Kafka on the shore

Llevo más de la mitad, por lo que supongo que ya la estoy acabando. Al principio no parecía una novela de Murakami. Cuando empiezas una novela de Murakami sabes de inmediato que estás de inmediato en su mundo narrativo, que algo raro va a pasar. No sé a qué se debe exactamente. Quizá sea una capacidad para la atmósfera llena de presentimiento.

Como sea, en este caso no era así, lo que me desconcertaba. No sé si achacarlo a la traducción o a que, quizá, Murakami estuviese haciendo las cosas de otra forma. En cualquier caso, ya da igual, porque a estas alturas tengo claro que estoy leyendo una novela de Haruki Murakami.

Ahí están esos diálogos inteligentes, reflexivos que siempre dan a entender algo más. Los personajes que se salen de los normal (Oshima es el mejor de entre los «normales») y esa rara habilidad para los lugares. La biblioteca en este caso. La meditación sobre la vida y la muerte. Los problemas de las responsabilidad y la búsqueda de la paz interior.

La cosa va de un niño de 15 años que huye de casa. Lo curioso es que lleva planeándolo desde hace bastante años, pero no se nos dice por qué. En otra línea argumental, un curioso incidente durante la segunda guerra mundial lleva en el presente a un señor mayor que no sabe ni leer ni escribir, ni es demasiado inteligente como admite, que sabe hablar con los gatos. Para que se hagan una idea del resto, salen Johnnie Walker, el coronel Sanders y llueven sardinas. Y no, no queda ridículo, todo lo contrario, queda como lo más normal del mundo.

Ya seguiré cuando la termine.

De la contraportada:

«A stunning work of art,» the New York Observer wrote of The Wind-Up Bird Chronicle, «that bears no comparisons,» and this is also true of this magnificent new novel, which is every bit as ambitious, expansive and bewitching. A tour-de-force of metaphysical reality, Kafka on the Shore is powered by two remarkable characters. At fifteen, Kafka Tamura runs away from home, either to escape a gruesome oedipal prophecy or to search for his long-missing mother and sister. And the aging Nakata, who never recovered from a wartime affliction, finds his highly simplified life suddenly upset. Their odyssey, as mysterious to us as it is to them, is enriched throughout by vivid accomplices and mesmerizing events. Cats and people carry on conversations, a ghostlike pimp employs a Hegel-quoting prostitute, a forest harbors soldiers apparently unaged since World War II, and rainstorms of fish fall from the sky. There is a brutal murder, with the identity of both victim and perpetrator a riddle. Yet this, like everything else, is eventually answered, just as the entwined destinies of Kafka and Nakata are gradually revealed, with one escaping his fate entirely and the other given a fresh start on his own.

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[Nokia 7710] Llamar

Si uno tiene la mano grande y los dedos largos, es posible -pero muy difícil- marcar en el Nokia 7710 empleando sólo una mano. Por lo demás, dado que no tiene teclado, lo habitual sería marca empleando las dos. Una sosteniendo el teléfono y la otra usando el lápiz.

(Por otra parte, me han contado que hay mucha gente que emplea las dos manos incluso con un teléfono convencional.)

Ésa posiblemente sea el principal criterio para decidirse por este teléfono o no. Si la presencia de un teclado físico es importante, la propia Nokia oferta el 7610 que puede hacer muchas de las cosas del 7710 (aunque con menos memoria y sin la pantalla enorme). Si lo importante es el tamaño de la pantalla y las capacidades de PDA, el 7710 podría ser una buena elección, aunque sacrificando parte de la facilidad de uso como teléfono. Al final, como todo, depende del uso que se le quiera dar.

Eso sí, el 7710 dispone de un teclado táctil virtual, por lo que quizá la ausencia de un teclado físico no sea tan decisiva. Hay dos formas de sacarlo. La primera es ir al menú principal y seleccionar «Teléfono»:

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Lo que hace que salte el teclado táctil:

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Alternativamente, el Nokia 7710 tiene tres botones en la parte superior. Uno con un teléfono verde que sirve para llamar, otro con un teléfono rojo que sirve para colgar y uno que parece un pacman y sirve para marcar por voz o activar la grabadora (para que sea fácil distinguirlos, el botón rojo está hundido mientras que los otros dos están resaltados; al tacto es muy fácil):

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Curiosamente, pulsando el botón rojo se obtiene el teclado. Si pulsamos el botón con el teléfono verde (que parecería lo más lógico) obtenemos el registro de las últimas llamada (por otra parte, así es también en teléfono como el 7610).

Cuando tenemos el teclado basta con introducir el número (ya sea con el lápiz o con los dedos). Entonces, basta con pinchar donde pone «Llamar» o -alternativamente- darle a la tecla verde:

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Yo por el momento, estoy bastante contento con esta forma de marcar y por ahora no he echado en falta el teclado físico. Pero otros probablemente opinarían de forma diferente.

Otro camino para llamar es ir por la guía. Nuevamente, en el menú principal podemos seleccionarla:

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Una vez en la guía, seleccionamos la persona a la que queremos llamar ya sea haciendo uso del lápiz o de los cursores que el teléfono tiene a la izquierda (en el centro de esos cursores hay un botón que sirve también para seleccionar algo como si lo pinchásemos con el lápiz).:

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Y una vez en la entrada que queremos pinchamos en «Llamar» o -alternativamente- le damos al botón con el teléfono verde. El teléfono nos pide elegir a qué número queremos llamar -cosa que podemos hacer con el lápiz o con la rueda- y listo:

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Y el tercer método posible es emplear marcación por voz. La idea es muy simple. Vamos a una entrada de la guía y seleccionamos un número:

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En el menú principal de la guía (al que podemos llegar con el lápiz o pulsando la tecla de menú que hay a la izquierda) seleccionamos «Añadir comando de voz»:

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Nos pide que cuando estemos preparados pulsemos «Inicio»:

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Lo hacemos y nos indica que introduzcamos el código de voz que queremos asociar a ese número:

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Dictamos el código y cuando detecta silencio se para solo y luego volvemos al menú pero ahora junto al número hay una especie de pacman verde que indica la existencia de un código de voz:

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Usar la marcación por voz es muy simple. Basta con mantener pulsado el botón superior que parece un pacman blanco hasta que oigamos un sonido (si lo pulsamos y lo soltamos, activaremos la grabadora que no es lo que queremos). En ese punto no tenemos más que repetir lo que guardamos como código de voz y si todo va bien nos marcará el número (si algo va mal, nos ofrecerá intentarlo de nuevo):

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La marcación por voz tiene dos problemas.

Primero, el teléfono es muy quisquilloso con el código de voz, y a veces no los entiende bien. Es además muy sensible a las condiciones de ruido, e incluso en condiciones de ruido de fondo bajo puede fallar. Yo he experimentado de todo: en ocasiones he podido marcar a la primera y una vez tuve que intentarlo cinco veces. Seguiré probando.

Segundo, después de usar marcación por voz la primera vez dejó de funcionar. Pulsaba el botón y no pasaba absolutamente nada. Si lo pulsaba y lo soltaba se activaba la grabadora, lo que indicaba que al menos el hardware estaba bien. Finalmente le quité la batería y la volví a poner. Desde entonces funciona perfectamente, por lo que no sé si simplemente se trató de un caso de mala suerte.

Asombrosamente, todo lo que he contado aquí se puede hacer casi exclusivamente empleando los botones del teléfono. La verdad es que el uso de esos botones está muy bien pensado. Eso sí, en ocasiones se vuelven confusos porque cambian de función y hacen cosas diferente dependiendo de dónde estés (por ejemplo, el botón para ir al menú principal de una aplicación te sirve también para desplazarte entre las subsecciones de un cuadro de diálogo). Con tiempo.

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Nokia 7710, cuatro días

Bien, ya son cuatro días con el Nokia 7710. En cuanto lo recibí le quité la tarjeta SIM al 7610 y se la puse al 7710, por tanto, desde ese día ha sido mi único teléfono. Y confieso que me está gustando bastante, más incluso de lo que esperaba.

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Lo mejor, por supuesto es la enorme pantalla. A lo de tener espacio a lo largo se acostumbra uno rápido, y el 16:9 es muy agradable a la vista. El interfaz gráfico permite a las aplicaciones mostrar un menú lateral que, dependiendo de la ocasión, puede ser muy útil.

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Y en cualquier caso, se puede usar toda la pantalla y, claro, el resultado es muy bueno. Sobre todo con los juegos, que le sacan bastante partido.

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El interfaz gráfico es muy bonito. En teoría se puede operar casi completamente con los botones, pero yo todavía no he aprendido. Lo uso mucho con el lápiz, cosa que no me molesta nada. Eso sí, marcar se vuelve ligeramente más complicado porque no hay teclado, pero en mi caso uso mucho la agenda así que no me afecta de la misma forma. Incluso el reconocimiento de caracteres es muy bueno. Me puede imaginar escribiendo varios párrafos con él, aunque no sería muy productivo: yo tecleo mucho más rápido de lo que escribo. Eso sí, el lápiz para entrar texto es más rápido que el texto predictivo que usaba del 7610.

El teléfono es muy grande, sobre todo más ancho de lo habitual, pero curiosamente se me ajusta muy bien a la mano. Sostenerlo me ofrece más sensación de solidez. Pero imagino que para otras personas el tamaño puede ser un factor muy a tener en cuenta, sobre todo porque en el bolsillo ocupa bastante espacio.

Sobre la configuración de GPRS y acceso a internet, ningún problema. Bastó con introducir la tarjeta SIM y todo funcionó sin hace nada (sólo tuve que luchar un poco para pasar la agenda de un teléfono a otro). Ni siquiera conectarlo al ordenador fue un problema. Usa el mismo cable y software que el 7610, por lo que no tuve más que conectarlo, me pidió el disco (el 7710 aparece como modem y demás dispositivos) y listo. Todavía no lo he probado como modem, pero un día de estos se lo pongo al portátil.

Aparte de eso, he probado lo habitual. La cámara, aunque tiene la misma resolución, parece mejor que la del 7610. También lo de mandar mensajes, e incluso actualizar mi bitácora de Typepad. Y también he probado a pasar vídeos al teléfono, pero eso lo dejaré para otra entrada. Por el momento no hay casi nada que hiciese con el 7610 que no haya podido hacer con el 7710.

Casi no hay aplicaciones para el 7710. Parece que algunas escritas para la serie 80 funcionan en este teléfono, que es de serie 90, pero hay que probar en cada caso. Lo que sí he podido comprobar es que las aplicaciones Java no sólo van bien, sino que ganan con este interfaz. Por ejemplo, la aplicación que uso para aprender kanas:

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En España el teléfono pierde un poco por culpa de las operadoras de telefonía. Cobran tan caro el acceso GPRS, que se hace prácticamente imposible usarlo. Sin embargo, el Nokia 7710 está deseando conectarse a Internet. Es una pena que no se pueda hacerlo para usarlo al máximo.

Lo que sí me resulta una pérdida es no poder utilizar Lifeblog. Lifeblog es una aplicación para serie 60 que te permite organizar tus fotografías, mensajes etcétera en un interfaz temporal muy efectivo. La usaba muchísimo con el 7610 (ya que incluso te permitía mandar directamente las fotos a Flickr, por ejemplo) y con el 7710 no se puede.

La organización interna del teléfono también ha mejorado. Ya no es necesario retirar la batería para poder llegar hasta la tarjeta de memoria. Hay que quitar la tapa, eso sí, pero la tarjeta a continuación se saca por un lado. Tengo que hacer unas fotos.

En cuanto haya terminado de mirar cosas con vídeo (a ver si consigo que el RealPlayer reproduzca los que subo), tengo que empezar a probar aspectos de programación. Tendrá que ser en Java, que no me apetece mucho volver a C++.

Ah, se me olvidaba comentar la grabadora de sonido. Parece grabar con mejor calidad, y podría ser más adecuada que la del 7610, sobre todo porque parece que la del 7710 te deja grabar todo lo que quieras sin límite (en el 7610 había que pagar para conseguir esa funcionalidad).

Para acabar, dos pantallas.

Este es el escritorio, donde están todos los programillas y las funcionalidades:

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Y éste es el RealPlayer reproduciendo un vídeo grabado con el teléfono:

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Nokia 7710

Acabo de recibir un teléfono Nokia 7710, un modelo de interesantes características (pantalla táctil de 640×320). Como apenas han pasado unos minutos, pues por el momento sólo los detalles. Ha llegado muy bien empaquetado:

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Al sacar la caja del producto, te promete que se puede estirar:

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Y efectivamente se estira:

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El móvil viene en el primer piso:

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Y el resto del material en el siguiente:

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Trae funda y auriculares. Y curiosamente, también un soporte. La tarjeta de memoria es de 128 megas, suficiente pero en el límite bajo para un teléfono multimedia:

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La primera impresión es de producto sólido. La pantalla es gloriosa y las calidad de las fotos parece muy alta (dentro del megapíxel). Cuando sigamos probando diré.

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How to Change the World

How to Change the WorldEscuché una conferencia de David Bornstein en IT Conversations. Hablaba de nuevas formas de cambiar el mundo y de ayudar allí donde sea necesario, así que me compré el libro (lo malo de IT Conversations es qué haces cuando un conferenciante te gusta mucho y no tiene libro). Llevo unas 80 páginas y va muy interesante.

De la contraportada:

What business entrepreneurs are to the economy, social entrepreneurs are to social change. They are, writes David Bornstein, the driven, creative individuals who question the status quo, exploit new opportunities, refuse to give up-and remake the world for the better.

How to Change the World tells the fascinating stories of these remarkable individuals many in the United States, others in countries from Brazil to Hungary-providing an In Search of Excellence for the nonprofit sector. In America, one man, J. B. Schramm, has helped thousands of low-income high school students get into college. In South Africa, one woman, Veronica Khosa, developed a homebased care model for AIDS patients that changed government health policy. In Brazil, Fábio Rosa helped bring electricity to hundreds of thousands of remote rural residents. Another American, James Grant, is credited with saving 25 million lives by leading and «marketing» a global campaign for immunization. Yet another, Bill Drayton, created a pioneering foundation, Ashoka, that has funded and supported these social entrepreneurs and over a thousand like them, leveraging the power of their ideas across the globe.

These extraordinary stories highlight a massive transformation that is going largely unreported by the media: Around the world, the fastest-growing segment of society is the nonprofit sector, as millions of ordinary people-social entrepreneurs-are increasingly stepping in to solve problems where governments and bureaucracies have failed. How to Change the World shows, as its title suggests, that with determination and innovation, even a single person can make a surprising difference. For anyone seeking to make a positive mark on the world, this will be both an inspiring read and an invaluable handbook. It w-ill change the way you see the world.

El término «emprendedor social» suena un poco raro. El izquierdoso que llevo dentro se rebela. No parece propio llamar emprendedor, con esas connotaciones tan mercantiles, a alguien que resuelve problemas sociales. Parece que tendrá que acostumbrarse.

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Julio Verne

Ayer me preguntaron si iba a escribir algo a propósito del centenario de Julio Verne. Dije que no, porque el autor no me interesa demasiado. Por suerte, Rafael Marín lo ha escrito por mí:

Porque, me temo, poco interés puede despertar ya hoy la literatura verniana. Enfrentarnos hoy a su obra más característica, sin afeitar (es decir, sin los convenientes o inconvenientes retoques que nos la acercaron, descargando de polvo y paja sus escritos, acercándolos al público juvenil que fuimos y simplificando sus tramas para hacerlas asequibles a todos) es tarea titánica que no todos serían/seríamos capaces de abordar. ¿Qué queda hoy de ese empeño en enseñar con sus escritos, de viajar a países ignotos, de maravillarse con una ciencia que ya ha quedado obsoleta? ¿Tiene Verne algo que ofrecer todavía al lector de hoy, ese que se conecta a los documentales de la 2, que está suscrito a National Geographic, que vuela en avión y se comunica por teléfono móvil y que dispone de internet y tiene acceso a cualquier detalle enciclopédico con sólo pulsar una tecla o abrir un libro?

En los comentarios hay varias referencias a su interés para lectores jóvenes. No sé si lo jóvenes de hoy se pondrían a leer a Julio Verne, aunque imagino que alguno habrá. En todo caso, sus novelas tampoco me decían mucho cuando las leí de joven, aunque Miguel Strogoff me encantó (pero tenía nueve años).

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We the media

Compré este libro como parte el proceso de documentación para mi charla en Granada -que se titulaba, por cierto, «La locura del método». No llegó a tiempo, así que no incluí nada. Pero leyendo la introducción, encuentro curiosas coincidencias de pensamiento (por ejemplo, Dan Gillmor parece opinar, como yo, que no estamos haciendo nada fundamentalmente nuevo, sino que lo hacemos de otra forma) por lo que creo que la lectura va a ser muy interesante.

De la contraportada:

Big Media has lost its monopoly on the news, thanks to the Internet. Now that it’s possible to publish in real time to a worldwide audience, a new breed of grassroots journalists are taking the news into their own hands. Armed with laptops, cell phones, and digital cameras, these readers-turned-reporters are transforming the news from a lecture into a conversation. In We the Media, nationally acclaimed newspaper columnist and blogger Dan Gillmor tells the story of this emerging phenomenon and sheds light on this deep shift in how we make-and consume-the news.

Gillmor shows how anyone can produce the news, using personal web journals (called weblogs or blogs), Internet chat groups, and email. He sends a wake-up call to newsmakerspoliticians, business executives, celebrities and the marketers and PR flacks who promote them. He explains how to successfully play by the rules of this new era and shift from «control» to «engagement.» And he makes a strong case to his fellow journalists that, in the face of a plethora of Internet-fueled news vehicles, they must change or become irrelevant.

At its core, We the Media is a book about people. People such as Glenn Reynolds, a law professor whose blog postings on technology and liberty garnered him enough readers and influence that he became a source for professional journalists. Or Joe Trippi, who almost took Howard Dean to the presidential nomination using Net-enabled grassroots politics. Or Iraqi blogger Zayed, whose Healing Iraq blog scooped Big Media. Or «acridrabbit,» who inspired an online community to become investigative reporters and discover that sad tale of the dying Kaycee Nichols’ was a hoax. Give the people tools to make the news, Gillmor asserts, and they will.

Journalism in the 21st century will be fundamentally different from the Big Media that prevails today. We the Media casts light on the future of journalism, and invites us all to be part of it.

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