¿Cuántos hacen falta?
¿Cuántos votos de emigrantes hacen falta para resolver la curiosa situación gallega tras las elecciones de ayer? Malaprensa lo explica bien clarito.
¿Cuántos votos de emigrantes hacen falta para resolver la curiosa situación gallega tras las elecciones de ayer? Malaprensa lo explica bien clarito.
Parece que Google podría estar planteándose, en algún momento y demás, tener su propio sistema de pago por internet en plan PayPal. Razones para tenerlo no le faltan, sobre todo considerando la gran cantidad de transacciones que ya manejan. Es más, recientemente el programa AdSense ha mostrado algunas mejores en el sistema de pago -se puede cobrar por transferencia y en euros- que apuntan a un sistema de ese tipo y cuya infraestructura estaría casi completa. Con suerte, se cumpliría mi sueño de usar directamente mi cuenta en Google para comprar en Amazon.
Siempre me pasa lo mismo. Empiezo a traducir y me entra pánico de la primera página. Pienso que ése va a ser el libro que no conseguiré terminar de traducir. Da igual que tenga 200 páginas o 700, empezar a traducir un libro siempre me produce el mismo efecto, independientemente de cuántas veces lo hayas hecho ya en el pasado. Luego llegas más o menos a la mitad y entonces empiezo a relajarme, porque me digo «sólo queda hacer otro tanto como has hecho». Y a partir de ese punto soy como el gato negro de noche en mitad de un bosque oscuro: si sigo hacia delante sólo puedo acabar saliendo.
Pero el problema final es el final, cuando me sumerjo en una oleada de trabajo que me obliga a dedicar muchas horas. Y si encima tienes que hacer otras cosas -por ejemplo, terminar algo para tu tesis- pues te pasas un par de semanas sin hacer prácticamente nada más.
Pues nada, ya está. El libro se ha entregado y por fin me puedo relajar un poquillo. Incluso puedo escribir en mi bitácora, oír podcasts, contestar el correo atrasado, hacer un podcast nuevo y, previsiblemente, volver a leer libros.
Los libros que tengo para traducir a continuación son dos que me atraen mucho: The System of the World de Neal Stephenson y Axiomatic de Greg Egan. El primero es el tercer volumen de El ciclo barroco que he estado disfrutando enormemente, con esa extraordinaria combinación de historia de la ciencia e historia política del mundo en el siglo XVII. En cuanto al segundo, Axiomatic es una de las mejores antologías de la ciencia ficción moderna. Hay quien dice que Greg Egan tiene buenas ideas, pero no es cierto. Lo de Greg Egan son movimientos sísmicos mentales.
Han hecho algo mejor que una buena película sobre Batman.
Han hecho una buena película sobre Bruce Wayne.
Batman Begins no es sólo es mejor película que las anteriores (cosa que, francamente, no era nada difícil) sino que además lo logra alejándose de los modelos marcados mientras se ciñe a los modelos superheroicos. Sigue siendo arquetípica y toca todos los puntos del género, pero lo hace de otra forma e incluso en otro orden. El héroe enmascarado no aparece hasta bien tarde y su presencia está siempre supeditada a Bruce Wayne. Gran parte del metraje se dedica a explorar las motivaciones del protagonista, sus vacilaciones y sus balanceos en el borde del lado… digo, en el borde del mal. El resto se explora distintas formas de la maldad: desde la simple corrupción, hasta los tres grandes villanos, cada uno malo de forma diferente.
Uno de los grandes aciertos de la película es tratarlo todo con realismo. Con eso no quiero decir que lo que suceda sea real, sino que la película lo trata como si pudiese serlo: se nos muestra el proceso por el que los elementos van apareciendo; Bruce Wayne no se levanta un día de la cama para encontrarse con el traje lavado y planchado. La batcueva es efectivamente una cueva húmeda e infecta plagada de murciélagos (y para llegar a ella desde la mansión se usa un método de muy baja tecnología). Bruce Wayne necesita de una gran multinacional para conseguir su armamento, y aún así tiene que darle los últimos toques a mano. La batseñal sólo se asemeja a un murciélago si uno emplea grandes dosis de imaginación, y Gordon tiene que darle los últimos toques. Gotham parece una ciudad de verdad, y cuando el batmóvil corre por ahí, parece hacerlo por calles de verdad y entre edificios de verdad. Incluso los malos parecen realistas: muy poca teatralidad, sólo la justa para marcar el personaje. El propio Bruce Wayne aprende sus habilidades por un camino largo y tortuoso, que exige penalidades, sacrificios y voluntad. En esta versión, Bruce Wayne se convierte en luchador contra el crimen porque ya está de vuelta y ha vivido en el reverso.
Batman en esta versión es majestuoso y señorial, el verdadero príncipe de Gotham del que se habla. Es realmente una criatura de la oscuridad, convertida, por la magia de la química, en ser aterrador que llena de miedo el corazón de sus enemigos. Sus apariciones están cuidadosamente dosificadas y se le ve lo justo. Las peleas son también muy contenidas. Son eficientes, duran lo que tienen que durar y tienen como fin lograr los objetivos de los personajes no recrearse en las cabriolas (vamos, que aquí se pegan con la intención de dejar de pegarse lo más rápidamente posible). La batalla final no termina en el último segundo posible y director nos deja tiempo para disfrutar del último gesto del malo -gesto que, por cierto, resume maravillosamente al personaje. Y Batman es también humano y falible, golpeándose, sufriendo o teniendo que luchar para liberarse.
Liam Neeson, como Ducard, es majestuoso: un maestro de los caminos de la lucha que entre golpe y golpe de espada va impartiendo sus peculiares perlas de filosofía. Michael Caine como Alfred consiente con flema total las obsesiones de su protegido pero sin privarse de algún comentario afilado. Morgan Freeman hace de un Q leal al legado de la familia Wayne. Y Christian Bale no sólo demuestra ser un Batman perfecto, resulta también ser el Bruce Wayne definitivo. Pero me gustaría quedarme con dos. Gary Oldman, tan acostumbrado a interpretar a villanos histriónicos, interpreta aquí al último policía honrado de Gotham con una cara de perpetua tristeza y desesperación; sólo al final se atreve a mostrar esperanza aunque no por ello introduce una crítica final al héroe. Cillian Murphy es un espantapájaros perfecto: tiene unos ojos que parecen estar taladrando las paredes y dota de seriedad a un personaje que parecía iba a ser de broma. Un efecto curioso de tanto actor mayúsculo es hacerme desear verla en versión original. No dudo que con voces que estén a la altura de la capacidad interpretativa de esas caras, la cosa sea todavía mejor.
Destaco un único punto negativo a la película: la presencia femenina, que se reduce al personaje de Katie Holmes. La actriz estaba bien para Dawson crece, pero aquí, rodeada de tanto actor impresionante, la pobre no tiene mucho que hacer. Su personaje sólo sirve para avanzar la trama en un par de ocasiones -forzar la reflexión inicial de Bruce- y ponerse en peligro para que la rescaten. Si sólo iba a haber una mujer en toda la película, podían haber buscado una actriz que destacase un poco más. Es más, no había ninguna necesidad de que la película fuese un club de chicos; no hubiese estado más que algún otro personaje hubiese sido mujer: por ejemplo, Lucius Fox.
El guión está muy bien trabajado, con más de un guiño a los cómics (hay ocasiones en que uno cree estar viendo viñetas de Batman año uno o El regreso del señor de la noche). Excepto un pequeño agujero argumental al final (hay un aspecto del arma de los malos que no acaba de encajar) lo demás se engarza sin problemas. Aparte de tener un par de giros argumentales muy interesantes -la película comienza con Bruce Wayne prisionero en una cárcel asiática-, el guión se mueve sin esfuerzo entre varios temas que mantiene en el aire casi sin esfuerzo: la relación maestro-aprendiz, la fascinación del mal, la decadencia de las ciudades, la diferencia entre justicia y venganza, la salvación, la muerte y el renacimiento. Su gran virtud está en centrarse en el desafío entre personajes y en el choque de filosofías. Es más, se atreve a incluir un malo que busca los mismos fines que Batman -el problema son sus métodos-, lo que resulta mucho más interesante.
Y el guión, como me comenta mi amigo Xavier, pinta a Batman más como un colectivo que como un individuo. Si bien hay un señor que se pone la capa, hay otros muchos que toman decisiones y actúan para que Batman pueda volar por los tejados. En cierta forma, el guión plantea una deliciosa continuidad entre Thomas Wayne -a quien, por cierto, vemos por primera vez descendiendo desde lo alto para salvar a su hijo caído- y Bruce Wayne: los dos son, sobre todo, catalizadores.
Tenía razón Roger Ebert cuando comenta que, sobre todo, Batman Begins demuestra que muchas veces menos es más. Concentrarse menos en la espectacularidad y en las peripecias físicas produce, paradójicamente, una mejor película de acción y de superhéroes. Lo más extraordinario de Batman Begins no es que sea una buena película de superhéroes, sino que también resulta ser una buena película.
Por cierto, un detalle curioso: hacía tiempo que no tenía ganas de aplaudir al final de una película. Qué pena que eso no se estile.