Confieso que Olympos de Dan Simmons me ha gustado menos que Ilium de Dan Simmons. El principal problema que le veo es que se trata de la segunda parte donde se revelan los misterios. Dan Simmons lo sabe, pero no tiene claro lo que va a revelar o cómo. Para mayor desgracia, las diversas líneas temporales de la historia no van en sincronía y tiene que ponerlas al mismo nivel. Eso provoca retrasos brutales en algunas de ellas que, la verdad, acaban cansando. Hay inventiva, pero ya no es tan espectacular como en la primera parte. En Ilium, cada elemento novedoso añadía a la historia. En Olympos, cada elemento novedoso es una táctica dilatoria.
Recapitulemos. Al final de Ilium, los griegos y los troyanos se habían unido para luchar contra los dioses. Les ayudaban los seres galileanos, los movarec, que han invadido Marte y también la peculiar Tierra donde se desarrolla la guerra de Troya. Mientras tanto, en la Tierra «real», los elois -humanos de viejo estilo- se enfrentan a los voynix, que antes habían sido sus ayudantes fieles y ahora son robots asesinos dispuestos a matarlos a todos. Les ayuda Odiseo, que podría ser, o podría no ser, el mismo Odiseo que lucha en Troya.
Cuando arranca Olympos, Setebos -un cerebro enorme con un montón de manos-, el dios de Calibán, al que Próspero tenía retenido y vigilaba, decide invadir París y ocupar la Tierra. Mientras tanto, tras varios meses de guerra contra los dioses, los griegos están dispuestos a traicionar a los troyanos. Cuando todo está listo para un nuevo ataque contra el monte Olimpo, llegan las amazonas. Aquiles mata a la jefa y posteriormente -por intervención de Afrodita- se enamora perdidamente del cadáver. Los portales que comunicaban ambos mundos desaparecen. Griegos y troyanos se quedan en su Tierra. Movarecs y Hockenberry se va a la otra Tierra, más que nada por curiosidad, en un Titanic reconstruido que funciona a bases de bomba atómicas metidas en latas de Coca Cola. Aquiles se queda en Marte con el cadáver de su amada Pentiselea -Atenea ha preservado el cadáver para evitar que se descomponga- y decide que ya puestos, va a escalar el Olimpo y exigir a los dioses que se la resuciten. Aquiles antes era un hombre enojado ahora es un hombre enamorado. Y por su parte, los elois hacen lo posible por sobrevivir. Uno de ello, Harman, se da una vuelta por todo el planeta, se deja secuestrar un par de veces, y recibe todos los conocimientos del pasado. Lo habitual.
Está claro cuál es la historia que Dan Simmons le apetecía contar: la de Aquiles buscando la resurrección de su amazona. Es la parte más divertida, interesante y brillante. Lo demás que se cuenta en el libro funciona casi como espacio en blanco para dar ritmo a esa historia. Aquiles se enfrenta a Hefesto y le derrota. El herrero acepta ayudarle a cambio de unos favorcillo. Zeus ha desaparecido, así que hay que buscarle. Aquiles acaba en el Tártaro. Se enfrenta en singular combate con Zeus. Y bueno, hace de todo. Sus reacciones son graciosísimas y su aventura con el herrero cojo genial. Y el final de su historia es deliciosamente cómico e irónico. Pobre tipo.
El resto no es que esté mal. Simplemente el resto es espera. Hay que sincronizar las historias, para que todas lleguen al mismo punto al mismo tiempo. Pero claro, eso provoca absurdos como que los elois, que deberían haber muerto todos en las cinco primeras páginas, sobrevivan a ataque tras ataque sin ninguna lógica (vale, han robado un huevo de Setebos y…). Los voynix parecen más bien soldados droides de la república. La historia de Harman es también pura dilación, además, explícitamente dilatoria. Aunque sirve la importante función de introducir muchos detalles del pasado del universo y para aclarar detalles sobre el origen de los post-humanos. Hockenberry y los movarecs van a lo suyo, y estos últimos demuestran ser más arteros de lo que parecían. Pero los robotitos ya no mantienen aquellas encantadoras conversaciones sobre literatura (aunque aquellas charlas resultan ser mucho más importantes de lo que parecían).
No es que esas historias estén mal o sean aburridas. Dan Simmons podría contar su lista de la compra y sería una lectura muy entretenida. Simplemente no están a la altura de la de Aquiles.
Cuando la novela termina, se las arregla para responder a algunas preguntas y dejar sin respuesta un montón de ellas. Incluso se hace referencia a otro ser -el Callado- cuya naturaleza parece muy evidente, pero que también podría ser la excusa para una continuación; su función es aterrorizar simplemente con la mención de su nombre. Algunas líneas arguméntales terminan de forma insatisfactoria, hurtándonos con un deus ex machina el enfrentamiento que estábamos esperando. Aún así, las últimas páginas del libro están muy bien, porque al unir las tramas desaparecen muchos de sus problemas. La conclusión tiene mucha gracia, es ligeramente agridulce y contiene más de un detalle humorístico.
Creo saber porque me ha gustado menos ésta que la anterior. En Ilium el hombre podía inventar a su antojo sin preocuparse de justificarse. En Olympos lo tiene que unir todo y explicarse, cosa que claramente no le apetecía nada. Es curioso que teniendo el nombre del pico más alto del sistema solar, Olympos no llegue a la altura de Ilium.
[50 libros] 2005