Strangers, de Taichi Yamada
Strangers es una bonita historia de fantasmas.
Es curioso que se pueda escribir una frase como ésa, llamando bonita a una historia de fantasmas. Porque en Strangers salen fantasmas, pero no es exactamente una historia de terror. Sí que hay horror, pero se trata más bien de un terror existencial que siente el lector y, mucho menos, el protagonista. Es más, puede argumentarse que el protagonista sólo se asusta cuando todo ha terminado. Y no precisamente de lo sucedido, sino del estado de su vida anterior a lo acontecido.
Harada es un guionista de televisión de 48 años que está solo. Se quedó solo a los 12 años, cuando sus padres murieron en un accidente de tráfico. Incluso casado y con hijo estuvo solo. Tanto, que él mismo solicitó el divorcio. Tan alienado está, que ahora vive solo en un diminuto apartamento en un bloque de siete plantas. Un día, se da cuenta de que todo está demasiado tranquilo. Sale al exterior y comprueba que la única luz de la fachada del edificio es la de su apartamento. Es, quizá, para el lector el momento más genuinamente terrorífico: saberse solo en semejante montón de cemento. Para el protagonista es un momento casi satisfactorio.
Pero su mundo comienza a desmoronarse cuando un viejo productor le comunica que planea salir con su ex-mujer. Además, conoce a una mujer, Kei, que también vive en el mismo edificio (el resto son oficinas ocupadas exclusivamente de día). Su primer encuentro es un desastre por culpa de él, pero pronto inician una extraña relación. Ella es quince años más joven que él y tiene en el pecho una terrible quemadura que niega a mostrar. En todo caso, la soledad es lo que más les une.
Pero la satisfacción del protagonista con su soledad es más aparente que real. Porque un día, casualmente, regresa a su antiguo barrio. Allí encuentra a una pareja idéntica a sus padres, con la misma edad que tenían en el momento de su muerte. Harada siente de pronto la satisfacción de pertenecer a un lugar, la satisfacción de un amor sin condiciones. Incluso el progresivo deterioro físico que va sufriendo -según le cuentan los demás, porque él se mira al espejo y se ve genial- no le desanima de seguir visitando a sus padres. ¿Son realmente sus padres? ¿Son espíritus venidos del más allá para hacerle daño? ¿O realmente le están protegiendo?
Strangers es una novela sencilla, sin pretensiones, escrita con claridad y limpieza. Inteligente en su estudio sobre la soledad, haciendo uso de una primera persona muy hábil. No le interesa nada el terror (es más, para un aficionado al terror el final debe ser terriblemente decepcionante), y sí le preocupa resolver los problemas del protagonista. Está muy bien contada y se lee de un tirón, con muchas ganas (yo no pude dejarla hasta terminar). Hay también un par de deliciosos detalles, que supongo se deben a su origen. Por ejemplo, esos fantasmas que se manifiestan sin ningún problema a plena luz del día. Y por supuesto, la presencia brutal y pesada de una megalópolis tan inmensa que en lugar de acercar a sus habitantes, los aleja irremediablemente.
También contiene al menos una reflexión graciosa sobre la condición humana. Pero no la puedo poner porque sale casi al final. Ustedes sabrán entenderlo.