#44 Forty Signs of Rain de Kim Stanley Robinson

Forty Signs of Rain podría considerarse una novela de ciencia ficción. No porque transcurra en el futuro, que no lo parece, sino porque en el universo del libro el cambio climático está mucho más avanzado. Sin embargo, no está escrita como una novela de ciencia ficción. Es más bien una novela contemporánea sobre la ciencia y la política, y sobre como a menudo la ciencia y la política no encajan muy bien.

En la novela no pasa demasiado en términos de acción. Podría achacarse a que es una primera novela, pero su nivel de carencia de acción es inusual incluso para un primer libro de tres. Lo que sí hay es mucho comentario y observación, que gustan mucho a Kim Stanley Robinson. Es un poco como Antártica pero si la Antártica. Es un detalle que probablemente haga que personas diferentes reaccionen al libro de formas muy diferentes. A mí me ha gustado mucho.

Como trama tenemos a Charlie Quibler que escribe propuestas políticas para un senador interesado en termas ambientales. El hombre trabaja en casa, porque cuida de sus hijos -y el libro está lleno de certeras observaciones sobre lo que significa cuidar a un hijo, que probablemente carecerán de interés para alguien que no tenga hijos- mientras su mujer trabaja en la NSF intentando que el mundo de la ciencia se mueva un poco más. Hay una interesante subtrama sobre una empresa de biotecnología, que sirven para discutir la relación entre ciencia y dinero y los métodos de producción científica actuales. Salen también unos curiosos monjes que vienen un una nación, Khembalung, que se hundirá bajo las aguas a medida que avance el cambio climático y, evidentemente, están muy interesados en que no suceda (y también andan interesados en algo más). Me gustó especialmente el personaje de Frank Vanderwal, con grandes tendencia a explicar el mundo que le rodea en términos sociobiológicos. Sus observaciones a veces son las más certeras y a veces las más ridículas, en ocasiones ambas cosas simultáneamente.

Lo dicho, no mucha acción pero sí mucha interacción entre personajes e ideas. Kim Stanley Robinson lo cuenta todo con gran elegancia, con esa pulcritud de estilo que le permite describir cómo se escribe un artículo científico y luego hablar de cómo se escala un edificio. El libro acaba con una tremenda inundación que deja Washington bajo las aguas. Asumo que ése será el escenario del siguiente libro. Ya lo leeremos.

[50 libros] 2005

Esta entrada tiene 6 comentarios

  1. Luis

    De todas formas, al hombre éste siempre le pasa igual… Porque en su trilogía de Marte, que me encantó, todo hay que decirlo, mira que se ven envueltos en revoluciones sangrientes, guerras, y demás, y a pesar de eso, siempre parece que todo transcurre muuuuuy despacito… jejeje

    Saludos!
    Luis

  2. Anónimo

    Muchas gracias por el final. Ya no hace falta leer el libro…

  3. Pedro

    De nada. Pero te pierdes un libro que no se lee precisamente por el final. Entre otras cosas, porque no acaba.

  4. Pedro Iñaki

    La trilogía de Marte se encuentra entre mis lecturas favoritas de siempre-siempre. Y sin embargo, en esto de las inundaciones por el cambio climatico… ay. Me temo que es mentira, chavales.
    (Ahora es cuando me enrollo un poco, pero confío en la paciencia de PJJEA)
    El hielo del Polo Norte es una banquisa: flota sobre el agua, ergo cuando se funda ocupará el mismo volumen que el líquido desalojado. Arquimedes dixit. El hielo del Polo Sur está sobre un continente a una temperatura media de -20 grados y una banquisa alrededor que, si se funde, pasará lo mismo que con el hielo del Polo Norte. Y si llega a fundirse el hielo que está sobre el continente antártico, tendremos problemas mucho más graves que ese en una Tierra a +20 grados. Por supuesto, el agua de los glaciares no cuenta a escala planetaria. En resumen: el nivel del mar no subirá. Estamos gastando tiempo y recursos en una entelequia, y desgraciadamente cuando se constate esto, posiblemente el resto de las causas ecológicas (que SI tienen fundamento) se resentirán.

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