. La posición del provost indica qué edificios están activos; los edificios que queden por delante están inactivos. Pero los jugadores tienen la opción de sobornar al provost y moverlo cierto número de espacios a cambio de dinero. De esa forma, los jugadores luchan por ponerse la zancadilla unos a otros, intentando desactivar los edificios que va a usar el contrario. Mientras tanto, el bailiff avanza inexorablemente hacia el final del tablero (más o menos rápido dependiendo de su posición relativa al provost al final del turno); cuando llega al final, la partida termina aunque el castillo esté a medias.

Gana el que tiene más puntos de prestigio al final de la partida. Los puntos se prestigio se van ganando de muchas formas: construir edificios te gana puntos de prestigio, construir secciones del castillo te gana puntos, si alguien usa uno de tus edificios también ganas puntos, el oro que tengas al final de la partida te da puntos, los favores reales pueden servirte para obtener puntos, etcétera… Es más, hay edificios que sólo tienen como propósito dar puntos de prestigio al construirlos; dan muchos puntos, por lo que son muy caros de construir.

Soy consciente de que lo que acabo de contar no explica en realidad nada sobre el juego. Me pasó un poco lo mismo leyendo las instrucciones. Es difícil leerse una serie de reglas y hacerse una idea de la mecánica del juego. Tenía un poco miedo de que fuese demasiado lento o que los jugadores lo encontrasen aburrido. Al jugarlo, esos temores se disiparon. Cada jugador puede seguir una estrategia muy diferente, y la interacción con los demás es muy rica. Apenas hay azar (sólo en el orden inicial del partida), por lo que mucho depende de la capacidad de los jugadores para entender lo que está pasando. Yo, que había leído las reglas cinco veces, me sorprendí de lo divertido que me resultaba.

Conocí Caylus gracias a esta entrada de Juegos de mesa (Eurogames). Al principio pensé que debía ser alguna versión de Carcassonne, porque las cajas me resultaron muy similares. Pero no, la ciudad resultó ser otra completamente diferente, y el juego también. Investigué un poco más y descubrí que hablaban muy bien de él por todas partes. Al ser un juego alemán, pensé que quizá lo vendiesen en amazon.de. Y así fue. Lo pedí y lo recibí en una semana. Las piezas del juego son independientes del idioma, por lo que sólo las instrucciones vienen en alemán. Por suerte, vivimos en el siglo XXI y puedes conseguir las instrucciones en inglés con toda facilidad.

Caylus tiene entrada en la Wikipedia. Ocupa ahora mismo, la tercera posición en el ranking de juego de BoardGameGeek, detrás de Puerto Rico y Euphrat & Tigris.

Ahora sólo nos falta quedar y jugar una partida hasta el final. Veremos qué tal. Yo al menos estoy contento de haber podido estrenar el juego, que ya me lo veía languideciendo en la estantería.

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