Carta de almohadas

Uno de los aspectos que más me llaman la atención de los hoteles es la «carta de almohadas». Es un invento curioso, un paso más hacia la personalización de todo. Si no estás satisfecho con la almohada que tienes en la cama, llamas a recepción y te envían el modelo que más rabia te dé. Pronto, sin duda, podrás especificar medidas y detalles de construcción y te fabricarán sobre la marcha una almohada totalmente tuya.

La que tengo delante lista seis modelos diferentes. Los hay anatómicos, como la «cervical emfil», que tiene un hueco en el centro para apoyar el cráneo cual huevo -postura francamente cómoda, la verdad. Entre sus muchas ventajas, asegura: «Ayuda a la relación y descanso proporcionando una mejora en su sueño». Sin embargo, la «ergonómica cervical»: «Por su estructura permite recuperar casi en tiempo real su forma inicial, después de haber sido deformada por la presión de cabeza y cuello». Estoy casi seguro de que en esa frase falta algo.

Las hay más normales, claro. La «halley», por ejemplo, «rellena de miles de minúsculas bolitas de fibras que se adaptan a sus movimientos y adoptan la forma de su cabeza y nuca para depararle sujeción durante toda la noche proporcionándole un saludable y tranquilo sueño». O la «aral», rellena de un 70% de duvet blanco de pato y un 30% de pluma blanca de pato. La «alboran», rellena al 100% de pequeñas plumitas de pato, se me hace demasiado blanda e incómoda para dormir. Y quién me iba a decir que la «montreal» posee una «mejor circulación de aire que crea un agradable microclima». Casi imagino pequeños anticiclones y pequeñas tormentas sobre la cabeza del durmiente.

¿Cuánto tiempo pasará hasta que una de estas cartas ofrezca 20 o más almohadas? Va a ser imposible probarlas todas.

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